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Guillermo Dupuy

El cinismo del ministro de Educación

Se supone que cualquier persona mínimamente informada, incluso la que es "voz y cara de la Educación en España", sabe perfectamente que en Cataluña se multa a los comerciantes que no rotulan sus comercios en catalán y aunque lo hagan en castellano.

En la entradilla a la entrevista a Ángel Gabilondo que publica este lunes el diario El Mundo, se dice de él que "es la cara y la voz de la Educación en España, el hombre que por primera vez en muchos años parece capaz de conseguir un gran pacto donde la sensatez supere a las ideologías".

Dado el lamentable estado de la Educación que padecemos, no seré yo quien le discuta a Gabilondo el dudoso honor de ser su cara y su voz en España; sin embargo, si algo queda patente en esa entrevista es que Gabilondo es, sobre todo, un hombre en el que la ideología supera –y con creces– a la más elemental sensatez.

Para empezar el ministro de Educación se descuelga con una afirmación –"Espero que en España no se persiga a nadie por rotular en una lengua oficial"–, que es todo un ejemplo del más insuperable cinismo. Se supone que cualquier persona mínimamente informada –incluso la que es la voz y la cara de la Educación en España– sabe perfectamente que desde hace muchos años existe una legislación en Cataluña –la Ley de Política Lingüística de 1998– que permite multar a los comerciantes que no rotulen sus comercios en catalán, aunque sí lo hagan en castellano. Sólo el año pasado, y según datos del propio parlamento catalán, se impusieron por este motivo más de 300 sanciones, cien más que el año anterior.

Lo más grave es que la coalición social-nacionalista gobernante no contenta con una normativa que ya permite multar con 3.000 euros "infracciones" como la de no tener carteles, folletos o contratos tipos en catalán, ultima una nueva normativa –la del Código de Consumo de Cataluña– que elevará a 10.000 euros la multa por esas mismas "infracciones". Esta coactiva normativa, que atenta contra derechos civiles elementales como la libertad de expresión o de comercio, contempla además en su artículo 311.5 lo que denomina eufemísticamente como "cooperación de las personas consumidoras". Esta no es otra cosa que "el derecho y el deber" de todos los catalanes de delatar a sus conciudadanos que no cumplan con la liberticida norma lingüística. Así, teóricamente, los ciudadanos catalanes podrían también ser multados, no sólo como empresarios, sino también como consumidores en el caso de no denunciar al comercio "infractor".

¿Qué sensatez cabe esperar de un ministro de Educación que ignora –o mejor dicho– finge ignorar todas estas persecuciones lingüísticas en nuestro país? Pues la misma de quien con la bazofia propagandística que se está impartiendo como Educación para la Ciudadanía es capaz de afirmar que esta ‘asignatura’ "está respondiendo a algunos déficits de valores cívicos y ciudadanos que son muy importantes para los niños".

Empieza, sin embargo, Gabilondo con una verdad de Perogrullo, que es excusa muy frecuente para la EpC, como es la de que "quien conoce la enseñanza sabe que, si uno quiere adoctrinar, puede hacerlo en cualquier materia". Esto es cierto, sobre todo si quien imparte la enseñanza es alguien tan sectario como este ministro de la Educación. Ahora bien, estaremos todos de acuerdo en que es mucho más difícil adoctrinar ideológicamente enseñando latín o matemáticas que haciéndolo con una asignatura tan proclive al sesgo ideológico como Educación para la Ciudadanía. En cualquier caso, la posibilidad que, en mayor o menor medida, se brinda al adoctrinamiento en todas las asignaturas habría que afrontarla con la libertad de enseñanza, la autonomía de los centros escolares para hacer su propia oferta educativa y la libertad de los padres de elegir la que sea más conforme a sus "valores cívicos y ciudadanos".

Gabilondo se supera, con todo, al negar finalmente nada menos que el carácter dictatorial de regímenes como los que padecen Cuba y Venezuela. "Yo no haría esa calificación. Las dictaduras son otra cosa y nosotros sabemos bien lo que son", afirma Gabilondo, para quien en Cuba y Venezuela, como bien se podría decir de cualquier otro país, tan sólo "hay que profundizar en la libertad política y en los derechos humanos"

Y se supone que este es "el hombre que parece capaz de conseguir un gran pacto donde la sensatez supere a las ideologías"...

En España

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