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Agapito Maestre

Oración fúnebre por España

Nos han robado, sí, nuestro ser histórico, el ser nacional español.

Leeré con detenimiento los discursos para celebrar que, desde hace 40 años, vamos con regularidad a votar. Imagino que pocos dirán que, desde hace 40 años, hemos ido perdiendo algo sustancial que definía a los que votábamos o nos absteníamos. El sistema político nos ha ido sustrayendo con un furor propio de regímenes autoritarios el sentido histórico de la ciudadanía española. Nos han robado, sí, nuestro ser histórico, el ser nacional español. El ciudadano español es hoy casi un ente abstracto que desconoce por completo su pasado y, por tanto, no sabe qué pasa en el presente y no puede diseñar su futuro. La mayoría desconoce incluso la sangre derramada de los españoles asesinados por ser españoles. Pocos jóvenes serían capaces de citar diez nombres, entre más de mil asesinados por ETA, solo por ser españoles.

No tenemos ni siquiera un libro de historia común. La vinculación sensata y racional del pasado con el presente y el futuro ha desaparecido. La historia ha sido pisoteada. Todo es una farsa ideológica. Faramalla de fórmulas vacías para mantener el corral tranquilo. Sí, sí, digámoslo clarito, dentro de la morralla cultural de la España amurallada-amorrallada, como diría el filósofo Carlos Díaz, los mejores, los seres más excelentes de España, han sido sumidos en el descrédito por salir fuera de esta sopa de bobos que desprecia cuanto ignora. No se pongan nerviosos, amigos lectores, y no despotriquen contra el mensajero. Miren a nuestros líderes y juzguen sus grandezas. ¿Grandezas? Pocas ven. Para qué citar sus miserias… Con ese telón de fondo lleno de antiguallas anacrónicas y gentuza sin ningún pudor moral ni dignidad política, solo nos queda seguir interrogando a lo que queda de los partidos políticos y a sus secuaces ideológicos, periodistas de carril, junta-letras, académicos, editores y toda la escoria al servicio de este lodazal institucional: ¿qué idea de España tienen ustedes?, ¿puede construir un partido político un proyecto de vida en común si cada día nos roba nuestra principal seña de identidad?, ¿puede alguien defender con verosimilitud la Constitución española si previamente no reconoce que esta ley ha sido construida sobre la "unidad nacional"?

Sí, amigos, no tengan vergüenza en reconocer lo fundamental: estos cuarenta años han servido para hacer desaparecer por completo el ser nacional. No exagero. Es un hecho fácilmente comprobable. Ahora mismo ya estoy imaginando al imbécil que al leer esta columna hará mojigatas ridículas con mi expresión "ser nacional" o "España se rompe". Ese tipo de personaje bastardo no es una rareza, está por todas partes, se aloja no solo en la antigualla comunista de Podemos, sino en todas la organizaciones políticas que tienen representación parlamentaria. Cualquier botarate en el Parlamento puede hacer una gracieta de esta carencia de la ciudadanía española. Ahí está la prueba principal de nuestro trágico destino.

Pero existen otras tres pruebas que son irrefutables sobre la pérdida del ser nacional de los españoles. La primera es que todos los grandes consensos de la Transición saltaron por los aires hace ya mucho tiempo; la defensa de la unidad nacional ya ni se plantea como consenso. Segunda, nadie con un poco de sentido común puede dejar de contemplar como un drama la operación del aparato del PSOE para hacer desaparecer a su secretario general y, posteriormente, su reinserción por la militancia. Este partido no está en crisis sino abierto en canal o, dicho con el lenguaje de la nueva ejecutiva, es un partido de partidos, que pretende un imposible, como su fórmula nación de naciones, el cuadrado redondo. Tercera, la sociedad, el pueblo o gentío sigue con gusto los gestos del presidente de la cosa: aquí no pasa nada. La corrupción pasará y Rajoy seguirá gobernando con una oposición de opereta. El gentío imita con fruición a los militantes del PP: aquí no pasa nada. Desaparecidas las estructuras organizativas fundamentales del PP, este partido queda reducido a ser una parodia angustiosa de la vieja fórmula de los liberales: un partido de individuos abstractos. A abstractos individuos de una sociedad es a lo que quiere reducir el PP la nación española…

Pues eso, amigos, es lo que se ha celebrado en el Congreso de los Diputados: o seguir con este lodazal o convertirnos en seres de fácil estabulación. Y el problema más grave es que nadie ha entonado una oración fúnebre. Ni para eso hay cuajo.

En España

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