Nos estamos moviendo rápido para frenar la expansión del coronavirus. Pero no lo suficiente. Hay, sí, un antes y un después, pero todavía queda mucho de 'antes'.
Es difícil ser más miserable, pero desde aquel infausto agosto de 2017 no cabe esperar de los nacionalistas nada más que reacciones a la altura de su mezquindad.
Cada declaración institucional de Pedro Sánchez es una pura exhibición de coreografía corporal ensayada. Y eso es lo peor de todo: que salta a la vista.
Ante el desastre inminente que se nos viene encima, y con el arsenal de las políticas convencionales prácticamente agotado e inservible, el BCE podría planteárselo.
Intuimos hoy el sorprendente paso de la civilización urbana universal a una especie de nueva Edad Media, solo que ahora se va a producir de golpe, de forma impensada.