Cada declaración institucional de Pedro Sánchez es una pura exhibición de coreografía corporal ensayada. Y eso es lo peor de todo: que salta a la vista.
La actitud del Gobierno y sus palmeros de la prensa y la intelectualidad en el primer capítulo de esta crisis que se promete larga y dolorosa es de un narcisismo adolescente de consecuencias gravísimas.
Ante el desastre inminente que se nos viene encima, y con el arsenal de las políticas convencionales prácticamente agotado e inservible, el BCE podría planteárselo.
Sánchez es un auténtico peligro público, y su Gobierno en pleno, una calamidad que no hace sino agravar la situación en que se encuentra España, de extraordinaria gravedad.
Intuimos hoy el sorprendente paso de la civilización urbana universal a una especie de nueva Edad Media, solo que ahora se va a producir de golpe, de forma impensada.