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Federico Jiménez Losantos

El sanchismo-leninismo, con el golpismo catalán

Se dan muchos de los elementos teóricos que impiden la liquidación de la democracia. Se están dando todos los elementos prácticos para liquidarla.

Se dan muchos de los elementos teóricos que impiden la liquidación de la democracia. Se están dando todos los elementos prácticos para liquidarla.
EFE

Como recordó ayer Javier Somalo en un gran artículo, hace sólo un año, la vicepresidentísima del Gobierno dijo: "en Cataluña, la democracia ha muerto". Y a continuación se unió a los enterradores. Porque fueron los dos días de la "desconexión" en Septiembre los que en rigor constituían ya el Golpe de Estado que obligaba a intervenir de inmediato al Ejecutivo. Pero Rajoy dejó correr el tiempo, que desde la Generalidad tomaran los colegios electorales para coreografiar un referéndum ilegal pero muy real, porque era parte del golpe. Doña Diáloga dijo como ante el de Artur Mas: que legalmente la votación no valía. ¡Como si jugara al parchís! Lo que no valía era lo que siguió haciendo el ruin gobierno de Rajoy, secundado por la abyecta oposición: hacer como que no había Golpe. Para no combatirlo.

El partido golpista mediático toma Madrid

Un año después de la reaccioncita escasa y, por breve, casi nula, del gobierno de Rajoy, la estructura política y mediática del golpe en Cataluña ha echado al Gobierno del PP, ha impuesto un Gobierno socialista, con el compromiso fundacional de llevar a referéndum la independencia catalana. Y como para hacerlo hay que destruir las bases del régimen constitucional, en apenas tres meses se ha instaurado un sistema de gobierno por decreto que es calcado de todo régimen comunista en su primera fase, de transición a una "democracia popular", "directa" para imponer la "justicia social, ya". Lo más importante es el "¡ya!"; acelerar la acción política vulnerando los trámites que impone la legalidad, y que precisan tiempo para cumplirlos.

En realidad, es el golpismo mediático de La Sexta, Cuatro y, ahora, TVE lo que llevó al Poder a Falconetti a medias con los golpijueces. Y es lo que sostiene esta operación que repugna a la mayoría de los españoles. La exhumación de Franco, nos dicen, "no podía esperar un minuto más". La acogida de los ilegales del Aquarius tampoco podía "esperar un solo día". La condena del diesel corría "muchísima prisa". La toma de RTVE era "inaplazable". Todo es "urgentísimo" y por decreto-ley. La bondad supuesta de los fines permite atropellar los medios, empezando por el reloj, el calendario y cualquier forma de medida y control. Porque de eso se trata: de evitar el freno a la acción de un Gobierno que se coloca fuera de la Ley.

Iglesias proclama el Co-gobierno social-comunista

Perdone el lector, pero no tengo más remedio que referirme a mi Memoria del Comunismo, porque lo que está pasando ahora mismo en España recuerda lo más estúpido que ha sucedido en todos los países que han caído bajo la dictadura comunista: el "aquí no puede pasar". Y pasa. Esta semana, el comunista Pablo Iglesias, incensador a sueldo del régimen narcoterrorista de Venezuela durante muchos años y que viene cobrando de la teocracia iraní desde que Pitita hacía de reportera pizpireta de La Tuerka, ha proclamado que su partido, o sea, el comunista Podemos, "cogobierna" desde el Parlamento. Y la RTVErka que le ha entregado Falconetti lo ha celebrado como lo que es: un paso importante en la creación de un régimen que sustituya al demócrata-liberal que pretende ser el constitucional del 78. Además, ha firmado con Falconetti –y el Izbestia (antes El País) lo ha loado con idéntico gozo– un programa económico que puede destruir la economía española en seis meses. ¿"Aquí no puede pasar"? Está pasando.

