De manera incomprensible, la muerte de Fidel no sólo no concita una opinión unánime de rechazo a un sátrapa siniestro, sino que tenemos que escuchar muchas palabras de alabanza de su figura y su trayectoria.
Fueron miles los jóvenes que dieron la vida engañados por los falsarios y deslumbrados por el mito que hoy descansa donde merece estar: en el pudridero.
Castro no merece un homenaje, ni tampoco el olvido. Habrá que recordar siempre su maldad, para que su régimen se entierre con él, y para que Cuba sea al fin libre.
En 1959, en fin, el número estimado de prostitutas en La Habana era de 11.500. Hoy, por simple pudor, ninguna instancia oficial quiere repetir el cálculo.
La pervivencia del comunismo en Cuba, así como su prestigio renacido, son dos de los grandes fracasos de las elites gobernantes y universitarias de América y Europa.