La muerte de Diego Armando Maradona puso al descubierto, una vez más y de manera muy notoria, el fanatismo que ciega a muchos en Argentina. “El mundo lo llora”, “daba todo por la camiseta”, “fue un Dios”, “fue el más grande de la historia”, “lo amo”, son algunas de las frases repletas de emoción y ausentes de toda razón que se oyen en estos días.
Por supuesto que los medios de comunicación aún ocupan buena parte de su programación en destacar la vida de Maradona y en mostrar la congoja y tristeza de “todos los argentinos” (énfasis en las comillas). De hecho, después del fallecimiento del futbolista, se podía observar en las imágenes a personas llorando y gritando de una forma que realmente impresionaba. Pienso que ni siquiera ante la muerte de un ser querido reaccionarían de semejante manera.
Ante las críticas de algunos debido al comportamiento que Maradona tuvo en vida, muchos llamaron a separar los asuntos, ergo a no entrometerse en su vida personal y solamente hacer hincapié en sus grandes logros como futbolista, que “llenaron de alegría” al país.
El problema aquí no está relacionado con los elogios o las críticas a Maradona, sino con la doble vara para hacerlo, con la irracionalidad y la ausencia total de análisis, que lleva a muchos a incurrir en el culto a la personalidad. Y esta forma de reaccionar ante la muerte del futbolista atraviesa cualquier tipo de nivel intelectual o económico. Y parece que muchos olvidan que el fútbol, al igual que el ajedrez, el bádminton o el póker, es solo un juego.
Veamos algunos de los más repudiables comportamientos de Maradona que nos piden que dejemos de lado:
En 1994, cansado del acoso periodístico, disparó con un rifle de aire comprimido a los reporteros que se encontraban frente a su quinta. Claro que muchas veces los periodistas hartan a los famosos, pero lo cierto es que se encontraban fuera de su propiedad. El precio de la fama lo pagan muchos, pero no todos reaccionan de esa manera. El episodio finalizó con cinco heridos. Buena forma de resolver el asunto, como los grandes.
En el año 2000, Mirko Saric, un futbolista de San Lorenzo de Almagro de tan solo 21 años, se suicidó. Se decía en aquel momento que lo hizo por las presiones del fútbol. ¿Qué hizo "D10s" (como le dicen en Argentina)? No tuvo mejor idea que burlarse del difunto públicamente, para que también lo oyera la familia del joven deportista. “El suicidio es para cagones”, expresó. Un verdadero poeta. Parece que el Diego sí podía burlarse de los difuntos, pero nadie puede manifestar críticas a Maradona después de fallecido. Por lo visto, Saric cometió el crimen de no haber sido tan bueno como “D10s”.
Aparentemente, los “cagones” se quitan la vida, pero los machos pegan a las mujeres, según la extraña mentalidad de Maradona. En el año 2014, su entonces novia Rocío Oliva denunció que “el más grande de todos los tiempos” la golpeaba, y de hecho en una oportunidad pudo grabar uno de esos lamentables episodios, en los que aparece “D10s”, en un profundo estado de ebriedad, propinando todo tipo de insultos a su pareja y luego golpeándola. Y todo debido a que Oliva se negaba a dejar el celular. Me pregunto qué tipo de deidad actuaría de forma semejante.
Respecto de este último episodio, cabe destacar que una actriz argentina, Thelma Fardin, que había denunciado junto al colectivo Actrices Argentinas al reconocido actor Juan Darthés por abuso sexual, despidió con cariño a Maradona. Aparentemente, si Darthés hubiera sabido jugar al fútbol, tal vez podría haber evitado la denuncia.
Maradona, también adorado por parte de la progresía nacional, tuvo otros comportamientos progres ejemplares, como llamar a Florencia de la V, una famosa trans argentina, “Florencio”, “topu" (puto al revés) y “pibe”, además de afirmar: “Yo lo respetaba hasta hoy, ahora lo invito a jugar un partido”. Una verdadera joya este D10s.
