Los juntaletras, que solemos ser unos pelmas, nos pasamos la vida practicando el feo vicio de exprimirnos las meninges en busca de ideas, argumentos, ocurrencias y frases brillantes con los que llenar las cuartillas por las que los editores nos pagan las cuatro perras con las que vamos tirando.
Pero a veces algunos beneméritos políticos tienen la gentileza de regalarnos imágenes que simbolizan de tal manera sus palabras, obras y omisiones que cualquier argumento sobra. La última ha sido, naturalmente, la maravillosa alineación del Govern legítim con la pierna ectoplásmica del traidor Santi Vila como eterna recordación de la chapuza falsificadora. ¡Desde aquí se oyen las carcajadas del padrecito Stalin al ver que sus discípulos catalanistas son incapaces de llegar con el sofistícadísimo Photoshop a los extremos de orwellianización fotográfica alcanzados en sus añorados días con medios artesanales!
El afán falsificador de la realidad goza de larga tradición en el catalanismo, esa ideología tan razonable, moderna y moderada que ha provocado el cariño y la admiración de los políticos españoles de todos los partidos durante décadas. En sus pecadoras carnes lo sufrió nada más y nada menos que el fundador del catalanismo político, Valentí Almirall. Pues su evolución intelectual le llevó en sus últimos años a arremeter con duras palabras contra sus antiguos conmilitones y a renegar de los planteamientos ideológicos que sostuviera cuando redactó en 1886 su obra clave, Lo catalanisme. Todo ello lo explicó con claridad en el prólogo que redactó para la última edición en vida suya, la de 1902. La falsificación ha consistido en la eliminación sistemática de dicho prólogo en todas las ediciones posteriores de Lo catalanisme hasta hoy, escandalosa vulneración de la voluntad del autor, que de este modo sigue siendo reivindicable por los separatistas de hoy. Por cierto, ironías de la historia: el arrepentimiento almiralliano, cierto y evidente, ha sido borrado de la faz de la tierra, mientras que el sabiniano, falaz y retorcido como todo lo que salió de la pluma de aquel gran orate, sigue siendo tomado en serio tanto por sus seguidores como por sus opositores; sobre todo por éstos, que siguen demostrando un siglo después de aquella eficacísima mentira su incorregible analfabetismo político.
Otro ejemplo destacado salió de la pluma de Rovira i Virgili cuando propuso borrar de los libros de historia de Cataluña los episodios que no encajasen con el esquema preconcebido por los catalanistas. De este modo, dado su lamento por el singular apoyo del tradicionalista, monárquico y católico pueblo catalán a la causa carlista, Rovira proclamó:
Las guerras civiles carlistas que tuvieron lugar en el siglo pasado en Cataluña fueron una vergüenza nacional que había que borrar de la memoria de la gente, y que hay que dar por no existentes, como si nunca hubiesen existido.
Ésta ha sido la norma seguida por gobernantes, intelectuales y adoctrinadores catalanistas desde hace un siglo, y especialmente desde que la Constitución de 1978 puso en sus manos todos los instrumentos para la construcción de su régimen totalitario: el borrado de la realidad histórica de Cataluña y su sustitución por relatos deformados, cuando no directamente inventados. Sus víctimas han sido todos los reyes, gobernantes, guerreros, intelectuales, literatos, artistas y paisanos catalanes que, con sus dichos y sus hechos, han demostrado a lo largo de los siglos su total imbricación en la vida de España.
La conciencia española de los catalanes medievales no se menciona jamás, y si se menciona es para manipularla, al igual que el papel de los catalanes en la Reconquista, en la construcción del Imperio español, en mil batallas y guerras, en el conflicto dinástico del siglo XVIII, en la francesada y las carlistadas, en las guerras coloniales del siglo XIX, en la civil del XX, en la vida religiosa, cultural y artística española a lo largo de los siglos… No ha habido momento de la historia de Cataluña que no haya sido violado por los totalitarios, que la han convertido en un insulto a la decencia y la inteligencia. Josep Pla lo explicó con magistral brevedad:
El catalán es un ser que se ha pasado la vida siendo un español cien por cien y le han dicho que tendría que ser otra cosa.
Pero la historia no ha sido la única falsificada. Como observó Hannah Arendt, los movimientos totalitarios, para mejor organizar a sus adeptos, consiguen construir, incluso bajo circunstancias no totalitarias, es decir, cuando aún no han tomado el poder absoluto, "una sociedad cuyos miembros actúen y reaccionen según las normas de un mundo ficticio". La percepción crea la realidad. Y lo único que han percibido, leído, oído y visto los catalanes –y los vascos, pero no nos salgamos del tema– durante décadas ha sido la omnipresente falsificación nacionalista. Por eso buena parte de los catalanes viven, desde el punto de vista político, en una realidad virtual, en lo que alguna vez se ha definido, con gran acierto, como el Mátrix nacionalista.
Ahí está para demostrarlo ese "España nos roba" con el que los catalanistas han dado el último paso en su labor de envenenamiento de las masas, para prepararlas para la embestida final del golpe de Estado. Y tras ello, toda la inundación de mentiras, que se ha desbordado especialmente en estos tres últimos meses de agitación callejera: catalanofobias inexistentes, opresiones inexistentes, apoyos internacionales inexistentes, planes infalibles inexistentes, jaujas económicas inexistentes, oasis de honradez inexistentes, violencia policial inexistente, miles de heridos inexistentes, dedos rotos inexistentes, amenazas de ríos de sangre inexistentes, presos políticos inexistentes… y ahora gobernantes inexistentes. Salvo sus piernas.
¿Habrá llegado ya la hora de que los catalanes, incluidos los muchos miles que se han creído de buena fe la gran patraña catalanista, comiencen a comprender que se han burlado de ellos, que los han robado, utilizado, engañado y manipulado hasta el delirio? ¿Se darán cuenta de que el principal enemigo de la Cataluña de verdad –tanto la pasada como la presente y, sobre todo, la futura– es esa inmensa aberración intelectual y moral llamada nacionalismo catalán?