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Enrique Navarro

Putin juega al mus y Europa hace el ridículo

Esta partida que comenzó Putin sólo tiene dos finales posibles: la claudicación de Occidente como la de Roma en el 476 o la invasión de Ucrania.

Esta partida que comenzó Putin sólo tiene dos finales posibles: la claudicación de Occidente como la de Roma en el 476 o la invasión de Ucrania.
Vladimir Putin recibió con mucha distancia a Emmanuel Macron | EFE

Después de la inútil, esperpéntica y ridícula reunión entre Macron y Putin, más dirigida a la opinión pública francesa que votará próximamente que a resolver el problema (lo que se evidencia en la distancia y en el gesto de Putin en la reunión), la única opción que nos queda para evitar la guerra mundial es que Putin, Macron (representante de esa Europa que solo piensa en la rendición), Zelenski, (presidente de Ucrania) y Biden resuelvan el conflicto en una partida de mus, juego en el que el único experto es Putin.

De los cuatro, el que tiene las mejores cartas es Biden, pero a veces se le ven las señas y otras no es capaz de seguir el juego, arruinando a su compañero Zelenski, aunque cuando se despierta, lanza unos órdagos, a chicas más bien, para mantener la tensión de la partida. Las peores cartas las tiene Zelenski que depende del juego de los demás para sobrevivir a la partida.

Macron va bien a chicas, pero lo peor y no lo sabe, es que su compañero de partida no es Biden ni Zelenski, es Putin, que es con quién se juegan las elecciones los líderes europeos.

Rusia tiene algunos pares, pero se sabe derrotado ya que ni confía en sus cartas ni en la actitud de su compañero, y es consciente de que Biden, aunque parece aletargado, debe llevar muy buenas cartas. Así que a Putin sólo le queda jugar una partida que puede perder si enseña muy pronto sus cartas o si le ven el órdago.

La principal debilidad de Putin es que sólo puede ganar este conflicto con órdagos. Si tuviera otra alternativa, no los necesitaría. Rusia podría imponer sanciones muy duras a Ucrania y a Europa, como por cortar todos los suministros; el que no lo haga es porque sabe que si actúa de esta manera perderá la partida, porque no tiene las mejores cartas para ese juego. Esta es una evidencia que han detectado sus contrincantes, pero su compañero no. Para la opinión pública europea, dos regiones que nadie sabe colocar en el mapa no justifican quedarnos sin calefacción. Más aún con una inflación galopante y con subidas de tipos. Pero si su compañero se lanza al campo de batalla contra Rusia perderá dos partidas, tendrá que aplicar las sanciones con sus terribles consecuencias, y encima tendremos que convivir con un enemigo belicoso que, si nadie le para en Ucrania, porqué le iban a parar en los Bálticos o en Moldavia.

Zelenski no se atreve a echar órdagos por si los contrincantes lo ven, y tampoco se fía de que Biden se entere de la jugada, así que prefiere jugar una partida de bajo perfil; eso sí, no para de hacer señas que para su desgracia sólo ve Putin.

El ruso empieza la partida a base de órdagos; no hace ni un solo gesto. Los demás empiezan a creer que no va de farol, y se empiezan a poner nerviosos, menos Biden que es consciente de que su juego es mejor que el de Putin, pero desconoce como podrán afectar al resultado final de la partida el juego de Europa y de Ucrania.

A medida que hay más piedras sobre la mesa, la partida se va estirando y la dimensión del resultado será determinante para la conclusión final del juego.

Cada vez que Putin hace un órdago, a su compañero le tiemblan las canillas e intenta amansar a su contrincante con buenos gestos, le pone otra copa, le ofrece un puro, pero Putin sabe que este compañero que tiene es bastante melifluo y que sólo intenta engatusarle. Zelenski es consciente de que si la partida se la lleva Putin, su vida como jugador se habrá acabado, pero viendo cómo juega Macron, empieza a pensar lo mismo que Putin, especialmente cuando el francés le ofrece buenas palabras, otra copa y un puro. Todos comienzan a creer que Macron y Europa están jugando una partida diferente, y comienzan a creer que sus cartas no serán relevantes, si no cambia de actitud en el juego.

