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Federico Jiménez Losantos

El silencioso aniversario del pacto nazi-soviético

Algo muy grave está pasando o volviendo a pasar en Europa. Algo que, de momento, nos sitúa en la amoralidad de Munich 1938.

Algo muy grave está pasando o volviendo a pasar en Europa. Algo que, de momento, nos sitúa en la amoralidad de Munich 1938.
Batería de defensa nazi en el Muro Atlántico

Mucho se ha escrito y publicado en estos últimos meses sobre el comienzo de la I Guerra Mundial. También, aunque menos, sobre el desembarco de norteamericanos y británicos en Normandía, que vencieron al ejército nazi y le ahorraron a media Europa la elección entre Auschwitz y el Gulag. Sin embargo, apenas se ha dicho nada de otro aniversario, cumplido este 23 de Agosto, que no son los cien años redondos de la Gran Guerra ni los setenta del desembarco angloamericano en la Europa ocupada y casi acomodada al poder hitleriano: los 75 años del pacto nazi-soviético.

Sin embargo, el sentido último de la liberación de Europa occidental por los norteamericanos –el imperio británico, aunque heroico en su resistencia, nunca hubiera derrotado al Eje- era y es el de la lucha contra el totalitarismo, el nazi y el soviético, que no sólo fueron espejo uno de otro –los nazis, siguiendo a Mussolini, eran un socialismo nacional, alternativa al internacionalista soviético del que copiaron hasta los campos de concentración; Münzenberg y Goebbels son gemelos en el arte de la propaganda- sino que durante año y medio hicieron la guerra juntos a las democracias occidentales, engendros del capitalismo judío internacional.

Pero como señalaba Mauricio Rojas este 23 de Agosto en Libertad Digital, lo importante no es que Stalin pactara con Hitler, sino que los comunistas de todo el mundo se pusieran a favor de los nazis y trataran de impedir que ningún país hiciera la guerra a Hitler, aunque fuera de guerrillas Estremece leer a Thorez, jefe del partido comunista francés, tras desertar del ejército y anunciar que "L´Humanité", el viejo diario socialista de Jaurés convertido en órgano de Stalin luchará contra cualquier resistencia a la ocupación nazi:

"L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea denunciar las acciones de los agentes del imperialismo británico que quieren involucrar a las colonias francesas en la guerra (se refiere a De Gaulle, cuya trinchera era la BBC.) L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea llevar adelante una política de pacificación europea y de apoyo a la celebración de un pacto de amistad franco-soviético que sea el complemento del pacto germano-soviético y cree las condiciones de una paz duradera."

Dolores Ibárruri "La Pasionaria" no le iba a la zaga y celebraba así la ocupación y reparto de Polonia entre el socialismo rojo y el socialismo pardo:

"Los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejército Rojo en el territorio del viejo Estado de los terratenientes polacos". "Ni un soldado, ni un solo español puede prestarse al juego infame de los gobiernos francés e inglés"

Sólo cuando Hitler invade la URSS los comunistas reciben la orden de combatir a Hitler… y, ojo, también a De Gaulle, el "agente británico". En el admirable museo de la resistencia de Sant Marcel al que me refería en la primera parte de este artículo, tropiezan con un problema serio: cómo presentar la guerrilla del PCF, que hasta el 41 era pro-nazi y siguió siendo enemiga de las menguadas huestes de De Gaulle, es decir de lo que llama Thorez "los provocadores imperialistas de Londres y París". ¿Cómo lo disimulan para mantener el mito de una Francia resistente que no resiste la hemeroteca? Pues así: "no hablamos de cuándo y por qué empieza a actuar la guerrilla comunista, lo importante es que también lucharon y sufrieron". Sí, pero también los nazis y las milicias colaboracionistas francesas, que tras la guerra eran ejecutados por los hijos de Thorez ante la pasividad de De Gaulle, al que los norteamericanos obligaron a terminar con esos juicios sumarísimos que en muchos casos eran venganzas locales cuyo fervor antinazi sólo buscaba encubrir el fervor pro-nazi anterior.

Pero como en la época de los Frentes Populares, antes del pacto con Hitler, el supuesto "antifascismo" de la URSS volvió a ser la seña principal de identidad comunista y como tal fue admitida por las fuerzas democráticas liberales, democristianas o socialdemócratas que conocían perfectamente la magnitud de la superchería. Durante medio siglo XX, y de nuevo en el siglo XXI, a los totalitarios comunistas se les reconoce porque siempre se denominan "antifascistas", que es como llamar fascistas o "fachas" a sus enemigos Lo elemental y grotesco de la fórmula no le priva de eficacia en absoluto; y no porque se basa en la mentira, sino porque los otros la admiten como verdad.

Ese es el sentido último del pacto nazi-soviético: el triunfo de la mentira acerca de la Historia y de la Libertad. Por eso no se rememora el aniversario de un pacto que, por la vía de lo "políticamente correcto", no sólo sigue vigente en los medios o las aulas, sino que retoña con fuerza en toda Europa. Este verano, volvía de visitar la gigantesca dársena de Saint Nazaire, donde los nazis podían albergar hasta dieciséis submarinos y que, como toda la gigantesca arquitectura bunkeriana del Atlántico creada por Rommel para evitar el Desembarco aliado, es un monumento a la sombría eficacia y a la escalofriante estética del totalitarismo nazi. Y en la radio hablaban del último eslogan de los musulmanes de las "banlieues" de las grandes ciudades galas: "¡Fuera los judíos de Francia!". Eso lo dicen los islamistas, pero no lo combaten sino que lo comparten la extrema derecha y la extrema izquierda, cuyo odio a Israel, a los USA y al capitalismo global, o sea, judío, ha resucitado el terrible antisemitismo francés del siglo XIX.

¿Y para esto murieron en Omaha Beach miles de jóvenes norteamericanos? ¿Para esto quedaron sus tumbas con la Cruz o la estrella de David? ¿Para que en el país que liberaron se vuelva a gritar "fuera los judíos de Francia"?

Algo muy grave está pasando o volviendo a pasar en Europa. Algo que, de momento, nos sitúa en la amoralidad de Munich 1938, cuando Francia e Inglaterra se rindieron a Hitler, pero cuya fuerza oscura viene de Agosto de 1939, de ese pacto nazi-soviético que nadie quiere recordar. Y con razón.

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