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Agapito Maestre

¡Sapere Aude! ¡Basta ya de "dictatura del miedo"!

Dejen de legislar contra los hechos y contra la lógica. Deseo, sí, que emerjan inmensas minorías capaces de convencer a las mayorías de que asistimos a un gran experimento biopolítico, con la complicidad de demasiados "científicos" y medios de comunicación.

Dejen de legislar contra los hechos y contra la lógica. Deseo, sí, que emerjan inmensas minorías capaces de convencer a las mayorías de que asistimos a un gran experimento biopolítico, con la complicidad de demasiados "científicos" y medios de comunicación.
El personal médico celebra después de que todos los pacientes fueran dados de alta en el hospital Wuchang Fangcang, un hospital temporal establecido en el gimnasio Hongshan para tratar a personas infectadas con el coronavirus y la enfermedad COVID-19, el 10 de marzo de 2020 en Wuhan, provincia de Hubei (China). | EFE

La fábrica de miedo sigue funcionando a pleno rendimiento. Se extiende por todas partes y nadie quiere saber sobre el origen del virus y menos todavía sobre la gestión de la pandemia. De vez en cuando salen unas columnas en los periódicos, casi son una excepción, advirtiendo de que quizá el virus no es de origen animal. Luego, hablan de los tipos de vacunas. Y asunto concluido. Desconectamos. O peor, seguimos defendiéndonos con prejuicios y mentiras. Somos fáciles de conformar y los poderosos conocen bien los métodos para estabularnos. El miedo, arma poderosa, en manos de políticos sin escrúpulos morales reduce con delectación y saña la pluralidad humana a multiplicidad animal.

Millones de seres humanos somos conducidos como borregos sin rechistar: o te vacunas o te estigmatizo por negacionista, o te conformas con descubrirte el hombro para recibir el pinchazo o te llamo criminal, o juegas todas tus cartas a la vacuna o te expulsan por héroe sin causa de tu circulo social. Terrible. La gente huye, como si se tratara de la peste, cuando le hablan de los riesgos de la vacuna. No queremos entender que toda vacuna es una intervención médica sobre una persona sana, que sólo se justifica por motivos preventivos y, naturalmente, dándole a los individuos la posibilidad de evaluar por ellos mismos la ecuación riesgo-beneficio. ¡Libertad! Pocos quieren ejercerla. La gente se obstina en taparse los oídos cuando le hablan de riesgos; menos todavía que recuerden casos de procesos de vacunación fallidos: por favor, me han llegado a decir, calla y no recuerdes el Incidente Cutter (EEUU, 1955): una vacuna contra la polio administrada a 200 mil niños norteamericanos que provocó 40 mil casos de polio, 200 parálisis de distinta gravedad y 10 muertos; y sí, el Incidente no solo fue el resultado de un fallo de los Laboratorios Cutter, sino también de las agencias reguladoras oficiales, que no detectaron el error en medio de una carrera farmacéutica por lanzar la vacuna.

La obsesión de la mayoría es plegarse a los dictados de los poderosos, o sea callemos, ocultemos y justifiquemos que los gobiernos no han estimulado la investigación sobre tratamientos médicos para combatir la Covid-19. Y, luego, sometámonos al tipo de La Moncloa que descuenta números como si herrara ganado. Por fortuna, poco a poco, la sociedad civil más desarrollada está espoleando a los gobiernos del mundo para que se investigue sobre el origen del Covid-19. La comprensión del origen de esta pandemia es esencial para la salud pública mundial. Por ejemplo, en España, quien quiera informarse con cierta solvencia sobre la investigación del Covid-19 lea los trabajos periodísticos de Jorge Casesmeiro; pocos estudios pueden compararse con los suyos para darnos luz sobre el combate por dilucidar el origen del virus.

De los trabajos de Casesmeiro se decanta que la gestión de la pandemia ha estado tan viciada como la "investigación" sobre su origen. Citaré aquí uno de esos trabajos. Me refiero a su enjundiosa entrevista con el biólogo molecular Dr. Richard Ebright, publicada en la revista estadounidense Independent Science News el 24 de marzo. Una entrevista citada por un veterano del periodismo científico (Nicholas Wade, que durante décadas fue editor de ciencia en New York Times) en el reportaje que ha reactivado últimamente la polémica. Fue publicado el día 5 de este mes de mayo en el Bulletin of the Atomic Scientists. El artículo de Wade, y la propia entrevista de Casesmeiro, fueron también citados la semana pasada en un programa de máxima audiencia de la televisión estadounidense Fox News: el editorial de Tucker Carlson Tonitght. Sin embargo, la traducción española de esta entrevista Casesmeiro-Ebright sólo está disponible en la revista digital estadounidense The Defender, el órgano de comunicación de Children’s Health Defense, la ONG de Robert Kennedy Jr.

Gracias a trabajos de personas como el de Casesmeiro y pocos más, quizá algún día podamos gritar con orgullo la consigna de Horacio: ¡Sapere aude! Atrévete a saber. Ojalá sean entonces millones los gritos que digan: ¡Basta ya de "dictatura del miedo"! Dejen de legislar contra los hechos y contra la lógica. Deseo, sí, que emerjan inmensas minorías capaces de convencer a las mayorías de que asistimos a un gran experimento biopolítico (Gran Reseteo y Agenda 2030), con la complicidad de demasiados "científicos" y medios de comunicación.

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