No estamos ante unos majaderos que no saben gestionar una crisis, sino frente a un grupo político dispuesto a aprovechar esta tragedia para avanzar definitivamente en su agenda liberticida.
Cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial en Europa el 8 de mayo de 1945, casi cinco años después de su nombramiento como primer ministro, Churchill tenía un lugar asegurado en la historia.
Churchill era antisocialista, de haber prevalecido sus ideas, Gran Bretaña habría intervenido más activamente en la guerra civil rusa después del golpe de Estado leninista de 1917 y tal vez se habría evitado el triunfo de lo que él llamó el “bolchevismo”.
Su terca y solitaria oposición a Hitler le convirtieron en el obvio sucesor de Chamberlain. De modo que, el 10 de mayo de 1940, tras dimitir Chamberlain, el rey le pidió formar Gobierno.
Siguen en su mundo de fantasías ideológicas y negacionismo de la realidad. Al final, entre las ruinas, proclamarán a la vez que no ha pasado nada y que nos han salvado de todo.