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Adrián Dupuy

Por qué también creo que soy de VOX

Creo que también soy de VOX, como me parece que también están empezando a serlo la mayoría de los españoles, incluidos los de Ciudadanos y los del PP.

Creo que también soy de VOX, como me parece que también están empezando a serlo la mayoría de los españoles, incluidos los de Ciudadanos y los del PP.
Abascal, en un acto de VOX | EFE

Soy –o he sido– del PP y he estado tentado de votar Ciudadanos, pero ya está bien de soportar mentiras. Los políticos me recuerdan al que canturreaba: "Por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tralará...". Los políticos actuales, y en especial los de izquierdas, aprendices de Goebbels, no tienen reparos a la hora de contar la mentira más gorda y luego repetirla muchas veces: dos y dos son cinco. Unos las cuelan, vale; el problema es que otros las aceptan como borregos, o posturean y se ponen de perfil, y ya está bien.

Porque se han aceptado sin rechistar imposiciones absurdas de determinados grupos de presión, como las que rodean a la Ley contra la Violencia de Género –lean a Luis del Pino– o el tema de los okupas, que hace preciso que algunos lleven a su programa ¡económico! la propuesta del desalojo inmediato por la policía de los okupas de las casas que ocupan ilegalmente, incluso a veces expulsando a sus legítimos ocupantes. ¡Pero si están cometiendo un delito flagrante! ¿Por qué no se está dejando intervenir a la policía? ¿Por qué hay jueces que sancionan a los propietarios que defienden su casa? No cabe un tonto más.

Porque en los partidos nacionales –PP y PSOE–, sus miembros del País Vasco, desvergonzados, defienden el cupo vasco o, más bien, su aplicación a beneficio de inventario, para pagar cada vez menos, cada vez que se necesitan sus votos. Y eso es algo que constituye no ya una vulneración de la Constitución y del principio de igualdad de todos en el sostenimiento de los gastos públicos, sino también, en el ámbito penal, un delito de malversación de caudales públicos o cuando menos una administración desleal, que no sé por qué la Fiscalía no investiga. Una investidura, o unos Presupuestos, no se pueden conseguir renunciando a cobrar lo que se debe.

Porque se han aceptado las pretensiones nacionalistas, por muy absurdas que sean, como la de gastar millones de euros en traductores simultáneos en el Senado. Vale que ellos estén locos –o muy cuerdos, según se mire–, pero ¿y los del PP o del PSOE, que lo aceptan sin rechistar, como si fuera lo más natural del mundo? Entre españoles, ¡traductores simultáneos! ¡Como en la ONU! Manda huevos.

Pero también creo que soy de VOX porque el maricomplejines de Rajoy, teniendo mayoría absoluta, no derogó la Ley de Memoria Histórica, y ha permitido las barrabasadas que está perpetrando la izquierda con ese empeño de reescribir la historia, exhumar a Franco –¡con la abstención del PP!– y olvidar todo lo demás. Todo lo que –también y más– hicieron ellos, quizá con mucha más saña y rencor.

Y porque Rajoy faltó a su palabra y no se atrevió a derogar la ampliación de la Ley del Aborto, en contra de lo prometido en el programa electoral, haciendo caer a Ruiz Gallardón, nuevamente, por no molestar, por estrategia electoral, por falta de ética o de principios morales, en definitiva, por ser un cobarde, que es un grave defecto, que no se debe confundir con la virtud del comedimiento.

Pero todas éstas no son más que anécdotas puntuales y dolorosas del principal problema al que ningún partido tradicional está poniendo coto, que es el de los ataques a la unidad de España. España y los españoles tienen que tener y recibir la misma seguridad, sanidad, educación y justicia en todo el territorio, y no está siendo así.

En seguridad se está consistiendo la ausencia de las Fuerzas Armadas en parte del territorio, o la salida de la Policía Nacional y la Guardia Civil, sustituidas por otras fuerzas del orden, de dudosa lealtad constitucional. En justicia resulta que hay "territorios del Ministerio" y "otros territorios" con sistemas informáticos incompatibles entre sí, de modo que la coordinación y la administración de justicia es un auténtico desastre. En sanidad, seguro que les ha pasado, si estás de vacaciones en Galicia y no eres gallego, malo. Uno tiene que buscar en la web "cómo actuar si tienes que acudir al médico fuera de tu autonomía"… y entonces solicitar una "tarjeta de desplazado" o acudir a urgencias, donde todo son problemas. ¡Españoles pidiendo tarjetas de desplazado, dentro de España! Así estamos.

En educación, qué les voy a contar que ya no sepan con lo que está pasando en Cataluña. No ya por el idioma, donde es realidad incontestable que en más de treinta años se ha consentido que en Cataluña unos padres españoles no puedan llevar a sus hijos a un colegio que les enseñe en español –¡ni siquiera uno privado!–, que es algo tan absurdo como lo de los traductores simultáneos, sino que no hay una política educativa común, un mismo nivel de exigencia académica, unos mismos textos, y así resulta muy fácil falsear la Historia y educar en la separación y el rencor.

Por todo lo anterior, que no se corrige, porque hay muchos políticos apoltronados en la hipertrofiada Administración autonómica, y porque ninguno se atreve a modificar la Ley Electoral para evitar los chantajes, creo que también soy de VOX, como me parece que también están empezando a serlo la mayoría de los españoles, incluidos los de Ciudadanos y los del PP, a causa del hipócrita postureo de sus jefes.

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