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Guillermo Dupuy

Lo que pasa en España no es culpa de la República catalana

El problema no está en la futura independencia 'de iure' de Cataluña, sino en la persistente independencia 'de facto' que desde hace años se le concede.

No es el presidente de ningún Estado independiente en forma de república, sino el presidente de una comunidad autónoma española –máximo representante del Estado español en Cataluña–, el que hace omiso al ordenamiento jurídico español y a nuestros más altos tribunales. No es la fragmentación de España en varios Estados soberanos y reconocidos como tales en el concierto de las naciones lo que explica la demencial fractura de la unidad de mercado que aqueja a nuestro país. No es el hecho de que Cataluña sea un país extranjero lo que explica que en esa comunidad española desde hace décadas no exista el derecho a estudiar en español o que se multe a quienes no rotulen sus comercios en catalán. Tampoco es la existencia en España de múltiples Estados independientes lo que explica el desamparo de muchos usuarios de la sanidad pública encuentran cuando están en una región española que no es la suya, o la que explica la quiebra de la unidad entre la España seca y la España húmeda. No es en la inexistente república catalana sino en una parte del Reino de España donde se educa en el odio o, cuanto menos, en el desprecio e ignorancia de lo español.

No creo que el hipotético y futuro reconocimiento legal de la independencia de Cataluña fuera a solventar el problema que nos aqueja. Más bien estoy seguro de que lo agravaría y serviría de estímulo para otras reivindicaciones identitarias y secesionistas en otras partes de lo que quedase de España. Ahora bien, el hecho de que ahí no radique la solución no implica que la hipotética y futura independencia de iure de Cataluña sea el problema o el origen de la quiebra que ya sufre la nación española entendida como Estado de Derecho.

El problema que aqueja a España como nación no es la futura independencia de iure de ninguna de sus regiones, tal y como pretenden hacernos creer todos aquellos que esperan a ver la existencia del problema a un futuro en que la cosa ya no tenga solución. El problema está en la persistente independencia de facto que desde hace años ya se les concede.

Para quienes consideramos que las fronteras más preciosas de una nación no son las territoriales sino las que la articulan como Estado de Derecho, lo que nos preocupa en este momento no es que a Cataluña se le pueda conceder en el futuro el estatus que tiene Portugal. Lo que nos preocupa es la vulneración de la ley, la manipulación de la Historia y de los sentimientos, la discordia por motivos identitarios que ya se da en el seno de muchas familias catalanas y, sobre todo, la conculcación de los derechos individuales que, desde hace años, se perpetra en lo que a día de hoy sigue siendo España.

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