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Rafael Bardají y Óscar Elía

Bono, ‘El País’ y el populismo (alternativo) que viene

El diario de referencia de Soraya Sáenz de Santamaría nos ha puesto en la mira.

El diario de referencia de Soraya Sáenz de Santamaría nos ha puesto en la mira.

Decía Oscar Wilde que la talla de uno se mide por la naturaleza de sus enemigos. En el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) estamos encantados con la calidad de los nuestros, y les estamos agradecidos por sus periódicos ataques de sinceridad. Por ejemplo, ahora que vuelve a pasearse por las televisiones dando doctrina, nos acordamos de aquel momento en el Senado en que el entonces flamante ministro de Defensa José Bono nos acusó de ser "una secta pseudorreligiosa" (en verdad, para ser más exactos, él fue más moderno y se comió la pe) en plena intervención parlamentaria, por lo que así el Grupo ha pasado a los anales de nuestras Cortes. Como ya contestamos entonces al paranoico ministro desde esta misma plataforma, no queremos insistir en ello, por mucho que a estas alturas el errante Bono nos siga nombrando allí por donde tiene ocasión de hacerlo.

Ahora ha sido un editorial de El País, el diario rescatado financieramente de la quiebra por la la todopoderosa y omnipresente vicepresidente Soraya Saénz de Santamaría, el que se acuerda de nosotros. Y lo hace para arremeter contra el ya expresidente de honor del Partido Popular por su razonable decisión de renunciar a este cargo: a fin de cuentas, nos parece que resulta muy difícil representar el honor en un partido que ya no tiene nada de honorable, tras haber traicionado sus dirigentes todos y cada uno de sus principios políticos. Al parecer, en el una y otra vez rescatado periódico de Prisa están preocupados por la posibilidad de que el proyecto de José María Aznar esté inspirado en uno de los artículos, publicados aquí mismo, en Libertad Digital, que dedicamos al rumbo del PP de Mariano Rajoy, y que fue escrito en mayo, antes de las últimas elecciones. El artículo, tal y como lo nombran –eso sí, olvidando citar, en un alarde más del buen sectarismo periodístico de esa casa, a los autores y al medio que lo publicó, para que nadie tenga sencillo releerlo–, era "Un partido de cobardes es un Partido Perdedor" , que no era sino la continuación de uno anterior, "El sorayismo, enfermedad infantil del marianismo".

El País afirma que nosotros defendemos una "alternativa populista", expresión que se ha convertido en la gran descalificación política de estos días. Para cualquier liberal o conservador resulta ya poco sorprendente la coincidencia del medio de Prisa con el PP de Rajoy y Soraya, para quienes populismo es simplemente todo aquello que no sean ellos, el PSOE o el propio El País, que es el órgano de expresión del Gobierno. Reconocerán que la preocupación por lo "populista" resulta curiosa para un partido, como el socialista, cuyo objetivo histórico es el pueblo; y para un PP que lleva en su nombra la marca de popular. Es la primera vez en la vida que oímos calificar a lo conservador como populista. Pero así está la clase política española.

Menos ingenuo aún es meter a todos en el mismo saco, y eso a la propaganda agonizante de Prisa y de Moncloa no se lo permitimos. Decir que Pablo Iglesias es tan populista como Le Pen, o Trump como Syriza, es un tópico tan manido como falso, propio de quien o no tiene ideas sobre ello, o no se atreve a expresarlas, o prefiere pensar que todo el monte es orégano para no tener que subirlo. Que lo emplee El País, ese diario de grandes cabezas pensantes, sólo prueba la mezquindad del periodismo español oficial, de su servilismo ante la poderosa Moncloa; prueba también la degeneración ideológica de sus redactores, tan afectados por sucesivas oleadas de despidos y becarios. En España, por parte del establishment político-mediático, se ha extendido la idea de que toda alternativa es populista, sea constitucional o anticonstitucional, liberal o bolchevique, bolivariana o conservadora. En fin, nosotros recomendaríamos a los editorialistas que hicieran el esfuerzo de leer el reciente informe que hemos publicado precisamente sobre la derecha alternativa en Europa, en qué nos parecemos, en qué divergimos y qué podemos esperar ahora en esta Europa de burócratas y emigrantes desarraigados cuyo objetivo más elevado es acabar con todos nosotros (lo pueden encontrar aquí).

En fin, afirma alarmado el editorial que nosotros preconizamos "más patria, más iglesia, más orden". Debemos asumir, por lógica, que El País está por todo lo contrario, a saber, menos patria, menos religión y más desorden. Si es así, nosotros lo tenemos claro: nos quedamos con nuestras ideas, esas que tanto alarman en El País y en Moncloa. ¡Qué quieren! Somos gente de bien: creemos en la sociedad abierta, el libre comercio, en una nación fuerte con una defensa sólida, y creemos en los valores de nuestros padres, los padres de nuestros padres y los padres de los padres de nuestros padres. Eso nos hace, a nosotros y a los millones de españoles que así piensan, enemigos de Prisa y del sorayo-marianismo. ¡Qué se le va a hacer!

Finalmente, y por aclarar a la conspiranoia progresista de todos los partidos: le quedamos muy agradecidos a El País –y así queremos reconocerlo– por adjudicarnos tamaña capacidad de influencia en las decisiones del presidente Aznar. Como como todo el mundo sabe, si se ha caracterizado por algo en su vida política es por su libertad de pensamiento y acción, y por asumir personalmente el liderazgo en sus decisiones. En cuanto a la afirmación de que José María Aznar ha sido la figura más divisiva de nuestra historia política, se puede explicar por el olvido de los redactores de El País del presidente Zapatero, amnesia parecida a la que sufría el periódico en relación con la corrupción de la época de González. Si preguntaran al español de a pie, nos apostaríamos a que tanto estos últimos como los ocupantes de Moncloa están mucho peor valorados que el obsesivo objetivo del editorial. Pero como los amos del periódico parece que sólo hablan con La Moncloa, o La Moncloa sólo con los amos del periódico, no nos extraña ya nada de nada.

Muchas gracias en todo caso. Ah, y Feliz Navidad. A todos los hombres de buena voluntad, por supuesto.

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