¿Y qué decir de cuando apareció semidesnudo junto a mujeres menores de edad en Cuba, donde supuestamente había ido para recuperarse de su adicción a las drogas? “Un grande”, verdaderamente, sobre todo al lado de esas jóvenes.
Los que tuvieron que esperar a ser grandes fueron algunos de los hijos de Maradona, que fueron reconocidos por el Diego décadas después de su nacimiento. Parece que aquel que daba “todo por la camiseta”, es decir, por un pedazo de tela, no lo hacía por sus propios hijos. Recién tuvo la amabilidad de hacerlo cuando se peleó con sus dos hijas que sí habían tenido la suerte de haber sido reconocidas por el astro. Maradona reconoció a Jana casi 20 años después de su nacimiento, en tanto que hizo lo propio con el italiano Diego Jr. después de que el joven cumpliera 30 años. Más vale tarde que nunca, claro.
Es que Diego estaba acostumbrado a dejar hijos desparramados por el mundo. Todavía hay más jóvenes que aseguran ser hijos de Maradona, y no me sorprendería que así fuera, ya que, evidentemente, su fertilidad era directamente proporcional a su habilidad para el fútbol. Claro que no todos tienen la misma suerte, como es el caso de un periodista argentino, Jorge Rial, quien es estéril y tiene dos hijas adoptivas. Si bien Rial no es santo de mi devoción y tiene un historial bastante oscuro como periodista, por el que se lo puede criticar, y duramente; lo cierto es que no sé si afirmar que tiene “los huevos duros”, como lo hizo D10s, hubiera sido lo más acertado. Pero vamos, ¿quién soy yo?; si al balón debo patearlo con la punta de los dedos para no errarle.
Maradona también se atrevió a opinar sobre política. En su juventud, allá por 1979, visitó al dictador Videla con el resto de la selección sub-20 para recibir las felicitaciones del Gobierno tras haber ganado el Mundial juvenil. Pero tengamos piedad, era demasiado joven, pudo equivocarse. Luego, ya adulto, se fotografió junto a Alfonsín, formó una amistad con el siempre acusado de vender a la Argentina por su "neoliberalismo" Menem y se mostró frente a los medios de comunicación con una camiseta en la que le agradecía a otro tildado de "neoliberal vendepatria" como el exministro de Economía Cavallo. También se mostró junto a De la Rúa, luego con Néstor Kirchner y también fue un gran admirador de la expresidenta y actual vice Cristina Fernández de Kirchner. Pero lo peor de todo fue su amistad con los difuntos dictadores Fidel Castro y Hugo Chávez, y más recientemente con Nicolás Maduro. Maradona fue uno de los más importantes propagandistas de las tiranías más opresivas de América Latina. Decían que se enfrentaba al poder, pero en realidad se arrodillaba ante él y se dejaba usar de forma grotesca, un verdadero tonto útil.
¿Y cómo olvidar aquella oportunidad en que elogió al exdictador iraní Ahmadineyad, un negacionista del Holocausto que llamaba a borrar a Israel del mapa (genocidio) y que mandaba a la horca a homosexuales y opositores? “Ya conocí a Fidel [Castro], a [Hugo] Chávez, ahora sólo me falta conocer a su presidente. Yo quiero conocer a Ahmadineyad", le dijo al encargado de negocios de Irán en Argentina en 2007. “Mi corazón está con el pueblo iraní”, agregó, mientras el mismo pueblo iraní sufría los crímenes del psicopático régimen islámico. Por supuesto, en la misma línea, se reunió con el promotor del terrorismo, totalitario y corrupto presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abás antes del Mundial de Rusia. Durante el encuentro, le manifestó todo su apoyo. Bueno, de todos modos, Maradona abrazado a ladrones y tiranos es algo a lo que estábamos acostumbrados.
Y así como fue usado por el poder en vida, también lo fue ya fallecido. El presidente Alberto Fernández, el títere de su mal llamada vice Cristina Kirchner, decidió brindar la Casa Rosada para que el “pueblo” pudiera despedir a su ídolo, pero como era de esperar, todo terminó en serios incidentes y detenidos cuando muchos intentaron ingresar por la fuerza.
