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Antonio Robles

Lo común del trumpismo, el catalanismo y populismo

¿Por qué la charlotada de Trump se ha visto como un ultraje a la democracia y la reiterada violación de ella por parte de nuestros nacionalistas como una agresión de España a Cataluña? ¿P

El asalto de la turba trumpista al Capitolio, ¿qué tiene en común y qué le diferencia de nuestras broncas internas?

Es evidente que existen similitudes, pero también diferencias. Comparar el allanamiento del Capitolio con el asalto, ocupación y secuestro del Congreso por Tejero al mando de 200 guardias civiles no tiene sentido. Lo del coronel fue una conspiración militar sin contacto con la realidad, mientras el asalto al Capitolio fue realizado por hordas de ciudadanos soliviantadas por la intransigencia del presidente de EEUU. La justificación del primero cuestionaba el sistema democrático, el segundo pretendía defenderlo de un supuesto fraude electoral.

Tampoco es comparable el empeño de Ronald Trump por desacreditar el recuento electoral con la violación de la Constitución por parte del nacionalismo y su intento unilateral de romper la nación sin respeto alguno a la democracia española. En sus trampas al solitario, Trump no cuestionó la democracia americana ni quiso romper la nación, sólo manipular al pueblo americano como un vulgar gorila del Cono Sur para seguir en la poltrona.

Ni siquiera se puede comparar con las coacciones y cercos al Parlamento de podemitas y CUP. Las hordas de Trump actuaron como una banda de macarras contra sus rivales políticos; las andanadas populistas lo hicieron contra las instituciones democráticas en nombre de la justicia social y el derecho de autodeterminación. Sin lugar a dudas, nuestros compatriotas fueron y son más peligrosos para el Estado democrático. Los datos hablan por sí mismos: desde dentro de las instituciones, nuestros nacionalistas violentaron las leyes y aprobaron dos referéndum ilegales, una ley de transitoriedad jurídica a la república catalana, una declaración unilateral de independencia y la proclamación de la república catalana como Estado independiente. Pasos todos declarados inconstitucionales. Y el 1-O rodearon la Consejería de Economía violentando a policías y jueces. Como expone David Mejía en ”El Capitolio, el procés y el relato”, ¿qué diríamos si el presidente de EEUU “hubiera empleado su mayoría en el Congreso para tejer un andamiaje legislativo paralelo y anticonstitucional con el objetivo de desconectarse del orden vigente”, al modo y manera de nuestros nacionalistas?

Más allá de estas evidentes diferencias, todos tienen una cosa en común: su falta de empatía democrática; o, si quieren, su desprecio por ella. Es esa insolencia de bravucón sobrado incapaz de aceptar otra visión de la realidad que la suya lo que aúna a Trump, nacionalistas y populistas, y en general a toda esa morralla que jamás salió del fondo de la caverna de Platón pero tiene la imprudencia de confundir la “democracia real”, la suya, la de la calle, ¡la de su calle!, con la única oficial y legítima, la parlamentaria, la validada por todos en elecciones democráticas sujetas a normas y leyes. Y todos, trumpistas, populistas y catalanistas utilizan a la opinión pública como tropa de sus fechorías una vez han sido soliviantadas, intoxicadas, envenenadas con mentiras, manipulaciones, emociones y agravios. Trump y nuestros populistas con formas groseras, nuestros nacionalistas, con guantes de seda. Los primeros insultan, los segundos nos acarician con palabras hermosas envueltos en piel de cordero.

Entonces, ¿por qué la charlotada de Donald Trump se ha visto como un ultraje a la democracia y la reiterada violación de ella por parte de nuestros nacionalistas como una agresión de España a Cataluña? ¿Por qué unas élites catalanas amparadas en una ficción nacional y una lengua que tiene como propia un 33 % de la población han hecho creer a otros catalanes, que sí tienen una nación real, una democracia real y una lengua común española mayoritaria en Cataluña, que son ciudadanos de segunda, además de agresores? ¿Cómo es posible que, a pesar de las evidencias, el presidente separatista del Parlamento catalán, Roger Torrent, tenga el cinismo de publicar en twitter ante el asalto del Capitolio esta impostura?: “Lo que está pasando en el Capitolio nos enseña los peligros de alimentar el populismo y la extrema derecha y, sobre todo, hacerlo desde las instituciones. Tomemos nota y blindémonos contra todas las formas de fascismo”. Le dijo la sartén al cazo.

”Evitar otro procés, de J. Pablo Cardenal, nos da las claves para entender esta perplejidad y su antídoto.

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