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Pablo Planas

Franco, Franco, Franco

Cincuenta mil muertos por el coronavirus. Franco. Cae el PIB. Franco. Sube el paro. Franco. Problemas con los ERTE. Franco.

Cincuenta mil muertos por el coronavirus. Franco. Cae el PIB. Franco. Sube el paro. Franco. Problemas con los ERTE. Franco.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d) y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo (i) a su llegada a la sesión de control al Gobierno en el Congreso. | EFE

Espectacular maniobra del apuesto Pedro, que no sólo ha ganado la Guerra Civil ocho décadas después sino que ha encontrado la fórmula magistral para mantenerse en el poder sin sobresaltos. Fuentes de toda solvencia de Moncloa cuentan que no es extraño oír al presidente del Gobierno invocar con frecuencia el espíritu del dictador por los pasillos del complejo: "Franco, Franco, Franco". No se corta un pelo. El general es una fuente inagotable de recursos, el comodín interminable, un as tras otro as en la manga, una especie de amigo imaginario del líder del PSOE.

Cincuenta mil muertos por el coronavirus. Franco. Cae el PIB. Franco. Sube el paro. Franco. Problemas con los ERTE. Franco. No se tramita el Ingreso Mínimo Vital. Franco. Colas del hambre. Franco. Okupaciones. Franco. Pase lo que pase, Franco es el principio y el fin, el culpable y la solución.

La explotación intensiva del fantasma comenzó con la exhumación del cadáver, continuó con la expropiación del Pazo de Meirás, alcanza al Valle de los Caídos, seguirá con el cierre de la fundación que lleva su nombre y llegará al paroxismo con la demolición de la cruz que preside el monumento regido por los benedictinos, a los que, por cierto, les quedan dos telediarios en el cenobio.

Nada más aprobar el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, el bello Sánchez habló en Twitter:

Como era de esperar, parte del personal tuitero le mentó los muertos de la pandemia, víctimas sin reconocimiento ninguno y sobre las que la Fiscalía de Dolores Delgado pretende extender un manto de olvido. Más los trescientos crímenes sin resolver de los terroristas etarras, que no son de hace ochenta años, sino de diez. Pero Sánchez ya está en otra cosa mientras la portavoz proetarra en el Congreso, Mertxe Aizpurua, enseña el colmillo y deja claro quién ganó esa guerra no tan lejana que la banda terrorista le declaró a los españoles. "Estamos aquí, condicionando el Gobierno de España", declaró ufana en la cámara.

La vicepresidenta Carmen Calvo no tiene ningún problema en negociar con esa mujer, a diferencia de lo que le pasa con el portavoz de Vox Espinosa de los Monteros. "Hablo con usted porque estoy obligada legalmente", le ha soltado. Guerracivilismo en estado puro. Algunos miembros del Gobierno están desatados, buscan la bronca. Les parece perfecto que Rufián pida ilegalizar el PP, pero no toleran que Vox demande lo mismo respecto a ERC y Bildu.

No es una ley, es una declaración de guerra, un ajuste de cuentas que pasa por alto los crímenes cometidos en nombre de la República, las checas, las sacas, Paracuellos y la persecución religiosa. Y quieren dar la nacionalidad española a los descendientes de los miembros de las Brigadas Internacionales, unos sujetos que se presentaron voluntarios para matar. Pretenden crear un clima irrespirable con el que tapar que los fondos europeos no llegarán de golpe ni a tiempo, que el Estado no tiene recursos para hacer frente a las falsas promesas del Gobierno y que se avecina una crisis económica y social sin precedentes y agravada por la pavorosa incompetencia de buena parte del gabinete de Sánchez e Iglesias.

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