Cada vez que parece que la jugada se apacigua, Putin lanza un nuevo órdago acompañado de gestos benevolentes, a veces parecen despreciativos, pero con gran determinación. Mientras se fuma el puro de Macron, mueve sus tropas a Bielorrusia e incluso planea instalar misiles nucleares en la frontera con Polonia. Sus barcos anfibios ya están en el Mar Negro y el despliegue en Crimea se acelera, y lo más interesante del despliegue, los hospitales de campaña; que digo yo que para unas maniobras no parece que sean muy necesarios.

No nos engañemos ni nos creemos falsas esperanzas, esta partida que comenzó Putin sólo tiene dos finales posibles, la claudicación de Occidente de una envergadura similar a la que Roma sufrió en el año 476 o la invasión de Ucrania.

Sólo Biden podría cambiar el escenario de la partida, pero está cansado de los órdagos de Putin y de su charlatanería, de Zelenski que no ayuda mucho y también de Europa, de la que no se fía. Está convencido de que Trump hubiera resuelto esto con unas operaciones inmobiliarias con Putin, ellos sí hablaban el mismo lenguaje, pero nadie se entiende con un jugador que se salta la reglas del juego cada vez que puede; incluso creen que puede ser un poco trilero y sacar unas cartas de la manga en el último momento y cambiar el destino de la partida, como en el intento para matar al presidente Ucrania, Yúshchenko en 2004.

Biden ha hecho pequeños movimientos muy simbólicos para proteger a los que ya son sus aliados en la OTAN. Es el mismo mensaje de Chamberlain a Hitler: si vas más allá de Checoslovaquia y Austria y se te ocurre invadir Polonia, nos tendrás a todos enfrente y tendremos el cataclismo nuclear. Esa es la mala jugada de Biden, no detener al gran jugador ruso antes de que la partida se complique más y confiar de que tiene una buena línea de defensa para el futuro. Pero en esta estrategia ya le ha marcado el camino a Putin, acaba de sacrificar a su compañero de partida, a cambio de confiar de que en la próxima partida tendrá todas las de ganar.

Zelenski ya solo aspira a hacerle la vida imposible a Putin; incluso confía que si la partida se enfanga, aunque tiene las peores cartas, podrá llamar la atención de sus compañeros. Quizás si consigue resistir unas semanas, la situación de Biden y Europa cambien como pasó en Bosnia, pero no se fía de que el órdago ruso sea tan apabullante que Rusia tome Kiev desde Bielorrusia en cinco días o menos

Los europeos siempre juegan a un equilibrio incomprensible. Alemania y Francia están empeñadas en mantener equidistancia entre Rusia y Estados Unidos, por una razón de peso, la frontera rusa está a cien metros de Europa y Estados Unidos a cuatro mil kilómetros al oeste. Pero si Macron y Scholz consiguen apaciguar al gigante del este con concesiones a corto plazo salvarán su culo que no es un tema menor. El problema es que los europeos siempre andamos confundidos con el indispensable papel que Estados Unidos tuvo en la implantación de la libertad y la democracia en Europa y queremos mantener una posición intermedia, para la que no tenemos buenas cartas.

Sólo hay un precio que Putin podría aceptar para no invadir Ucrania, la humillación de Europa; el ridículo de Macron ante Putin, al solo le faltó ponerle un taburete, y el de Scholz, diciendo en Washington que el objetivo es evitar la guerra, en lugar de decir que el objetivo, si Putin nos ataca, es la victoria, nos indica que hay una opción para la paz, la paz de los muertos políticamente y así todos los europeos continuaremos con el baile de gala del Titanic mientras el iceberg ruso nos engulle poco a poco; porque para cuando esto ocurra Downing Street estará de party y la Casa Blanca con jet lag.

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