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La victoria socialista es un símbolo del declive de la UE

La contribución de Europa occidental al PIB mundial cayó de un 36% en 1974 a sólo el 26% en 2011, con una caída prevista hasta el 15% hacia 2020. Por el contrario, la contribución de Estados Unidos se ha mantenido estable en torno al 26% del PIB mundial.

La derrota de Nicolas Sarkozy a manos del líder socialista francés François Hollande ha sido un terremoto sentido en toda Europa y presentará un significativo desafío al frágil consenso sobre la austeridad en toda Europa. Jean-Marc Ayrault, que probablemente será el próximo primer ministro de Francia, lo expone en términos inflexibles:

Debemos abandonar esta austeridad en Europa y esta noche todos nuestros colegas en los gobiernos europeos han comprendido que esa ha sido la opción de François Hollande para reorientar a Europa.

La victoria de Hollande augura problemas tanto para Angela Merkel como para David Cameron, que afrontan elecciones generales respectivamente en 2013 y 2015. Tanto Merkel como Cameron han defendido la necesidad de reducciones presupuestarias a la vista de la enorme crisis de deuda de Europa y se enfrentan a una creciente oposición en sus países por su respaldo a las medidas de austeridad. Si Merkel cae en otoño del próximo año, el equilibrio de poder dentro de la Unión Europea (UE) cambiará drásticamente hacia la izquierda, con el Reino Unido y España como los dos gobiernos conservadores más importantes de Europa Occidental que haría frente a un reestructurado eje franco-alemán que apoyaría mayores medidas de estímulo como solución a los problemas de Europa.

Pero con independencia del panorama electoral en Berlín y Londres durante los próximos tres años, el hecho irrefutable sigue siendo que la Unión Europea y la Eurozona en particular, están en estado de decadencia. Como mi colega del periódico Telegraph Daniel Hannan resaltó en su excelente minilibro de la serie Encounter Broadside titulado "Por qué Estados Unidos no debe seguir a Europa", la contribución de Europa occidental al PIB mundial cayó de un 36% en 1974 a sólo el 26% en 2011, con una caída prevista hasta el 15% hacia 2020. Por el contrario, la contribución de Estados Unidos se ha mantenido estable en torno al 26% del PIB mundial.

Al declinar la libertad económica, los estados miembros de la UE son cada vez menos competitivos en la escena mundial, mientras que las economías emergentes de Asia y Sudamérica están ganando terreno. Décadas de practicar políticas de Estado omnipresente han puesto de rodillas en estos momentos a varias economías europeas. Escaladas de impuestos, creciente desempleo, montañas de burocracia, agobiantes regímenes reguladores para el empleo y ruinosos niveles de gasto público necesarios para financiar enormes e insostenibles Estados del Bienestar así como programas de derechos a beneficios han creado el perfecto caldo de cultivo para este deterioro económico.

Y Francia es un poderoso símbolo de esa decadencia, con enormes niveles de deuda pública ahora situada por encima del 80% del PIB, un gasto público en el 55% del PIB y una presión fiscal equivalente al 42% del total de los ingresos nacionales.

Además, los problemas de Europa Occidental se han visto exacerbados por la implacable centralización de poder político y económico en Bruselas, que ha añadido aún más capas de agobiantes regímenes reguladores sobre empresas que operan dentro de la Unión Europea, así como onerosos regímenes reguladores sobre las instituciones financieras, mientras que la moneda única ha hecho que sea cada vez más difícil para los líderes nacionales lidiar con las penurias económicas de sus propios países.

El Proyecto Europeo se ha convertido en un yugo en el cuello de Europa, en un símbolo del rampante supranacionalismo y del intervencionismo del Estado omnipresente y en una advertencia para Estados Unidos si escoge recorrer el mismo camino que el del modelo social europeo. El muy cacareado Pacto Fiscal de la UE, anunciado como el remedio salvador para las penurias económicas de la Eurozona, es una mera extensión del Proyecto Europeo y no resolverá los problemas económicos a los que se enfrenta la UE a largo plazo. Además sólo exacerbará el déficit democrático que actualmente existe, llevando a tensiones cada vez mayores entre el ejecutivo de la Unión Europea y muchos de sus estados miembros. El Pacto representa una inaceptable transferencia de poder desde las capitales nacionales hacia Bruselas, otro paso fundamental hacia una Europa federal y que probablemente se hundirá al demostrarse inviable.

François Hollande ha prometido renegociar los detalles del Pacto Fiscal por otras razones que él ve como demasiado austeras. Pero sigue siendo un acérrimo eurofederalista y un firme creyente en el ideal de una "unión cada vez más estrecha" y el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso ha elogiado efusivamente su victoria. Pero, sobre todo, Hollande es partidario del tipo de arraigadísimas normativas socialistas que continúan destrozando las economías de Europa. Su triunfo electoral propiciará no sólo el declive de Francia sino también el de la UE. Hollande ha declarado que el "mundo de las finanzas" es su "auténtico enemigo" y que implementará un impuesto de tipo máximo del 75%, incrementará el gasto público en €20,000 millones y extenderá de forma significativa el tamaño del sector público. Para un país que no ha balanceado su presupuesto desde 1974, esa es una receta para el desastre económico.

François Hollande ofrece a Francia un Estado omnipresente de pesadilla y el pueblo francés lo está aceptando alegremente. Las promesas gubernamentales de Hollande son un símbolo de todo lo que está mal con Europa en la actualidad y él es un representante de la decadencia de la UE, propugnando una política que es la antítesis de la libertad económica. Como tan bien expuso Margaret Thatcher allá por 1976:

Los gobiernos socialistas tradicionalmente crean un auténtico desastre financiero. Siempre se les acaba el dinero de los demás.

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