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Miguel del Pino

Se vacunan las damas y los vagabundos

Cada mascota tiene que tener su cartilla veterinaria, actualizada en función de la legislación del lugar en que viva.

Cada mascota tiene que tener su cartilla veterinaria, actualizada en función de la legislación del lugar en que viva.
Perro | Pixabay

Efectivamente, también nuestros animales domésticos tienen sus programas de vacunación sean perros o gatos y tanto de raza como mestizos, es decir, tanto las 'damas' como los 'vagabundos' de la preciosa película de Disney.

En el caso concreto de los perros existen protocolos veterinarios que establecen cuáles son las vacunas obligatorias y cuáles las complementarias, recomendables aunque no preceptivas. Cada mascota tiene que tener su cartilla veterinaria, actualizada en función de la legislación del lugar en que viva.

Los cachorros deben recibir sus primeras vacunas en torno a las doce semanas de vida; hasta entonces se valen con los anticuerpos que la madre les traspasó a través de la placenta durante la gestación y también en sus primeros momentos de vida por medio de la lactancia.

Se sabe que la secreción de las mamas durante las primeras horas de vida del cachorro es particularmente rica en anticuerpos, por lo que no es sencillo criar a biberón a un neonato que no haya tenido oportunidad de mamar al menos los primeros momentos de su llegada al mundo; esta leche especial recibe el nombre de calostro.

La protección por transmisión de anticuerpos al feto que se produce en los últimos días se gestación nos lleva a considerar las ventajas de la reproducción vivípara, propia de los mamíferos, respecto a la ovípara del resto de los vertebrados; sólo los mamíferos recibimos inmunización pre-natal ya que a través del huevo no se transmiten anticuerpos:, un pájaro o un reptil son al nacer inválidos inmunológicos.

El momento exacto de la vacunación de un cachorro sólo puede determinarlo el veterinario que debe atenderle lo antes posible. Muchas de las vacunas que reciben perros y gatos son de virus vivos previamente atenuados, y podrían provocar reacciones si el animalillo no está en buenas condiciones.

La presencia de parásitos intestinales es una de las circunstancias que puede llevar al veterinario a retrasar la vacunación de un cachorro ya que si la cantidad de parásitos es grande su acción podría implicar una disminución de defensas que haría propicia la aparición de rechazo o de complicaciones.

Particularmente importante es evitar que el cachorro se resfríe antes de estar vacunado, también para evitar posibles deficiencias orgánicas; algunos de los virus más peligrosos, como el de Carré, conocido popularmente como moquillo, propio de muchos mamíferos carnívoros, tienen como puerta de entrada las vías respiratorias, lo que explica el peligro de los catarros.

Como consecuencia de lo anterior es preferible no bañar a los cachorros hasta que hayan superado el periodo de vacunación y si lo hacemos, secarlo ante una fuente moderada de calor de manera inmediata. Los laboratorios, sabedores de este problema, nos ofrecen interesantes preparados cosméticos, en forma de espumas en seco que limpian y dan buen olor al pelo sin necesidad de empapar al animal.

Hasta que se encuentre completamente inmunizado frente lo que podríamos llamar enfermedades infantiles, el cachorro debe tener el menor contacto posible con otros miembros de su especie e incluso con el suelo de la calle, en el que pueden quedar restos de alguno de los virus peligrosos para su supervivencia, como por ejemplo el del moquillo, que puede sobrevivir incluso meses en las superficies que no hayan sido desinfectadas.

Esta necesidad de aislamiento coindice con el periodo crítico de socialización del animalito, que transcurre entre los cuarenta y los noventa días por término medio, de aquí la necesidad de que la inmunización se produzca lo antes posible para que el cachorro pueda salir a la calle o al parque sin trabas e interaccionar jugando con otros perros y con personas: un cachorro que no haya tenido esta oportunidad puede convertirse en un adulto esquivo y poco amigable.

Enfermedades peligrosas controladas por las vacunas

Durante muchos años el protocolo de vacunación obligatoria para cachorros caninos comprendía tres enfermedades, moquillo, hepatitis y leptospirosis, por lo que se hablaba de vacuna trivalente. La aparición en los años setenta del pasado siglo de un virus procedente de los felinos al que se llamó parvovirus por su pequeño tamaño, hizo necesaria la inclusión en el programa de su correspondiente vacuna, por lo que se pasó de la trivalente a la tetravalente.

En la actualidad pueden añadirse al programa otras vacunas, por lo general no obligatorias, como las correspondientes a los coronavirus caninos, los adenovirus caninos o las que defienden al animal frente a la enfermedad de Lynen y otras fiebres transmitidas por garrapatas.

El moquillo, nombre popular del virus de Carré, propio de diversos carnívoros, era muy frecuente hasta hace pocos años entre los cachorros que no se habían vacunado; esta enfermedad se desarrolla a lo largo de tres fases, una primera respiratoria caracterizada por moqueo, estornudos y fiebre alta, una segunda digestiva, con fuertes diarreas, y una tercera con afectación nerviosa que conduce a parálisis y suele terminar en la muerte.

La hepatitis infantil canina está producida, como el moquillo, por un virus, el llamado CAV 1 (adenovirus canino tipo 1), sin vacunación es extremadamente contagiosa y afortunadamente nada tiene que ver con la hepatitis humana y es inofensiva para nuestra especie.

La leptospirosis no es vírica, sino bacteriana y es, como las anteriores extremadamente contagiosa, a través del agua y con los roedores como transmisores al contaminar el agua. Leptospira es un género de bacterias que comprende varias especies capaces de matar a los cachorros al producirles fuertes diarreas con pérdida de sangre.

Los parvovirus, que como sabemos irrumpieron en los años setenta en el mundo canino procedentes posiblemente de los felinos, también producen cuadros diarreicos mortales. Afortunadamente se consiguió en muy poco tiempo una vacuna eficaz capaz de incorporarse a la anterior trivalente, que pasó así a ser tetravalente.

Caso especialmente importante es el de la vacunación contra la rabia. Algunos veterinarios la incluyen en el programa de vacunación infantil canina, otros la demoran hasta los seis meses, con refuerzo anual durante toda la vida del perro. Al tratarse de una zoonosis, capaz de transmitirse al hombre por mordedura, es obligatoria, y las autoridades determinan campañas estacionales en función de diversas circunstancias sanitarias y sociales.

En definitiva es imprescindible una primera visita al veterinario tan pronto como nos hagamos cargo de una encantador cachorrillo; el profesional establecerá su calendario de desparasitaciones y vacunaciones y abrirá una cartilla sanitaria que convertirá a nuestro nuevo amigo en todo un “ciudadano dentro de su especie”.

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