Recordarán los lectores una película de ciencia ficción llamada Minority Report, dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Cruise. La historia se centraba en los avatares de un cuerpo policial adscrito al llamado "Sistema Precrimen", gracias al cual sus agentes podían detener a los "criminales" antes de que estos perpetraran sus delitos.
Lo que no es ciencia ficción, sino algo desgraciadamente cada vez más frecuente en nuestro país y no menos espeluznante, es lo que podríamos denominar "crímenes post-detención"; esto es, aquellos perpetrados por personas detenidas con anterioridad por la comisión de pasados delitos y que se supone debían estar en prisión cumpliendo su condena en el momento en el que reincidían.
El ejemplo más reciente y trágico de estos crimenes de la impunidad es el asesinato de la policía municipal Carmen Muñoz, perpetrado hace escasos días por un toxicómano que ya acumulaba nada menos que quince detenciones por robos con fuerza y con violencia.
Se dirá –y con razón- que es un imperativo del Estado de Derecho el no mantener a nadie privado de libertad sin que todavía haya una sentencia firme que lo condene. Pero este imperativo, que tiene excepciones, a lo que nos debería llevar es a atajar la dilación judicial, no a permitir que un acusado pueda ir acumulando delitos y detenciones a la espera de juicio. Por otra parte, también es deber del juez calibrar los riesgos de fuga ante determinados delitos y sospechosos, deber que evidentemente no han cumplido los jueces que ponían en libertad a ese sujeto cada vez que la policía lo detenía.
Lo que también parece evidente es que, con este injusto sistema de administración de Justicia que padecemos, un mayor número de policías en la calle no se traduce en un menor número de delitos, sino en que los delitos sean perpetrados por delincuentes con un cada vez mayor número de detenciones o antecedentes penales.