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José Carlos Rodríguez

Joe Biden, la victoria de la maquinaria demócrata

Biden, vicepresidente con Barack Obama, ha robado al socialista Bernie Sanders la condición de rival a batir. Ahora la carrera está muy igualada.

Biden, vicepresidente con Barack Obama, ha robado al socialista Bernie Sanders la condición de rival a batir. Ahora la carrera está muy igualada.
Joe Biden, dirigiéndose a la multitud en un mitin de su campaña para la nominación demócrata | EFE

"Nunca he visto a nadie que haya hecho una recuperación como esta". Las palabras pertenecen a Matt Seyfang, que forma parte del equipo de campaña de Pete Buttigieg, y se refieren al vencedor del Supermartes demócrata, Joe Biden.

Biden, vicepresidente con Barack Obama, ha robado al socialista Bernie Sanders la condición de rival a batir. Ahora la carrera está muy igualada, con 399 delegados en la cuenta de Joe Biden y 322 en la de Sanders. Sólo quedan 536 por repartir de aquí a la Convención Demócrata, que se celebrará en Wisconsin a mediados de julio. De modo que no salen las cuentas para un tercer candidato. Michael Bloomberg, tres meses y 500 millones de dólares después de lanzada su campaña, ha tenido que abandonar.

Cualquiera de estos tres candidatos, Biden, Sanders y Bloomberg, hubiera cumplido los 80 años en la Casa Blanca. Hombres, blancos, de edad provecta y con una fortuna personal que les sitúa en el odioso Uno por Ciento. Por el camino se han quedado varias mujeres (Tulsi Gabbard, Amy Klobuchar), negros (Deval Patrick, Cory Booker), asiáticos, latinos u homosexuales como el exalcalde de South Bend, Pete Buttigieg, que ha hecho de su condición sexual parte de su atractivo como candidato. Se ve que los votantes demócratas no asumen mayoritariamente la doctrina, que el partido ha hecho suya, de que los hombres blancos son la encarnación del Mal y no pueden guiar el Cambio Social Necesario.

Lo que hemos visto este Supermartes es el triunfo de la poderosísima maquinaria demócrata. Bernie Sanders es abiertamente socialista, y sus opciones de vencer a Donald Trump son exiguas. Según un reciente estudio realizado por Gallup, sólo un 45 por ciento de los estadounidenses estaría dispuesto a votar a un buen candidato que se definiera como socialista. Un 39 por ciento tiene una valoración positiva del socialismo; más que suficiente para apoyar a un candidato que vivió en un kibutz que adoraba a Stalin, pasó su luna de miel en la URSS y ha apoyado con mayor o menor entusiasmo a varios enemigos de los Estados Unidos. Pero no para conducirle a la Presidencia de los propios Estados Unidos.

Para los demócratas, expulsar del poder a Donald Trump es más importante que lo que lo fue en su momento hacerlo con Richard Nixon. Ser un candidato con visos de dar una patada en el trasero al empresario neoyorquino es crucial. Y eso no lo tiene Sanders. Sobre todo porque hay estados clave que basculan entre el rojo republicano y el azul demócrata y que, como Florida, pueden decidir la elección. Y en ellos las opciones de un hombre de ideas radicales como Sanders son menores.

En el Partido Demócrata lo saben. En cuanto se ha planteado esta situación, los candidatos que se han caído se han apresurado a socorrer a Biden, por varios motivos. Uno es apoyar las directrices del partido a fin de ganarse protección para su futuro político. Y otro, apostar por alguien con opciones de truncar la reelección de Trump. Ha triunfado la maquinaria frente al outsider, el crítico con pensamiento propio y unas bases enfervorecidas.

Sanders es la imagen especular de Donald Trump en el Partido Demócrata. Con una importante diferencia: Trump llegó a un acuerdo con el Partido Republicano, porque al fin y al cabo es un empresario que se ha pasado toda la vida negociando para conseguir que prevalezcan sus intereses. Sanders es un ideólogo y se resiste al compromiso, y sus entusiastas tampoco lo quieren. Desean romper Washington, con sus reglas e intereses creados, con su Partido Demócrata y su bipartidismo, y llegar ya a las reformas que desean, empezando por la sanitaria. Reformas que, sí, son socialistas. Sus apoyos están entre los jóvenes que no han aprendido a temer al socialismo, los latinos que vienen de una cultura donde éste no causa temor y los sectores más a la izquierda. Como en el caso de Trump, una parte importante de su base se siente ajena al sistema político.

El final de la carrera de Bernie Sanders no está escrito. Se ha llevado el poderoso estado de California, y todavía puede ser el elegido en Wisconsin. Si fuera el caso, tendríamos que acordarnos del senador George McGovern, que lideró a los demócratas con una plataforma mucho más a la izquierda que la mayoría del país y que cosechó ante Nixon una derrota de dimensiones históricas.

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