Miles de personas habían concurrido para dar el último adiós a Maradona. El Gobierno permitió que una multitud aglomerada fuera de la Casa Rosada hiciera fila para poder arrojar camisetas, flores o lo que fuera al ataúd. Esto sucedió, a pesar de que la gente común no pudo despedir a sus seres queridos antes de que fallecieran por las rígidas directivas sanitarias impuestas por las autoridades a causa del coronavirus. Esto no sorprende, claro, porque el mismo presidente Fernández incumplió con las pautas impuestas por él mismo en reiteradas oportunidades.
El Gobierno quiso sacar un rédito político de la muerte de Maradona, pero le salió el tiro por la culata, al igual que en el resto de las medidas que ha tomado desde que asumió. Argentina tuvo la cuarentena más larga del mundo, es uno de los países más golpeados por la pandemia, y a nivel económico está cada día más destruido, con empresas yéndose del país y con cada vez más pobreza. Y estos últimos acontecimientos hundieron aún más a un Gobierno hipócrita, autoritario y negador.
Muchos afirman que hay que separar al jugador de la persona, de sus cuestiones personales. ¿Sí? En tal caso, ¿a qué llaman “cuestiones personales”? ¿Cuál es el límite que se debe soportar para separar lo deportivo del comportamiento de un ser humano? ¿Acaso tendría que haber llegado a asesinar a alguien para que eso no opacara su carrera futbolística? Bueno, de hecho, cuando falleció el famoso boxeador Carlos Monzón, años después de haber asesinado a su mujer, también fue despedido como un héroe en 1995 al grito de “dale campeón”. Tal vez eso sea lo que llaman “la magia del deporte”.
El fanatismo ciega, idiotiza. El problema aquí no sólo consiste en que a Maradona se le perdonaron todas sus barbaridades por haber sido un buen jugador, sino que se le perdonaron actitudes que jamás se le habrían disculpado a otra persona. Imagínese a usted mismo, estimado lector, habiendo llevado a cabo solo una de las animaladas mencionadas anteriormente. ¿La gente separaría su actividad laboral de su persona? ¿Se lo justificarían de alguna manera? Para nada, seguramente lo insultarían, y con razón. Los peros no son para todos.
Mi intención no es criticar a Maradona por nimiedades, como veo que algunos de sus críticos hacen. No me interesa su drogadicción, su alcoholismo, sus insultos corrientes o sus peleas. Yo no soy un ángel, y sería hipócrita de mi parte –casi tanto como un político argentino– criticarlo por eso. He insultado, me he peleado con gente y, sin llegar a la adicción, también he consumido drogas legales e ilegales. No, no soy un santo y me sobran defectos, pero las actitudes de Maradona van más allá de un simple insulto o de las sustancias que consumía.
Entiendo que, a pesar de todo el daño que causó, la familia y sus amigos lo lloren y le justifiquen cualquier comportamiento. Yo no lo haría, pero lo comprendo, claro. Sin embargo, siempre me llamó la atención que una persona pueda llorar por otra que no conoce, por más famosa que ésta fuera. No podré entender el amor extremo con quien nunca se tuvo contacto, y menos puedo entenderlo cuando se trata de un ser tan repugnante como Maradona. El fanatismo es la única explicación que se me ocurre.
Sé que muchos me van a insultar por este artículo; entiendo que el fanatismo deriva en eso, pero es un precio muy bajo por expresar las cosas como son ante un público que se niega a razonar. Podrán decirme lo que quieran, pero fueron ellos los que, en parte, convirtieron a Maradona en el ser despreciable que fue, y es precisamente esa mentalidad fanática y ese culto a la personalidad de figuras de este tipo lo que hacen de Argentina el país que es.
Vaya mi homenaje a todas las personas de bien que fallecieron este año y no pudieron tener a su lado a sus seres queridos porque así lo decidió el Gobierno. QEPD. Ellas sí se lo merecen.