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Pablo Planas

Duran se abre en canal y Mas esconde la mano

La Diada le nutre de argumentos para presionar al Gobierno y obtener los recursos económicos que la Generalidad necesita para no cerrar.

Los despliegues nacionalistas de masas pueden resultar apabullantes, abrumadores. En esto, el catalanismo ha demostrado unas dotes organizativas que en nada tienen que envidiar a las de maquinarias estatales con más recursos demográficos y menos controles, o ninguno, democráticos. Al margen de las decenas de miles de personas que los nacionalistas consiguen introducir por metro cuadrado, lo que constituye un fenómeno inexplicable de la física de los cuerpos, la total ocupación del territorio por su parte es indiscutible e incuestionable. Toda Cataluña está llena de estelades, la señera independentista. Hasta los alcaldes del partido de Duran han retirado las banderas españolas de las casas consistoriales en señal de insumisión contra el Estado que financia los viajes de su jefe y ponen las antedichas estelades en las torres más altas. El interior siempre fue nacionalista; la ciudad, ahora, también. Si es por escenografía y figurantes, la independencia debería proclamarse entre hoy y mañana.

No obstante, la demostración de poderío popular, esa toma de la calle como superación del debate y del acto electoral, resulta de una espontaneidad sociológica muy relativa. El relato -y nunca mejor dicho- informativo habitual en Cataluña expone esta clase de acontecimientos como el efecto acumulativo de un sentimiento compartido por la totalidad de los ciudadanos que se transforma en manifestaciones de un civismo sobrenatural. En ese medio ambiente, un ponderado cronista parlamentario instaba en TV3 a los catalanes a asistir a la soirée independentista pese al riesgo de lluvia porque ésta podía conferir a las imágenes de la cadena una "mayor fuerza ética".

Ochocientos fotógrafos, ochocientos, se han encargado de retratar a todos los participantes de la cadena, y con tal ingente cantidad de imágenes se realizarán ingeniosas actividades propagandísticas. Hasta estarán disponibles en internet, las fotos. Les ahorro los detalles del montaje, así como las implicaciones que pueden derivarse de un archivo de asistentes de semejantes características; inquietante a todos los efectos.

Por lo demás, nada nuevo en la parapolítica, ninguna novedad, ni siquiera la ocultación sistemática del hecho de que la cadena no sólo ha contado con el beneplácito del poder sino con su autoría logística. El traspaso de recursos públicos a fines privados no sólo parece inevitable por motivos de seguridad, etc., sino que explica en gran medida el cacareado éxito. Que no todo es tan perfecto y cívico, sin embargo, lo sugería a primera hora y en declaraciones a los periodistas el propio Duran, a quien el año pasado se le ocurrió sumarse a la manifestación de la Diada y fue hostigado como si la masa hubiera detectado a un policía infiltrado en una casa okupa. Pasó tan mal rato que este año ha decidido aprovechar un viaje de la comisión de Asuntos Exteriores del Congreso (español) para abrirse al Canal, de Panamá.

Otra cosa es que, después de haber llevado a cabo la producción ejecutiva, Mas se haya quedado en palacio (por respeto a su papel institucional ha llegado a decir, sin que se le alterase el flequillo) y sólo controle en condiciones una parte de este proceso, la relativa a la negociación con Madrid, donde, como no hay mal que por bien no venga, la Diada le nutre de argumentos para presionar al Gobierno y obtener los recursos económicos que la Generalidad necesita para no cerrar por insolvencia financiera e incapacidad política.

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