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Federico Jiménez Losantos

La campaña anti-Ayuso y la antivacunas: Casado y Abascal cruzan errores

Que los líderes del PP y Vox dejen de hacerse favores con sus errores. Y si no se han vacunado, que se vacunen. Los necesitamos sanos para cumplir con su obligación.

Que los líderes del PP y Vox dejen de hacerse favores con sus errores. Y si no se han vacunado, que se vacunen. Los necesitamos sanos para cumplir con su obligación.
Pablo Casado y Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados. | EFE

Cuando mejor le iba electoralmente al PP y, por ende, a la alternativa a Sánchez, Casado emprendió una campaña contra Isabel Díaz Ayuso que, en veinte días, deja tocado a Almeida, herido a Teodoro y desacreditado su propio liderazgo. El primer beneficiario de ese movimiento que delata la debilidad del líder del PP, la seguridad en sí mismo, ha sido Pedro Sánchez, y el segundo, era Santiago Abascal y Vox. Era, porque, de pronto, una pregunta de trámite al final de una entrevista en Es la Mañana de Federico ha desatado una campaña absolutamente salvaje incompatible no ya con la libertad y la democracia, sino con la urbanidad más elemental, por parte de un sector que pretende representar o apoderarse de Vox, y ante la que Abascal no ha sabido, querido o podido hacer frente. Peor: como Casado, no está sabiendo ver el daño personal y político que su empecinamiento en el error hace a su persona y, en la medida en que su liderazgo es su activo principal, a Vox.

La salud pública no es negociable

El programa electoral de Vox dice en su apartado de sanidad que la vacunación de los niños debe ser obligatoria y gratuita. Es decir, lo que con los diversos problemas de desajustes que produce la dispersión autonómica es uno de los pocos elementos en que coinciden la Izquierda y la Derecha. Ni qué decir tiene que esa vacunación obligatoria invita a suponer que un Gobierno en el que estuviera Vox no aceptaría la desatención sanitaria a un niño, al que, por razones religiosas o ideológicas, sus padres dejasen morir.

Cabría también pensar, que, si el programa está hecho por el doctor Steegmann, pionero en la denuncia de la negligencia del Gobierno ante el "virus chino" y de su tardanza criminal en comprar vacunas cuando en los hospitales morían, no lo fingían, mil personas diarias, las vacunas contra la covid-19 serían algo poco discutible, al menos para el líder de un partido con cuatro millones de votantes en un país en el que, hasta ahora, sólo se han negado a vacunarse 370.000. Si el voto a Vox está cerca del 15%, eso supondría unos cincuenta mil votantes de esos cuatro millones. ¿Y por esa minucia se ha jugado Abascal su crédito y el de su partido? Confieso que cuando le pregunté si él se había vacunado ya, pensaba en el ya, no en el hecho en sí, que daba por supuesto, fuese cierto o conveniente decirlo. Y como votante de Abascal en las Generales, me indignó la respuesta. Si no se ha vacunado, me parece mal. Que no sea capaz de decirlo, intolerable.

La razón la planteé sencillamente: con la salud pública de por medio, un líder político tan importante tiene la obligación de hablar con claridad. Si considera la vacuna un peligro, decir por qué; si la estima conveniente, fotografiarse para animar a hacerlo. Como Steegmann y Macarena Olona, por ejemplo. Al refugiarse en la libertad individual para no contestar, lo que mostró fue una astucia gallinácea, una cuquería fea y contraproducente.

