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Pedro Fernández Barbadillo

Acaba el vals para los socialistas austriacos

Los demagogos, ahogados por su demagogia. No puedo encontrar mayor justicia.

Los demagogos, ahogados por su demagogia. No puedo encontrar mayor justicia.
El líder de los populares austriacos (OVP), Sebastian Kurz | EFE

Ni Italia, ni Francia, ni Alemania ni, por supuesto, España. Quien quiera otear los cambios de rumbo en la política europea debe fijarse primero en la pequeña Austria. Fue éste el primer país en el que un partido populista llegó al Gobierno nacional y en el que el consenso socialdemócrata se desmoronó; también en el que un partido de centro-derecha satélite de los socialistas ha evitado su extinción. Y ahora puede marcar el comienzo de la sustitución de los socialdemócratas por los verdes.

Sebastian Kurz, político profesional de poco más de treinta años de edad, ha pasado de ser un funcionario gris beneficiario del reparto de cargos entre las dos partes del bipartidismo tradicional a canciller y a salvador de su partido. En 2017 recibió el control absoluto del Partido Popular (ÖVP), consiguió quedar primero en las elecciones legislativas de ese año y formó una coalición con el Partido de las Libertades (FPÖ), la formación populista más exitosa de Europa, por encima del Frente Nacional de los Le Pen. En 2019, ese Gobierno de coalición se hundió debido a un escándalo de corrupción del jefe del FPÖ, Heinz-Christian Strache, el Ibiza-gate. Las elecciones de septiembre pasado no perjudicaron a Kurz, sino lo contrario: sus dos rivales, derechistas y socialistas, perdieron más de quince puntos. El SPÖ obtuvo los peores resultados desde 1918.

Si en los demás países europeos la tendencia es que los partidos contrarios a la inmigración y Bruselas (conservadores, AfD, Liga…) crezcan a costa de los socialdemócratas, en Austria el partido de centro-derecha sube y los otros dos bajan. Como en Alemania, Holanda y Suecia, en Austria también ha irrumpido un potente partido ecologista. En las elecciones de 2017, los Verdes quedaron por debajo del 4% y, por tanto, excluidos del Parlamento, pero el año pasado superaron el 13% y ascendieron a la posición de cuarto partido nacional.

Los Verdes se civilizan

Para formar un Gobierno de coalición, constantes en Austria desde 1983, Kurz, que ha podido elegir entre los liberales y los socialdemócratas, ha preferido a los verdes. Esta alianza ya es frecuente en Alemania. Los Verdes gobiernan no sólo con los socialistas, sino que en varios estados federados lo hacen como la otra pata de la gran coalición entre la CDU de Merkel y el SPD. Sin embargo, hay una diferencia sustancial. Los Verdes alemanes son parte de ese consenso socialdemócrata, mientras que los austriacos apoyarán a una derecha renovada y desacomplejada.

El programa que han aceptado los Verdes, dirigidos por Werner Kloger, es de los que en España provocan alertas antifascistas por parte de la clase moralmente superior: control de la inmigración, prohibición del velo islámico en las escuelas y bajada de los impuestos de la Renta y de Sociedades. A cambio, el ÖVP se ha comprometido a apoyar la descarbonización completa de la economía nacional para 2040 y la generación del 100% de la electricidad de fuentes renovables. Los populares tendrán once ministerios y los verdes cuatro.

La aceptación de este Gobierno por parte de los Verdes muestra el abandono del programa con que nació este movimiento en Alemania en la década de los 80, mezcla de utopismo sesantayochista y de extrema izquierda. Si en las elecciones de 2018 al Parlamento de la conservadora Baviera los Verdes obtuvieron un 17% de los votos y pasaron a ser el segundo partido se debió a que se han convertido en una formación atractiva para las clases urbanas, más que para los okupas y los viejos hippies. Los funcionarios y profesionales que votan a los Verdes en Viena, Múnich y París se han desideologizado y quieren tranquilizar su conciencia ecológica, pero no están dispuestos a renunciar a sus viajes en avión y a sus coches eléctricos, por mucho que éstos generen gases de efecto invernadero.

En conclusión, el Partido Socialista austriaco ha sido expulsado del centro político por el Partido Popular y ha quedado emparedado entre dos adversarios, uno de los cuales pretenderá crecer a su costa. Seguramente, les ocurrirá lo mismo a los demás socialdemócratas en Centroeuropa.

Los países más contaminantes del mundo se hallan en Asia y África, pero es en Europa donde la preocupación por la contaminación y el cambio climático (que son dos cosas distintas) se ha convertido en histerismo social. Los socialistas han difundido ese pavor y en la estampida están siendo pisoteados por la multitud. Los demagogos, ahogados por su demagogia. No puedo encontrar mayor justicia.

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