
Ya conocen la noticia de la renuncia del obispo de Solsona por su relación sentimental con una mujer. Pues, antes de que Netflix se haga con los derechos para llevarla a las pantallas, nuestros poetas han querido utilizar la historia para reflexionar sobre la moralidad del clero.
Y ustedes, queridos lectores, ¿están de acuerdo con Monsieur de Sans-Foy o con Fray Josepho?
FIASCO GRANDE EN SOLSONA
por Monsieur de Sans-Foy
La renuncia del obispo de Solsona,
otro cirio de la Iglesia catalana,
donde todo se envilece y se enfollona:
la política, els diners y la sotana.
Desconozco las razones del prelado,
pero tengo para mí que le venía
grande el cargo y era el báculo pesado
para un bisbe que está verde todavía.
Sé que faltan vocaciones, hoy en día,
y cabezas tonsuradas con talento,
pero creo que la Iglesia debería
elegir a los obispos con más tiento.
Y si soy tan comedido con el tema,
que se presta a irreverente desparpajo,
no es por la amonestación y el anatema:
es que pienso que el demonio está en el ajo.
LO DEL OBISPO DE SOLSONA NO ES PARA TANTO
por Fray Josepho
Que un obispo, o arzobispo, o simple cura, o presbítero, o abad, o cardenal
abandonen, por lascivia o calentura,
la promesa de ser castos... es normal.
Es normal que tras la moza (o el mozuelo)
se retiren de sus misas y sagrarios,
y que olviden los afanes de ir al Cielo
por fervores más terrestres y ordinarios.
Porque, al cabo, no es asunto tan horrendo:
la pasión y la lujuria son humanas.
Y aunque no las preconizo ni defiendo,
sí comprendo que sucumban a las ganas.
Lo que ya tolero menos es que el Papa
(y perdóneme mi público papista),
en plan progre, vaya dándonos la chapa
anticapi, ecolojeta y peronista.