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José García Domínguez

Podemos y la persecución del español

Con lo muy fácil que sería ejercer el sagrado derecho a decidir en ese asunto de la inmersión. ¿O no, diputado Echenique?

Con lo muy fácil que sería ejercer el sagrado derecho a decidir en ese asunto de la inmersión. ¿O no, diputado Echenique?
Pablo Iglesias y Pablo Echenique. | EFE

Un viejo rojo descatalogado de los que no se arrepienten de nada, yo mismo sin ir más lejos, quizá podría haber esperado algo de esa nueva izquierda naíf mesetaria, y hablo claro está de Podemos, si tuviese como himno corporativo, qué sé yo, España en marcha. Pero con unos tipos y tipas que cierran sus mítines entonando La Estaca, cancioncilla que posee como protagonista muy real a un racista de pueblo que militó en los escamots de Estat Català, el famoso abuelo Siset, no se puede ir a ninguna parte. En Podemos, y al margen de la componente alícuota de cinismo que cabe presumir en cualquier grupo de profesionales a tiempo completo de la política, hay un problema de ingenuidad sincera que, en última instancia, procede de la simple ignorancia; una ignorancia que alcanza cotas enciclopédicas cuando se trata de la querella lingüística catalana. Así, en tanto que el catalanismo formaba parte del pack de la mitología canónica antifranquista al mismo nivel que las carreras delante de los grises, su rendido asentimiento a la persecución institucional del castellano en el País Petit ha devenido un genuino acto de fe.

Nada que ver con la abierta hipocresía al respecto de un Iceta o de un Montilla. Lo suyo, ya se ha dicho, es más bien un híbrido de devoción y desconocimiento generacional. Una ignorancia y una devoción que les impiden siquiera cuestionar la veracidad de ese mantra un millón de veces repetido, el que sostiene que en la sociedad catalana existe un amplísimo consenso transversal a propósito de la cuestión de la lengua. Pues ocurre que la inmersión lingüística obligatoria en catalán no resulta ser una novedad de ayer ni de antes de ayer. Bien al contrario, en Cataluña está proscrito el uso docente del idioma español en la instrucción primaria desde principios de la década de los ochenta del siglo pasado. Mes arriba, mes abajo, unos cuarenta años, el mismo tiempo que duró la dictadura del general Franco. El mismo. O sea, que algo ha llovido desde que aquel cura fanático y trabucaire del PSAN, Joaquim Arenas, destruyó por las bravas el proyecto de bilingüismo escolar que históricamente había defendido la izquierda catalana, con los pedagogos socialistas y comunistas de Rosa Sensat a la cabeza. Con lo muy fácil que sería ejercer el sagrado derecho a decidir en ese asunto de la inmersión. ¿O no, diputado Echenique?

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