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Cristina Losada

Ana Botella 'and the price of peine'

El pitorreo nacional por el discurso y el inglés de Ana Botella ante el COI no es muestra de sentido del humor. Más bien es indicio de su ausencia.

El pitorreo nacional por el discurso y el inglés de Ana Botella ante el COI no es muestra de sentido del humor. Más bien es indicio de su ausencia.

El pitorreo nacional por el discurso y el inglés de Ana Botella ante el COI no es muestra de sentido del humor, como quiso verlo la alcaldesa para encajar la burla. Más bien es indicio de su ausencia. Aunque lo único seguro al respecto es que los del cachondeo ni vieron ni escucharon en versión original a los ganadores, los delegados japoneses. Sus actuaciones, porque allí se actúa y por eso ensayan, estaban cortadas por el mismo patrón que la española. Hicieron idénticas incursiones en el folleto turístico, la guía del viajero y los emoticonos. Y su inglés, bueno, dejémoslo en un notable por el esfuerzo. Meritorio.

Lo de burlarse del inglés de Botella tiene miga en un país que lleva años luchando por aprender los rudimentos de la lengua de Shakespeare. Igual es que tenemos una gran población angloparlante, con posh accent y todo, y no lo sabíamos. Puede que tampoco supiéramos, aunque era de cajón, lo que el asesor y preparador de nuestra delegación, Terrence Burns, ha confirmado en Vanity Fair: que la presentación y el discurso eran obra suya. Incluido el explosivo detalle del café con leche, que hoy es asunto de Estado o poco menos.

El marketing olímpico tiene sus propias reglas, su estilo y sus especialistas. Burns pensó que era un elemento identificable para los extranjeros y yo también lo creo. He visto a turistas que no saben una palabra de español, pero logran farfullar "café con leche" en los bares. Nos guste o no, y parece que no gusta, el brebaje se ha convertido en marca. Como el cappuccino para Italia. De ahí que el asesor lo introdujera en el discurso sin imaginar que tanta gente en España lo consideraría ridículo. Como dolidos por que el mundo pueda creer que todo cuanto tenemos que ofrecer es una taza de café. Hombre, qué absurdo.

Tal vez la alcaldesa tenía que haberles hablado a los del COI del Museo del Prado y del Teatro Real, de la alta cultura española, tan presente en la calle. Pero a juzgar por las críticas, lo que no debería haber dicho en ninguna circunstancia es que el café es relaxing. Y menos en la Plaza Mayor, donde lo suyo es que el cliente se lleve un soponcio cuando llega la cuenta. Tómense un café con leche en la Plaza Mayor y verán lo que vale un peine. "The price of peine" es el concepto que debía acuñar Ana Botella ante los dinosaurios del Comité. Pasen y vean. Puro esperpento. Qué ocasión perdida para aceptar deportivamente una derrota.

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