Leo de pasada en la prensa doméstica que uno de TV3 (no me he fijado en el nombre porque todos dicen siempre lo mismo y son intercambiables) ha provocado un pequeño alboroto local tras reclamar a las autoridades de la Generalitat que obliguen estudiar gramática catalana a unas enfermeras andaluzas que acaban de contratar en Barcelona. Parece ser que el de TV3 no sabe hablar el castellano y que tampoco lo entiende con la suficiente pericia como para evitar correr el riesgo de que las andaluzas le pongan un supositorio la próxima vez que acuda al consultorio de su barrio con intención de que le miren la presión arterial.
Así, tras denunciar el peligro andaluz que se cierne sobre todos los usuarios de la sanidad pública de la demarcación ante la inexplicable pasividad cómplice de los poderes públicos, el de TV3 parece que ha expresado su temor a verse tildado de nazi por los clásicos inadaptados de siempre. Y es que ese furtivo de las andaluzas no sólo desconoce los rudimentos del castellano, sino que tampoco da señales de saber nada de los nazis. Pues ocurre que a los nazis lo del idioma que hablase o dejase de hablar el prójimo era un asunto que les traía más bien sin cuidado. Algo, esa honda indiferencia lingüística de los nacionalsocialistas, que se antoja evidente cuando se repara en que los judíos germanos se comunicaban en el mismo idioma alemán que ellos, afinidad fonética que no les evitó ser exterminados. De ahí que al de TV3 resulte por entero procedente y legítimo catalogarlo de tonto del culo, pero en ningún caso de nazi.
Yo creo que todas las mañanas del año, y siempre antes de desayunar, deberíamos dar las gracias a Dios por lo muy negados que son para la política los catalanes catalanistas. Porque son muy negados. Mucho. Así, si solo tuviesen un poco de cintura política, solo un poco, estoy convencido de que en octubre del 17 podrían haber ganado. Pero perdieron entonces y perderán siempre porque ese cerrilismo tan cafre con el asunto de la lengua resulta superior a ellos. ¿Qué les habría costado abrir un poco la mano con la inmersión hace veinte años para que el proyecto de la independencia llegase a seducir a un buen puñado de castellanohablantes? No les habría costado nada, pero no pueden. Gracias, Señor.