La actitud de Trump desde el momento en que sus seguidores entran en el edificio me parece inexcusable y da la razón a quienes le veían como un peligro para la democracia.
La responsabilidad de Donald Trump es innegable. No se le pueden achacar las acciones de un grupo de exaltados, pero es que él los ha exaltado con palabras incendiarias.
El problema no es la ley de eutanasia en sí misma, sino la deriva eugenésica de una sociedad que se rasga las vestiduras ante el sufrimiento ajeno pero no se rasca el bolsillo.