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Jesús Fernández Úbeda

Reforma laboral: homenaje cutre a Valle-Inclán en el Congreso

A eso de las nueve menos cuarto, en la entrada del hemiciclo, cacé a un ujier diciéndole a otro: "Que pase pronto". El auspicio no pudo ser más certero.

A eso de las nueve menos cuarto, en la entrada del hemiciclo, cacé a un ujier diciéndole a otro: "Que pase pronto". El auspicio no pudo ser más certero.
Sánchez, Calviño y Díaz celebrando el resultado | EFE

El Gobierno sacó adelante su reforma laboral "como un pájaro en el alambre" (Leonard Cohen). El Congreso la convalidó este jueves, durante una jornada bicéfala dividida en dos actos antagónicos, ciclotímicos: una sesión plenaria larga y tediosa, como una película de Malick, en la que se matizó dolorosamente la célebre frase de Benjamin sobre el aburrimiento –el ave del sueño incubará el huevo de la lucidez, pero no en la Cámara Baja–, y una votación vespertina caótica e inesperada, en la que los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, desobedecieron el mandato de su partido, y en la que un presunto error telemático del diputado del PP Alberto Casero sirvió para inclinar definitivamente la balanza en favor del Ejecutivo. Valle-Inclán no pudo tener un peor/mejor homenaje parlamentario.

A eso de las nueve menos cuarto de la mañana, en la entrada del hemiciclo, cacé a un ujier diciéndole a otro: "Que pase pronto". El auspicio no pudo ser más certero. La gran valedora de la reforma laboral, Yolanda Díaz, soltó una primera chapa de 55 minutos que arrancó con un "saludo especial" a los líderes de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, respectivamente. En su discurso, la vicepresidenta segunda citó a, entre otros, Concepción Arenal, Eric Hobsbawn y Francisco Largo Caballero, denunció la "cultura de la precariedad que ha lastrado durante años el mercado de trabajo español", acusó a las "señorías del PP" de dar a escoger a la ciudadanía "entre la miseria y la nada" y mencionó su casa más que ET. Cuando dio las gracias a los grupos que apoyaron la nueva norma y nombró a Cs –cuyos diputados portaban una mascarilla como embadurnada con Risketos–, Edmundo Bal movió la cabeza como los perrillos de juguete que se colocan en los coches.

Cuca Gamarra hizo una gran intervención parlamentaria –lo cuento sin ironía, lo juro–. Nunca estuvo la portavoz del PP tan cerca, salvando las distancias, entiéndase, de Cicerón. Hace más de 2.000 años, el político y escritor romano señaló que "el cultivo de la memoria es tan necesario como el alimento para el cuerpo". Basándose en ese precepto, la exalcaldesa de Logroño acusó a Díaz de traicionar "a los suyos": "Llegó aquí como la líder de los piquetes y hoy está, para ellos, como la líder de la Troika". Defendió la reforma laboral de Rajoy/Báñez, el mejor antídoto contra el "tsunami destructor de empleo iniciado durante el gobierno socialista de Zapatero", y vaticinó que "el PP volverá a tomar las riendas y devolverá a este país el futuro que necesita".

Acto seguido, la diputada por Burgos del PSOE Esther Peña Camarero, amén de ensalzar las virtudes de la cosa a convalidar con un tono mitinero insoportable, como de matasuegras, se refirió a la presunta corrupción del PP de Mañueco. En un turno posterior, señalando a la bancada popular, apuntó que "de Atapuerca hasta hoy, los que no han evolucionado son ustedes: la derecha recalcitrante de este país". Su intervención la remató extasiada con un "¡sí a esta reforma laboral!", pasada por un gallo sonoro, resbaladizo y chirriante.

Pasaban los minutos y las horas con Díaz recordando que participó en dos huelgas generales y que es hija de trabajadores y con Gamarra contestando que los diputados del PP no son "hijos del Sol". La tabarra crecía de forma exponencial, el hemiciclo se vaciaba –en un momento determinado, el único ministro presente, amén de la vicepresidenta segunda, era Félix Bolaños–, Ortega Smith miraba al suelo y se sujetaba la cabeza con las dos manos, y los periodistas se congregaban en la cafetería del Congreso.

Mientras, los portavoces de los diferentes partidos justificaban su voto. Especialmente entrañable fue el discurso de Inés Arrimadas: "Hoy pierde Bildu, pierde ERC y pierde el sectarismo". La líder de Cs sostuvo que la reforma laboral "es la norma menos sanchista de las que se pueden aprobar en esta legislatura" y aseguró que "hoy va a triunfar la sensatez". Rufián se acordó del novio de Malú: "Es la reforma laboral que hubiera negociado y votado Albert Rivera de haber sido vicepresidente". Juanjo Aizcorbe, de Vox, afirmó que "esta reforma vela únicamente por los intereses de los sindicatos de clase y del Ibex 35", añadiendo que "el Estado español, en la actualidad, es una estructura de saqueo y expolio de las clases trabajadoras". En los pasillos, Díaz recibía abrazos funerarios; en la calle, su compañero anticapitalista de Podemos, Miguel Urbán, se manifestaba pidiendo la "Derogación Real Ya"; en el hemiciclo habló más gente, pero nadie dijo nada reseñable.

El desenlace esperado se certificó por la tarde, si bien como nadie esperaba. Consumada la ceremonia de la confusión, Gamarra dijo a Batet que, "con carácter previo a la votación", se puso de manifiesto a la mesa el "error informático" de Casero, pero la presidenta del Congreso no aceptó su argumento. El PP ha pedido una rectificación de voto. Si este episodio tiene segunda parte, más de uno rezará/rezaremos a medio santoral para, al menos, evitar la turra matutina. Estar entre tanto "cráneo previlegiado" durante tantas horas quita años de vida.

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