Lo único que nos da el Gobierno para luchar son nuestros propios sacrificios. Y encima se recochinean de nosotros diciéndonos que eso les tiene muy satisfechos.
El Gobierno especula con mantenernos bajo arresto domiciliario hasta que Sánchez y sus socios entiendan que se puede volver a salir a la calle sin peligro. Sin peligro para ellos, que es de lo que se trata.
Lo que está en juego no es Twitter o Facebook o los mensajes del cuñado en WhatsApp: lo que está en juego es la libertad de expresión y con ella la democracia.
No veo crespones negros en los balcones, ni las imágenes de absoluta desolación que deben estar pasando sus amigos y familiares. España se ha tornado esta vez en un amasijo de bufones, teñido por tributos sensibleros y superficiales.
El colapso económico planetario provocado por el virus va a dar lugar a un inmenso, inabarcable, descomunal océano de deuda soberana emitida por los Estados.
Trece mil cincuenta y cinco muertos y novecientos mil parados oficialmente y la televisión pública se dedica a las chanzas, las bromas, los chistes y los gags sobre la tragedia.
Bonificar las cuotas de los autónomos mientras dure esta crisis sanitaria es una obligación, el camino correcto para ayudarles a superar el bache y salir lo antes posible de la recesión.
Lo único que sigue creciendo, tanto con respecto al tercer trimestre del 2019 como en términos interanuales, es el consumo de las administraciones públicas.
En vez de atender a los hechos que recomendaban ir en la dirección contraria a la que estaba tomando el Gobierno, se volcaron en reforzar las consignas que salían de la Moncloa.