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Pablo Planas

Sergio García, las redes sépticas y la máquina de la verdad

Las personas prudentes acostumbran a mantenerse al margen de Twitter y Facebook. Sin embargo, hay pocas personas prudentes, por lo que casi todo el mundo tiene una cuenta en una, en la otra o en las dos. Se ha teorizado hasta la saciedad sobre sus orígenes, causas, efectos, virtudes y defectos y forman parte del "discurso" informativo, cursilada referida a portadas, escaletas y agendas públicas. De ahí que a los periodistas en general no les quede más remedio que disponer de perfiles en esas marcas, tanto para airear su trabajo como para sondear las tendencias. Es lo que hay y forma parte del oficio, como digerir después de comer.

El valor de las redes en cuestión es innegable, hasta el punto de que Podemos no se entendería sin la agitación digital sistemática. No es que ciento cuarenta caracteres puedan mover el mundo, pero su muliplicación es como si el efecto mariposa consistiera que todos los chinos saltasen a la vez. Es falso que puedan desplazar el eje de la Tierra, pero mejor que no lo intenten.

Toda manifestación de la degradación humana tiene cobijo en las redichas redes sociales, desde los tráficos de órganos, armas, influencias y estupefacientes hasta el reclutamiento yihadista pero eso no significa exactamente que tales comportamientos hayan crecido gracias a internet, sino que sus promotores se han adaptado a las circunstancias con notable éxito de audiencia.

También sirven las redes, a veces, para detectar de dónde sale el humo y hete aquí que la última pachanga entre las selecciones regionales de las Vascongadas y Cataluña ha dado pie a una intensa polémica tuitera que ha dejado al descubierto los puntos racista, clasista, totalitario y cafre de un significativo sector del independentismo catalán 2.0.

Suscitose el "debate" al trascender la alineación de Cataluña en la que aparecía Sergio García como capitán. El "respetable" catalanista no entendía cómo estando sobre el campo Xavi Hernández pudiera lucir el brazalete cuatribarrado un tipo que no se ha catalanizado el nombre. La apoteosis fue cuando el futbolista en cuestión, autor del gol del empate catalán, delantero centro del Espanyol y pichichi nacional, se dirigió a las cámaras de TV3 en la lengua de Cervantes, ergo en español. A partir de ahí a bronca en el Twitter fue de las de "trending topic". Las reacciones oscilaron entre el asco y la vergüenza con gruesas descalificaciones para el muchacho, natural de Barcelona, del barrio del Buen Pastor, distrito de San Andrés.

No se puede ser más catalán. Sergio es uno de los nombres más comunes y García el apellido más numeroso en Cataluña. No uno de los más corrientes, sino el más corriente. ¿Cuál es el problema entonces? Varios, desde preferirse Sergio a Sergi a no hablar catalán, además de no constar en el registro de votantes del 9N ni hacerse "selfies" los 11-S.

Por eso es bueno Twitter, porque afloran los instintos y es como la máquina de la verdad, además de una fosa séptica.

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