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Pedro de Tena

O una hoja de ruta para recobrar la democracia española o se acabó lo que se daba

La democracia y la nación españolas están en un serio peligro de extinción, algo que sirve a numerosos intereses internos y externos.

Decía el buen amigo Agapito Maestre en otra parte de esta columnata que, ante la crisis española que vivimos, debemos huir de tres actitudes tentadoras: "retirada, más o menos mística, del mundo y sus ajetreos, grandilocuencia retórica a la hora de combatir al monstruo y aceptación frívola de la perversidad reinante." Confieso desde el principio que, de la mano horaciana de Fray Luis de León, prefiero la primera: "Vivir quiero conmigo,/gozar quiero del bien que debo al cielo,/a solas, sin testigo,/libre de amor, de celo,/de odio, de esperanzas, de recelo." Pero, ¿es lo que debe hacerse en esta hora de la nación?

Mientras escribo estas líneas, tras los vergonzosos indultos, tras el pecado mortal de la Conferencia Episcopal que exhibe una ingrata amnesia histórica, tras el bochorno rastrero de la biempagá CEOE, tras la afrenta de los mejorpagáos sindicatos de (la peor) clase que callan sobre los intereses de los millones de trabajadores que no viven en Cataluña o en el País Vasco, la columnata de Libertad Digital se va llenando de negros presagios, de oscuros análisis, de lastimeros trenos…Todo está muy bien escrito, analizado, dicho y redicho. Pero el problema ya es otro.

Tras la muerte de Franco, una casta política, la del régimen franquista y ninguna otra, decidió sacrificar sus privilegios políticos y sociales para producir un gran encuentro entre los españoles que nunca antes de consiguió. La España común fue la España de la transición a la democracia y la España de la Constitución de 1978. Algunos ya dieron muestras de que nunca aceptarían tal marco de convivencia, sobre todo el PNV y la asesina ETA. Otros, el bandido Pujol y su corte, callaron entonces pero se ha demostrado que iban por la misma línea separatista. La izquierda política, PSOE y PCE, pareció asumir inicialmente las reglas de juego pero donde pudieron - Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha sobre todo -, trataron de expulsar al centro derecha del tablero político y en algunos casos lo consiguieron durante casi 40 años. En cuanto pudieron trataron de desviar el equilibrio constitucional hacia sus intereses limitando la capacidad del centro derecha (educación, medios de comunicación, subvenciones…)Las derechas, cierto es, hicieron lo mismo donde pudieron, sobre todo en Galicia, pero nunca se atrevieron a desandar el camino trillado por las izquierdas que conducía a donde ahora estamos.

Desde el gobierno de Zapatero, obtenido mediante la manipulación del más grave atentado de la historia de Europa, y tras un irresponsable absentismo político por parte de un PP que se negó a enmendar el entuerto a pesar de disponer de una holgadísima mayoría absoluta, la obsesión de la izquierda social-comunista-separatista por la recuperación de la lamentable aventura republicana que condujo a una Guerra Civil, ha ido creciendo hasta el punto de desembocar ya en una profunda crisis política y constitucional.

En este camino, se han ido perdiendo señas de identidad democrática, desde un poder judicial independiente a una educación crítica y no doctrinaria, desde un equilibrio mediático pluralista a una inicua distribución de los dineros públicos entre regiones, desde el sentimiento de pertenencia a la nación española a la desigualación ilegal creciente entre los españoles por razones de sexo, territorios o creencias, desde el respeto necesario a la veracidad y la ejemplaridad en la vida pública a la consagración de la corrupción como modo habitual de hacer política, desde el ataque a la Jefatura del Estado a la conversión de los partidos en castas privilegiadas con acceso directo a los dineros públicos y al uso arbitrario de legalidad....

La democracia y la nación españolas están en un serio peligro de extinción, algo que sirve a numerosos intereses internos y externos. Por lo tanto, no es el momento de seguir golpeándonos la cabeza contra un Muro de las Lamentaciones. Lo que queda de la sociedad civil española tiene que proponerse la configuración de una hoja de ruta, clara, precisa, directa, firme y eficaz para recuperar la España de todos que se quiso construir en la Transición.

Esta hoja de ruta, que debe deducirse de una estrategia de hondo calado que supera el marco de partidos políticos concretos, sólo debe excluir, y debe hacerlo con toda contundencia y rigor, a quienes no han querido nunca ni quieren una España común y democrática sino dictaduras o taifas xenófobas impuestas a todos sus ciudadanos. Para esto, estoy disponible. A ver si alguien me llama para tener un encuentro nacional donde sea. O esto empieza a fraguarse cuanto antes y se hace visible y contundente, o se acabó lo que se daba: adiós, España y Beatus ille.

En España

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