Los disparates en materia fiscal del programa Falconetti-Pablenin prueban algo que las sociedades en general y la derecha en particular no ha entendido jamás: la miseria es lo que necesita el comunismo en el Poder. Lo que ha hecho Maduro en Venezuela es acabar con el dinero mediante la inflación, lo mismo que Lenin. Eso lo fortalece, porque tiene en su mano la cartilla de racionamiento, es decir, la administración del hambre, que es el arma más temible para desactivar, amortecer y liquidar cualquier oposición.

Por supuesto, España está lejos de esa situación. Estamos en la UE. ¿Y de qué nos sirve ante lo más grave que le puede suceder a un país, que es que se perpetre, con apoyo exterior, un golpe de Estado para liquidarlo? Se dan muchos de los elementos teóricos que impiden la liquidación de la democracia. Se están dando todos los elementos prácticos para liquidarla. El que no lo quiere ver es porque está como Rajoy y Soraya hace un año: cobardeando en tablas, esperando que no pasara lo que había pasado ya.

La traición de Marlaska y Ana Pastor

Y lo que pasó hace un año sigue pasando ahora. Con un factor que lo agrava terroríficamente: el Gobierno de España apoya a los golpistas. Les debe el poder y lo está pagando. ¿Cómo? Atacando desde el Estado a los enemigos del separatismo, que básicamente son el PP, Ciudadanos y Vox. El guión es el de Iceta insultando a Arrimadas, pero lo repiten Falconetti y su vicepresidenta, que se fue con Lastra a celebrar un acto de Mongolia, la revista de Boye, el abogado de Puigdemont y condenado por terrorismo. La semana pasada decía aquí que la política española, o sea, antiespañola, la llevan dos bufetes: el de Garzón en Madrid y el de Boye en Barcelona. ¿Hay alguna duda, tras ver a Carmen la de Cabra riéndose con los chikos del maíz morado, de Boye y de Rufián, de Podemos y demás chequistas?

Una foto resume la traición a España del Gobierno: la de Marlaska con Torra, ataviado con el churro amarillo, camino de encajar, como el que oye llover, que en España hay presos políticos. Se lo espetó un empleado suyo, porque Interior, que es la policía autonómica catalana, depende de él. Y sonrió como un hámster amaestrado.

Pero como los golpistas están en el Poder, no están del todo solos: la rajoyana Ana Pastor ha hecho lo mismo que Marlaska al invitar al catanazi Torra al Congreso, siguiendo órdenes de Falconetti y a espaldas de Casado, que, la verdad, no sé a qué está esperando para limpiar de traidores del PP. Soraya y su pandilla lo afrentan un día sí y otro también. Se retratan, pero está claro que su empeño en sabotear a Casado es más que una venganza, que ya sería bastante sucio. De hecho, empieza a parecer un encargo.

Casado, entre el patriotismo y el partidismo

He leído completo el discurso de Casado ayer en Cataluña. Puedo suscribirlo de principio a fin. Pero el patriotismo, no sólo constitucional, sino simplemente nacional, se ve ensombrecido por la tendencia mostrada esta misma semana de culpar a Ciudadanos de no se sabe qué provocación a los golpistas por salir a la calle a quitar lazos amarillos, es decir, a no aceptar la dictadura golpista que el Gobierno acepta sumisa, perrunamente.

Además, Rivera protagonizó, en vísperas de la movilización cívica de hoy y del aquelarre separatista del miércoles, un enfrentamiento muy serio con la comisaria matinal de TV3, el verdadero partido de Torra y el golpismo irredento. Eso merece no ya respeto sino aplauso. Tal vez lo habrían hecho Casado o Abascal, pero lo ha hecho Rivera. Y no se le puede atacar en los términos que Montilla. Esas sorayadas se pagarán muy caras.

El patriotismo exige generosidad. Y la mezquindad fatalmente ligada al interés de partido es lo contrario del patriotismo. Si Casado cree que se puede ser patriota y sectario, o aparentarlo, se equivoca. Muchos dejaron de votar a su partido por su cobarde actuación en Cataluña. Y al insultar a Ciudadanos –y a Vox– por ser parte de esos compatriotas que limpian las calles de basura naziamarilla, nos sentimos insultados todos los que los vemos como verdaderos héroes. No se obtiene el respeto que no se guarda.

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