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Carmelo Jordá

Indultada o no, Juana Rivas es una delincuente

Juana Rivas no es una heroína víctima de una Justicia sin perspectiva de género, sino una delincuente que ha hecho un daño incalculable a sus propios hijos.

Juana Rivas no es una heroína víctima de una Justicia sin perspectiva de género, sino una delincuente que ha hecho un daño incalculable a sus propios hijos.
La delincuente Juana Rivas. | EFE

La delincuente Juana Rivas decidió un día dar por finiquitada su relación de pareja, sin decirle a su marido cuál era su verdadera intención se trasladó a otro país y se llevó a sus hijos con ella. Más tarde, ante los requerimientos de la Justicia para que los devolviese a su domicilio, que era el del padre, decidió desaparecer y convertirse en una prófuga, al tiempo que seguía manteniendo a los niños con ella, en un caso obvio de secuestro de niños, tipificado en nuestro Código Penal como sustracción de menores.

De hecho, el comportamiento de Juana Rivas encaja a la perfección en los dos tipos de conducta punible que recoge el artículo 225 bis del CP. Más aún, en cierto sentido también cuadraría con el agravante que se recoge en el tercer apartado, que señala que la pena será mayor cuando los menores sustraídos se saquen de España, lo que no ocurrió exactamente en este caso si nos atenemos a la letra de la ley, pero sí si nos fijamos en su espíritu: el castigo debería ser mayor porque los niños fueron llevados a otro país que no era el suyo, pues vivían en Italia.

La conducta de Rivas es tan claramente delictiva que ha sido condenada en firme y hasta el Tribunal Supremo ha reconocido el delito. No hay ninguna duda de que Juana Rivas es una delincuente y, por tanto, para justificarla y usarla como falaz bandera del movimiento feminista han tenido que inventar toda una historia de violencia doméstica que no se sostiene por ningún lado.

Sí, es cierto que Francesco Arcuri tuvo una condena en 2009, pero en un incidente en el que ambos miembros de la pareja presentaron lesiones leves y, de hecho, las del hombre eran algo mayores que las de la mujer. Sin embargo, lo que más claro nos deja la realidad de lo ocurrido es que la propia Juana volvió a vivir con el supuesto agresor y, de hecho, tras eso tuvieron a su segundo hijo. Como es obvio que la historia no se sostenía, había que aderezarla más y Rivas puso a su expareja nada más y nada menos que ocho denuncias entre 2016 y 2018, pero todas fueron desestimadas por la Fiscalía italiana y calificadas como inverosímiles. Repito: todas.

Les cuento todo esto para que tengan cierta perspectiva sobre el personaje que ha indultado este Gobierno, experto ya en indultar delincuentes sin ninguna voluntad real de reinserción y aún menos arrepentimiento.

Lo peor de todo, no obstante, no es el indulto de Sánchez y sus adláteres, que son indigentes morales y no tienen ningún respeto por la ley ni por la Justicia. Lo peor es cómo el feminismo de ultraizquierda –el único que tiene verdadero impacto e influencia política y mediática en la actualidad– va a seguir elevando a sus altares laicos a una delincuente que ha tenido un comportamiento no sólo delictivo sino absolutamente despreciable: pocas cosas hay más repugnantes que arrebatar sus hijos a un padre o, si fuese el caso, que no lo es, a una madre.

Juana Rivas no es una heroína víctima de una Justicia sin perspectiva de género, tal y como va diciendo por ahí Irene Montero a sabiendas de que es mentira; es una delincuente que se ha saltado la ley a la torera, ha intentado hundir la vida de su exmarido para lograr sus propósitos y, sobre todo, ha hecho un daño incalculable a sus propios hijos, que son las verdaderas víctimas de todo este asunto tan sucio y en los que, por supuesto, ni la ministra de Igualdad ni sus compañeras de batalles feministes han pensado un solo segundo.

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