Si Abascal ambiciona crear una fuerza que desafíe de verdad a la derecha tradicional, tendrá, más pronto o más tarde, que dotarse de un programa económico populista. Es su asignatura pendiente.
La afasia más reciente y extendida insiste en pontificar sobre economía, política y sociedad apoyándose sobre un puñado de clichés anacrónicos. Me refiero concretamente a cinco términos: “izquierda”, “derecha”, “extrema”, “ultra” y “fascista”.
A Sánchez le gustan tanto los privilegios de presidente que no concibe otro rol que no sea el de prima donna en cada una de las circunstancias que le toca vivir.
Entre las salvajes subidas de impuestos pergeñadas por un para colmo ufano Montoro y la reducción de impuestos por importe de 19.000 millones de euros planteada por Casado hay una distancia sideral que excluye la componenda.
Se han confirmado de manera oficial los dos casos de Dengue detectados el pasado verano en personas de una misma familia. Esta enfermedad tropical no era desconocida en España, pero ahora parece que llega para quedarse.
Al menos nos cabe el consuelo de saber que no somos nosotros quienes lo hemos elegido, como nos pasó con Zapatero, sino que su desgraciada ascensión es obra de quienes quieren destruir España. No podían haber elegido mejor.
Ya se sabe el horror que siempre ha producido en los partidos comunistas ortodoxos que se desencadene un proceso revolucionario sin que ellos lo controlen.
El pensamiento de derechas, por su propia evidencia y adecuación a la realidad, puede parecer elemental y poco elegante, pero Scruton espanta esos riesgos con dos manotazos de sabiduría y sofisticación.