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Agapito Maestre

Dictadura española y prejuicio europeo

Toda la UE vive instalada sobre un prejuicio: “España va hacia una dictadura”. Es necesario decir una sencilla verdad: vivimos en una dictadura.

Toda la Unión Europea vive instalada sobre un prejuicio: “España va hacia una dictadura”. Falso. Me parece que lo real es más grave. Nuestra situación empieza a ser preocupante en cada rincón de la UE. No solo me refiero a la desagradable y onerosa circunstancia de habernos convertido en un objeto de estudio, una singularidad histórica, sobre un “Estado fallido” en el interior de la Unión Europea, sino también a algo que puede afectar a la vida política y privada de millones de seres humanos en la UE. Más que las razones, los argumentos lógicos y los juicios éticos, son los prejuicios, las manías, como nos enseñara Freud y el psicoanálisis social, los principales motivos que determinan el comportamiento humano. Y el prejuicio sobre la “España de Sánchez-Iglesias” empieza a calar en toda Europa.

El prejuicio sobre que España “va hacia una dictadura”, sin duda alguna, será a medida que pase el tiempo cada vez más difícil de derribar y combatir, porque es, sencillamente, la coraza de millones de personas para protegerse, o sea para eludir a cualquier precio una realidad aún más humillante y dolorosa: España vive en una dictadura. Peculiar dictadura, sin duda alguna, pero es dictadura. La prensa libre, que no hay mucha, viene advirtiendo hace tiempo sobre los signos autoritarios del Gobierno Sánchez-Iglesias, pero ahora es menester dar otro paso y contar lo real. Levantar acta cada día de la derrota de la democracia en España es combatir el prejuicio de los europeos sobre nuestro destino. Es necesario decir una sencilla verdad: vivimos en una dictadura. Es menester desengañar a quienes mantienen el prejuicio de que vamos hacia una dictadura.

Sí, mientras España va hacia la dictadura, racionalizan millones de psiconeuróticos de la UE, quedémonos quietos, no afrontemos y menos enfrentemos un régimen político autoritario y dictatorial. Nada pueden las razones frente a los fanáticos. Además, una vez que tenemos localizado el mal, confinémoslo en la península e islas españolas, y esperemos pacientemente, como esperamos en las terribles epidemias del pasado o de la actual de la covid-19, “hasta que el veneno se consuma a sí mismo y termine por perder su virulencia”. Éste es, sin duda alguna, el núcleo duro del prejuicio. Es lo más difícil de vencer. Cuanto más fijado está un prejuicio, como diría Alexander Mitscherlich, uno de los grandes psicoanalistas de nuestro tiempo, tanto más disminuye la posibilidad de que el yo, dicho en otras palabras, lo racional, influya para destruir el prejuicio.

De ahí que sea tan importante, antes de que se fije y extienda el prejuicio por toda Europa, que los españoles nos dirijamos a la UE para decir qué está pasando aquí, o sea, demos razones sobre la instalación en nuestro país de un régimen dictatorial. Razonemos, pues, sin prejuicios y, por supuesto, sin exageraciones. Es obvio que aquí no vivimos en una dictadura comunista, porque aún no hay un partido único que se confunda con el Estado y la Sociedad; pero existen múltiples pruebas, hechos y circunstancias, aparte de la ideología de Podemos, separatistas, exterroristas y socialistas, sobre la desaparición paulatina, especialmente desde la llegada al poder de Sánchez por una extraña moción de censura, de la principal pauta que define un sistema democrático. En efecto, las diferencias, las radicales divisiones y diferenciaciones entre los ámbitos del poder, el derecho y el conocimiento, que definen una sociedad democrática han ido destruyéndose en España de modo tan rápido y profundo que hemos llegado, en solo diez meses, a asumir como normal que el Gobierno decida asaltar el poder judicial sin otro límite que chantajear al PP: o me votas los jueces del CGPJ o cambio la ley para que los nombre el Gobierno de Sánchez-Iglesias.

En fin, como he repetido aquí ciento de veces, nada se mueve, ningún poder, sea político, intelectual y jurídico, sin el control de Sánchez-Iglesias. Más aún, el poder gubernamental determina hasta tal punto las esferas del saber y del derecho que parece no haber diferencias entre unos y otros. La identidad del poder, el saber y el derecho, durante la gestión de esta epidemia, ha sido de tal envergadura que es difícil hallar un Gobierno más despótico en el mundo que el español. Se ha llegado a mantener, desde marzo hasta hace unas semanas, que todas las decisiones se tomaban de acuerdo con los argumentos de un comité de expertos que, según el mismo Gobierno de Sánchez-Iglesias, no ha existido nunca… Esta vulgar mentira es una sencilla prueba de que esto, el estaribel montado por los socialistas, los comunistas, los separatistas y los exterroristas, es una indecente dictadura.

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