Menú
Miguel del Pino

¿Fin de las mascarillas? Porque usted lo diga

El regalito del Presidente anunciando el inminente final de la obligatoriedad de las mascarillas suena a caramelo ofrecido a niños incautos.

El regalito del Presidente anunciando el inminente final de la obligatoriedad de las mascarillas suena a caramelo ofrecido a niños incautos.
Pedro Sánchez, en un acto con mascarilla | Europa Press

El regalito del Presidente del Gobierno anunciando el inminente final de la obligatoriedad de las mascarillas suena a caramelo ofrecido a niños incautos: un caramelito, si no envenenado, al menos edulcorado artificialmente y en exceso.

Afortunadamente la mayor parte de los ciudadanos ha tomado este anuncio con muchas reservas y sin caer en la trampa del excesivo optimismo con que el Presidente presentó el supuesto acontecimiento.

Seguramente muchos de ellos no pudieron resistir la tentación de pensar que el regalo de la retirada de las mascarillas hay que interpretarlo en función de las dificultades - algunas muy difíciles de explicar - que afectan a la actualidad, como la subida del recibo de la luz, el evidente desprecio del Presidente norteamericano, la osadía territorial marroquí o la inminencia del anunciado indulto.

¿Cuáles son los criterios y qué opina la ministra?

La generosidad de un gobernante, la improvisación o los "brindis al sol" no pueden ser criterios imponibles a las medidas precautorias relacionadas con la supervivencia de la pandemia Covid. Dichos criterios tienen necesariamente que ser científicos, en este caso médicos, claros, evaluables y reversibles.

Todavía no hemos vencido a la pandemia, si bien es cierto que los parámetros actuales en la medición de la intensidad de sus efectos invitan al optimismo. Mantener toda clase de medidas de seguridad es simplemente una cuestión de inteligencia.

Dos parámetros objetivos, dignos de tener en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre relajación de medidas, son: el índice de casos por cada cien mil habitantes y el número de personas infectadas en cada uno de los sucesivos controles. Las cifras que arrojan tales conceptos son en general buenas, pero ni mucho menos definitivas.

Se considera "riesgo de contagio bajo" el descenso del número de casos por debajo de cincuenta por cien mil; en la actualidad la media española supera el centenar, y si bien es cierto que viene descendiendo de forma tan constante que invita al optimismo, no lo es menos que hay que seguir trabajando en este sentido.

El número de infectados sigue también descendiendo, así como los índices de hospitalizados en UVI y de fallecimientos; estamos a punto de vencer las devastadoras oleadas de los dos primeros años, pero sabemos demasiado poco del virus y de sus variantes como para atrevernos a cantar victoria.

Las vacunas son la causa principal de la situación de mejoría que venimos registrando; los resultados que se reflejan son mucho más optimistas de lo que se podría haber supuesto a priori, tanto en lo referente a sus porcentajes de inmunización como a la escasez de inconvenientes graves sufridos por las personas vacunadas. Es cierto, pero no abandonemos la vigilancia.

Los científicos que diseñaban las primeras vacunas luchaban por conseguir que actuaran como funcionales, es decir haciendo que las personas infectadas no sufrieran la enfermedad de forma grave y por lo tanto, sobrevivieran; no solo han conseguido esto sino también que casi todas las vacunas se muestren al menos parcialmente esterilizantes, impidiendo la infección y contribuyendo así a la extinción del virus.

Como consecuencia de lo anterior, cada persona vacunada no solo se protege a sí misma sino por extensión a toda la población ya que las vacunas esterilizantes trabajan en la estrategia "virus cero", que es el verdadero objetivo al que debemos aspirar.

Pero no sabemos todavía muchas cosas sobre la biología de los coronavirus y mucho menos de sus variantes, de manera que, al no poder predecir la aparición de variantes más resistentes a la vacunación o de mayor poder de contagio, la mascarilla seguirá siendo recomendable durante un tiempo. En definitiva: una estrategia integral debe consistir en la combinación entre vacunación masiva y medidas precautorias.

Algunas de dichas medidas de precaución, como la distancia social con limitación del número de personas en proximidad física o el horario reducido en los comercios, sobre todo en la hostelería, afectan negativamente en el crecimiento económico, por no decir que conducen directamente a la ruina, pero no es este el caso de las mascarillas.

Verdaderamente la propuesta del Presidente sobre la retirada de las mascarillas de nuestras agobiadas aberturas respiratorias es el chocolate del loro y seguro que termina por convertirse en una sucesión de normas muy poco claras, como "según el tamaño de la calle", "según la distancia de las mesas en las terrazas", una larga serie de condicionantes más atosigantes que la propia mascarilla.

¿Qué dice el Ministerio principalmente afectado? Antes ostentaba su Cartera un profesor de filosofía, lego pues en titulación médica, pero ahora es una profesional "hipocrática" quien lo hace. ¿No tiene nada que aconsejar sobre la multitud de prácticas que los ciudadanos deben conocer durante lo que parece una larga desescalada?

Ni los más optimistas pueden pensar que la gestión de la pandemia ha sido acertada por parte de nuestro Gobierno, pero desde luego la divulgación y los consejos recomendados viene siendo un verdadero desastre, por grandes que hayan sido las posibilidades de lucimiento televisivo que han supuesto para Pedro Sánchez.

Del agobiado señor Simón, implicado ahora en la valoración de las vidas humanas en función de su edad, mejor no hablamos por el momento.

MIGUEL DEL PINO

Biólogo y Catedrático de Ciencias Naturales

Temas

En Tecnociencia

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso