La sede del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid acaba de ser atacada con lanzamiento de pintura roja a la fachada y mensajes pegados a la puerta alusivos a la actividad del colectivo; no se trata en este caso de las clásicas referencias a la tauromaquia o a la caza, sino a los controles sanitarios o la mejora de la producción animal, por increíble que parezca.
El prestigioso catedrático de la UCM Manuel Pizarro Díaz comenta tan asombrado como indignado estas agresiones a través de una "Tribuna abierta" en el diario ABC; dice Don Manuel que "no entiende esta agresión a la profesión veterinaria", y se extiende luego en consideraciones sobre la beneficiosa actividad que tal colectivo científico proporciona a la sociedad.
Se duele también de que los animalistas nos igualen como especies del mismo ecosistema a hombres y animales, y muestra su temor de que el hombre urbano y, sobre todo, los legisladores urbanos caigan en las trampas animalistas. Con evidente razón se queja de que, una vez prohibida la mutilación de rabos y orejas, se conmine ahora a que, en aras a la esterilización obligatoria, no haya reparos en cortar los genitales, él lo dice con una sonora y castellana palabra que empieza con "c".
Tal palabra por cierto podría ser tachada de "machista" por dichos colectivos enloquecidos, ya que la esterilización masiva para evitar los abandonos propugnada por el animalismo se extiende también a los "o" femeninos, en este caso operación que requiere la invasión quirúrgica de la cavidad abdominal y por lo tanto la anestesia.
Allá por los años setenta, cuando nada más terminar la licenciatura en Ciencias Biológicas me matriculé en la Facultad de Veterinaria de Madrid en compañía de varios biólogos más, para tratar de sumar estos estudios a los nuestros, fui testigo de un movimiento vocacional de muchos jóvenes estudiantes que se incorporaban a las aulas motivados por su amor a los animales más próximos, los de compañía, y en especial los perros y los gatos.
A partir de este momento se revolucionó la veterinaria de pequeños animales y comenzaron a aparecer en muchas ciudades modestas clínicas que fueron gozando poco a poco de mejores medios: algunas evolucionaron hacia el concepto de hospital veterinario de animales de compañía y la tenencia de mascotas se revolucionó en pocos años consiguiendo que los animales domésticos se hicieran más longevos y cada vez recibieran mejores cuidados.
La valoración que ha de recibir a estas alturas la veterinaria de pequeños animales es extraordinariamente positiva, pero también debe participar del reconocimiento social la labor de los veterinarios encargados de la vigilancia sanitaria de los animales de consumo o los trabajos en pro de la selección de razas y estirpes cada vez mejores y más rentables. Están en juego nuestra salud y también muchos puestos de trabajo.
Como también comenta el profesor Pizarro, son muchos los veterinarios que muestran su entusiasmo vocacional colaborando con ONGs de manera desinteresada. El colectivo veterinario está en la actualidad muy diversificado en sus funciones, pero la inmensa mayoría de sus miembros tiene como característica común el amor a los animales, algo que nuca podrán comprender los fanatizados animalistas radicales.
Es momento de recordar a los miembros de Ciudadanos que fueron responsables con su apoyo a los animalistas en la Comunidad de la Rioja de la Ley de Protección animal de la misma, una demenciada sucesión de mandatos, propios de lo más radical del animalismo anti-humanizante que jamás hubiera podido imponerse sin la ayuda de estos supuestos liberales, sin duda engañados por los envenenados caramelos proporcionados por aquéllos.
Que un inspector pueda acceder a los domicilios sin orden judicial para comprobar el estado de los animales domésticos, algo que ni siquiera la policía puede hacer en ningún caso; o que sea obligatoria la esterilización eliminando el derecho de los propietarios no sólo a la presunción de inocencia, sino a la del sentido común, con la alegación de que "podrán fomentar el abandono" si no esterilizan: todo rayando en el liberticidio por no decir en la demencia.
En este momento conviene recordar que una cosa es el fomento de la esterilización en determinadas ocasiones para evitar la proliferación excesiva y el abandono de animales, y otra muy diferente la pretensión de obligar a la práctica quirúrgica de la extirpación de ovarios o testículos de la totalidad de la población doméstica de perros, gatos y demás mamíferos domésticos.
Afortunadamente los veterinarios recurrieron esta ley y posiblemente es tal recurso lo que les ha colocado en el punto de mira anarco-animalista, pero todo se daría por bien empleado si los miembros de Ciudadanos que se dejaron engañar reflexionaran ahora que le ven mejor las orejas lobunas a sus "amigos disfrazados de corderitos". Hay que exigirles que abandonen tales apoyos que tienen en La Rioja un peligrosísimo precedente.
El colectivo al que apoyó Ciudadanos no muestra ahora su faceta anti-taurina o anti- cazadora, sino su verdadera cara y su auténtico peligro social, que se pone de manifiesto en su reciente ataque al imprescindible colectivo veterinario.
Porque en España, afortunadamente, los postulados del animalismo radical no presentarían peligro de llegar al poder, autonómico o municipal, si no fuera por apoyos como el que comentamos, propios de políticos mal informados pertenecientes a ese tipo de ingenuos que van empedrando los infiernos con sus "buenas intenciones".
Y si no se dan cuenta pronto se lo recordarán los votantes, que empiezan a mostrarse hastiados de tanta demagogia.