Vox, escondite del irracionalismo

No sé cómo Abascal llegó a creer -quiero suponerlo arrepentido- que la horda que esta semana ha atacado a esRadio -yo estoy acostumbrado a las ratas y a los desagradecidos- de una forma que creímos exclusiva de la extrema izquierda, tiene importancia en su base electoral. No la tiene, y si la tuviera, Vox debería combatirla. Han culpado a nuestra casa de obligar a vacunarse a Elia Rodríguez y provocar su muerte. Y han tomado o él se ha dejado tomar como rehén a Abascal. Lo que han conseguido y seguramente buscaban es que muchos desconfiaran del líder de Vox, por no aclarar que está en contra de ese movimiento globalista e irracionalista que alimentan económicamente las sórdidas mafias enriquecidas con el MMS, el jarabe de los 'bebelejía', cuyo carácter tóxico se explicaba ayer científicamente en LD.

A esta gentuza no le ha importado hurgar en el dolor de una familia y de unos amigos y compañeros -ellos no lo son, y si alguno lo fue, salió por la puerta falsa del delito económico o la incompetencia profesional- para atacar lo que, por libre, detestan. Han creído que buscando provocar supuestas pérdidas económicas o de oyentes, nos doblegarían o callarían. Necias ratas. Nosotros detestamos todas las cloacas y despreciamos a los que aprecian o temen el griterío anónimo de semejante chusma pestífera. Y creíamos que Abascal tenía más valor y más inteligencia. Por lo primero, lo hemos defendido cuando todos lo atacaban. Por lo segundo, esperamos que no haga como Casado, y crea que el liderazgo de un partido se demuestra no dando su brazo a torcer en vez de salvaguardar su causa y a él mismo.

Para globalismo, el antivacunismo

Este episodio de los antivacunas ha demostrado alguno de los males de la España actual, por otro lado, muy semejantes a los de otros países. La campaña contra esRadio es idéntica a la que ha sufrido la revista Quillette por la misma razón. Yo, que, como digo, no estoy en ninguna de las redes, desconocía la sufrida por Macarena Olona y el doctor Steegmann, lo cual me enfada aún más con Abascal, que sin duda la conocía y debería haber actuado en consecuencia. Aún si hubiera más dudas sobre la vacuna de la covid-19, el comportamiento de la escoria que la denigra tendría que haber apartado radicalmente al líder de Vox de cualquier identificación con ella.

Y unas palabras sobre la libertad. Esa coalición antivacunas que ha encontrado, espero que por poco tiempo, escondrijo en Vox, y en la que se ayuntan los que niegan el Holocausto y los que en otro tiempo escribieron libros denunciándolo, menudas piezas, se esgrime, como hizo Abascal en esRadio, la libertad de ocultar una opinión. Lo hacen los que presumen de ser los únicos en criticar la tiranía de lo políticamente correcto, la censura de los medios y la llamada cultura de la cancelación, manifestaciones todas de ese marxismo cultural que, insisto, dicen ser los únicos en combatir. El grupo Libertad Digital lleva más de dos décadas haciéndolo, sin esperar a que naciera ni Vox ni Mudox, ala de lo carcundiamente correcto en Vox.

¿Era liberal ocultar el voto a Vox?

Pero, en fin, gracias a las vacunas, la covid-19 va dejando de ser la amenaza a nuestras vidas y la ruina de nuestras haciendas, aunque falta mucho para reparar su destrozo. Lo urgente ahora es reparar el destrozo que sus líderes han infligido en las últimas semanas al PP y a Vox, fuerzas que deben luchar contra la tiranía de Sánchez y de Henry Parot, de Podemos y de Putindemont, humillante símbolo de la degradación de nuestra Nación.

No es tan difícil. Y, pese a las heridas que costará olvidar, en el Grupo Libertad Digital veríamos con satisfacción que Casado perdonara en su fervorín la brillantez de Ayuso y que Abascal fuera ese líder decidido al que apoyamos públicamente y votamos privadamente. ¿Hubiera sido más liberal esconder el voto a Vox? No. La libertad se defiende a la luz del día. No a escondidas y en las cloacas. Para eso ya está el Gobierno. Que los líderes del PP y Vox dejen de hacerse favores con sus errores. Y si no se han vacunado, que se vacunen. Los necesitamos sanos para cumplir con su obligación.

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