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Marcel Gascón Barberá

Rebelión en los calabozos del chavismo. Historias de El Helicoide

La rebelión en El Helicoide es una muestra más de valor de este grupo de personas privadas de libertad por alzar su voz contra el chavismo y denunciar la debacle que sus políticas comunistas han causado.

La rebelión en El Helicoide es una muestra más de valor de este grupo de personas privadas de libertad por alzar su voz contra el chavismo y denunciar la debacle que sus políticas comunistas han causado.
El Helicoide | Wikipedia

La noticia saltó este miércoles en Twitter: presos de conciencia venezolanos recluidos en la sede principal del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) en Caracas, El Helicoide, se habían rebelado contra sus carceleros y tenían el control de parte la enorme construcción futurista, que fue levantada en los años sesenta para albergar un flamante centro comercial y de congresos y fue expresión de los sueños de la Venezuela antes de convertirse en cárcel de la policía política. En diversos vídeos filtrados desde el interior y publicados en la red social, detenidos como el alcalde opositor Daniel Ceballos, el general Ángel Vivas o los activistas estudiantiles Lorent Saleh y Gabriel Vallés denunciaban airados ante una cámara de móvil que llevan años recluidos sin juicio, a menudo sin tratamiento médico y pese a la existencia, en algunos casos, de órdenes de excarcelación que el Sebin se niega a cumplir. Entre los que hablaron había dos extranjeros, un joven colombiano y el estadounidense Joshua Holt, que pedían ayuda a sus Gobiernos. En varias grabaciones se veía asimismo al estudiante capturado en las protestas de 2014 Gregory Sanabria con el rostro brutalmente golpeado. Según los testimonios que han llegado del interior de El Helicoide, efectivos de los cuerpos de seguridad del régimen chavista dispararon perdigones de plástico contra los presos y lanzaron gas lacrimógeno en las celdas y los angostos pasillos. Las imágenes que han trascendido muestran un lugar sucio y descuidado, donde se amontonan ventiladores y otros efectos personales de los detenidos. Que unos presos sin armas se hicieran con el mando de esta prisión improvisada hace pensar en la posible complicidad de miembros de la policía política. Cuando se terminaba de escribir este artículo la situación seguía siendo confusa en El Helicoide, de donde salían informaciones de un traslado masivo de presos comunes a otros penales y fuerzas del Gobierno trataban de retomar el control de la cárcel. Al mismo tiempo se informaba de que los cuerpos de seguridad del régimen hacían una redada masiva en la cárcel militar de Ramo Verde, otro de los centros que albergan presos políticos.

Independientemente de cómo termine y de las consecuencias que tenga, la rebelión en El Helicoide es una muestra más de valor de este grupo de personas privadas de libertad por alzar su voz contra el chavismo y denunciar la debacle que sus políticas comunistas han causado. Según el Foro Penal, hay 338 presos políticos en Venezuela, 54 de los cuales viven hacinados junto a reos comunes en El Helicoide. A continuación contaré brevemente quiénes son algunos de ellos. Son historias de heroísmo y dignidad personal sin matices que bien valdrían una película épica, y que no caben en el guión de la mayoría de los medios (en parte, pero no solo, por ser la lucha de sus protagonistas contra una dictadura de izquierdas).

Uno de los líderes de la revuelta pacífica de esta semana en los calabozos del Sebin esDaniel Ceballos, de 34 años. Ceballos era alcalde de la ciudad de San Cristóbal cuando fue detenido en 2014 tras repetidas amenazas públicas de Maduro por su destacado papel en las protestas contra el régimen de aquel año. El joven político del partido Voluntad Popular no estuvo entre la treintena de presos de El Helicoide liberados la pasada Navidad, y fue castigado durante semanas con un severo régimen de aislamiento y la privación de visitas a finales del año pasado. Su familia achaca el ensañamiento a la actitud desafiante de Ceballos, que, según se ve en los vídeos de la rebelión, lleva el pelo largo y barba de varios días y no oculta su desprecio y su furia contra quienes le tienen encerrado y han destruido su país. Los dos grandes apoyos públicos del político en el exterior son su madre, Nancy Ceballos, y su esposa, Patricia Ceballos, que se presentó a la alcaldía de San Cristóbal tras la detención de Daniel y arrasó con más del 70 por ciento de los votos. Quienes siguen la actualidad venezolana las habrán visto en vídeos enfrentándose con valentía a los agentes del régimen que les impiden la entrada en las rampas de El Helicoide. Nancy y Patricia son dos claros exponentes de esa estirpe de mujeres venezolanos bellas, orgullosas y arrojadas que la pesadilla del chavismo nos ha permitido conocer y serían icono y fuente de inspiración mundial de estar desafiando a un Pinochet o a un Videla.

Pareja importancia en la insurrección de El Helicoide parecen tener Lorent Saleh y Gabriel Vallés, dos jóvenes activistas contra el régimen que fueron entregados en 2014 por el presidente colombiano Juan Manuel Santos al Sebin mientras se encontraban en el país vecino a resguardo de la policía política chavista. Antes de llegar a El Helicoide, Saleh y Vallés pasaron solos en La Tumba, la otra cárcel caraqueña del Sebin, que está situada en los sótanos de un edificio en el corazón de la ciudad y se reserva a un puñado de enemigos del pueblo, concretamente los más temidos u odiados por el Gobierno. Las celdas individuales en que Saleh y Vallés pasaron las 24 horas de cerca de 800 días tienen un tamaño de 2x3 metros, el aire acondicionado a temperaturas muy bajas y permanentemente encendido, como la luz. Además de las breves visitas, el único contacto con la realidad exterior y la única noción del tiempo lo proporcionaba el ruido del metro de Caracas: cuando se ponía en marcha, Saleh y Vallés sabían que eran las seis de la mañana; cuando paraba, a las once de la noche, sabían que se acababa la jornada. Cuenta quienes les vieron llegar a El Helicoide que tenían problemas sensoriales como consecuencia del tiempo que pasaron aislados. También, que brincaban como pajaritos eufóricos al volver a tener contacto con gente. Pese a las malas condiciones, la tortura psicológica y la falta de atención médica, Saleh y Vallés no han retrocedido ni un milímetro en las posturas morales que les llevaron a estar presos. Otra de esas mujeres venezolanas que emocionan a todo el que no tenga el corazón de piedra es Yamile Saleh, la incansable madre de Lorent.

Vayamos ahora a Joshua Holt. Estadounidense de Utah y mormón, este joven que ahora tiene 26 años viajó a Venezuela en 2016 para casarse con una chica que había conocido por internet. Durante una operación policial, las fuerzas de seguridad chavistas los detuvieron a ambos en la vivienda de ella en Ciudad Caribia, donde el matrimonio vivía a la espera de obtener el visado de ella para viajar a Estados Unidos. La policía política les acusó de estar en posesión de rifles, munición, una granada y mapas detallados de Caracas, y uno de los hombres fuertes de la Revolución, Diosdado Cabello, ha afirmado que el estadounidense lidera una red de espías en América Latina. Según su familia, Holt ha perdido casi treinta kilos en prisión, y no ha sido tratado de sus recurrentes problemas de salud. En su intervención en los vídeos de la rebelión, el mormón recuerda que él y su esposa llevan dos años detenidos sin juicio, implora a su Gobierno que le ayude y niega que los incidentes en El Helicoide fueran un secuestro por parte de presos comunes a presos políticos, como habían sugerido desde medios chavistas. "Estoy aquí para mostrar que no estoy secuestrado", dijo en inglés Holt, que añadió: "Los únicos que me han secuestrado son los del Gobierno de Venezuela". El encargado de negocios de la embajada americana en Caracas, Todd Robinson, mostró su preocupación por el "motín" en El Helicoide. "La vida de Joshua Holt está en peligro, y llamamos de nuevo al Gobierno a que lo libere por razones humanitarias". Robinson –que es la primera autoridad en la legación estadounidense en Venezuela y ha denunciado los atropellos del régimen de una manera directa poco común en un diplomático– se presentó inmediatamente en la Cancillería venezolana, pero se marchó de allí sin recibir explicaciones.

La aparición más impactante en los vídeos es la del general Ángel Vivas. Apoyado en el bastón con el que camina, el militar de 61 años está rodeado de sus jóvenes compañeros de presidio y causa, que parecen protegerle con admiración y le ceden la palabra interrumpiendo sus apasionadas arengas con un silencio respetuoso. "Aquí no hay armas", dejando clara la naturaleza pacífica de la protesta. "La mayoría de estos jóvenes están secuestrados aquí, sepultados de por vida en una de estas mazmorras. Lo que quiere es justicia, libertad". La desviación extrema de la columna de Vivas –y las dificultades que debe de tener para moverse, acostarse o levantarse– se aprecia con claridad cuando se pone de pie para hablar. Es fácil imaginar el tormento que para un hombre enfermo de su edad ha de ser vivir sin atención médica en un lugar como El Helicoide, y sin embargo el general va perfectamente afeitado, con el pelo corto y arreglado y bien vestido con una camisa verde y pantalones vaqueros. Como ha recordado Maryorin Méndez, Vivas es ingeniero, tiene dos especializaciones en Estados Unidos y el Reino Unido, habla tres idiomas y "fue el primero que interpuso recurso ante el ‘Patria, socialismo o muerte’ con el que el chavismo expresó la cubanización de las fuerzas armadas. Maduro ordenó la detención de Vivas en 2014 al responsabilizarle de la muerte de un joven motociclista que perdió la vida tras chocar contra un alambre. El general había recomendado a través de Twitter a los manifestantes contra el régimen que atravesaran cuerdas "de nylon o alambre galvanizado" a una altura de 120 centímetros en las calles que conducían a los lugares de las protestas. El objetivo era defenderse de los paramilitares urbanos armados por el chavismo, que a menudo atacan y matan a quienes se manifiestan contra el régimen en Venezuela. Lejos de entregarse, Vivas se atrincheró en su domicilio. En esa situación pasó más de tres años, durante los que pudo vérsele haciendo guardia en la terraza armado con un fusil y pertrechado con un chaleco antibalas y en los que sus vecinos le ayudaron llevándole alimento y medicinas y ofreciéndole el acceso a internet y telefonía que le había bloqueado el Gobierno. El general fue detenido el 7 de abril del año pasado. Un joven se había estrellado con su vehículo en la puerta de su vivienda, y al abrir Vivas la reja para ayudarlo fue detenido por agentes del régimen. Según la familia y periodistas locales, el accidente era en realidad una trampa de la policía política para capturarle.

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