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Javier Arias Borque

Lo que España debe aprender de Ucrania: de Ceuta y Melilla a la independencia energética

Hay países que ya han empezado a reaccionar, pero no se ve a España con la misma ligereza y capacidad de reacción en la toma de decisiones.

Hay países que ya han empezado a reaccionar, pero no se ve a España con la misma ligereza y capacidad de reacción en la toma de decisiones.
12 días de guerra en Ucrania en 100 fotografías y vídeos

Hay ocasiones en las que los conflictos armados se ven venir, pero hay otras veces en las que llegan tan rápido que prácticamente no da tiempo a prepararse. La invasión rusa de Ucrania ha cogido al Gobierno de Kiev en pleno proceso de profesionalización de sus Fuerzas Armadas. Su potencia es mucho mayor que la que tenían en 2014 cuando Rusia se anexionó unilateralmente la península de Crimea, pero mucho menor del que estaba previsto para dentro de cinco años.

España sabe perfectamente los problemas de financiación que tienen sus Fuerzas Armadas. Algunos altos mandos llevan años exponiendo la situación a la clase política, pero éstos son reacios a poner más dinero sobre la mesa porque nuestra sociedad, que vive en la región más segura del planeta, ha dejado de ser consciente de los riesgos que hay ahí fuera. Invertir en seguridad es algo que no es tangible para el ciudadano medio y no da réditos electorales.

Los sucesivos gobiernos estuvieron más de una década recontando la inversión en Defensa, aunque el compromiso alcanzado en la OTAN y en la UE ha hecho cambiar en los dos o tres últimos años la tendencia. Ahora, tampoco gran cosa. El pasado lunes Pedro Sánchez aseguró en TVE que la previsión es que la Defensa suba hasta el 1,22 por ciento del PIB en 2024. Justo el año para el que nos comprometidos con las dos organizaciones supranacionales a estar en el 2 por ciento del PIB. Hace más de un lustro que nuestro país en el segundo o tercer país de la OTAN que menos destina a su propia seguridad.

Unas FAS con medios adecuados

La situación ahora es complicada. Las Fuerzas Armadas españolas llevan demasiados años jugando con la delgada línea roja de la inoperatividad. Se ha llegado ya a un punto irreversible en el que se pueden empezar a perder capacidades y la experiencia dice que cuando un ejército pierde una determinada capacidad ya nunca la recupera. Se necesitan inversiones de verdad o España podría arrepentirse en el futuro. Alemania ha anunciado esta semana una inversión de 100.000 millones de euros para sus ejércitos. Una capacidad de reacción intachable.

Es importante subrayar que la industria de Defensa fabrica sobre pedido, con un plan de pagos establecido y casi sin productos en stock. Esto significa que en la gran mayoría de los casos, y en función de la capacidad a reponer, hay que planificar con un lustro, con una década, o con varias décadas lo que vas a necesitar en el futuro. Cuando te estalla un conflicto bélico o una amenaza se hace realidad debes actuar con lo que planificaste años atrás. Salir al mercado es casi inviable.

La invasión de Ucrania debe servir para que los políticos españoles y los ciudadanos se den cuenta de que invertir en seguridad exterior también debe ser una prioridad. De que no se trata del manido lema de izquierda de tanques o mantequilla, sino que los tanques garantizan la mantequilla y que una cosa es tan importante como la otra. Eso y que nuestra seguridad del futuro la estamos decidiendo ahora y que la desidia de hoy se puede pagar muy cara mañana.

Paraguas OTAN para Ceuta y Melilla

Otra de las enseñanzas necesarias que debe dejar la situación actual es que los territorios nacionales que despiertan las ansias expansionistas en los países vecinos deben estar fuertemente protegidos. Como en el caso de los fondos de inversión, "rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras", es decir, que ese país vecino nunca haya atacado tu territorio pretendido o parezca que no tiene intención en el futuro próximo no significa que no pueda hacerlo en un futuro más lejano.

La situación de los países cambia y evoluciona. Puedes pasar décadas de estabilidad y que sin llegar a saber muy bien cómo puedan a pasar a encontrarse de repente contra las cuerdas, ya sea política o económicamente. Situaciones en los que los mandatarios se pueden encontrar entre la espada y la pared y utilizar el belicismo como mecanismo de salida, como recurso para volver a ganarse la confianza de su ciudadanía o unir al país frente a un reto o un enemigo exterior.

España es un país socio de la OTAN y eso es un recurso defensivo importantísimo. Pero también es cierto que los territorios nacionales a los que aspiran en el presente países vecinos no están bajo el paraguas de la cláusula de defensa colectiva de la Alianza Atlántica. Ni Ceuta ni Melilla ni el resto de peñones en el Mar Mediterráneo tienen más protección que la de nuestro ejército. Y eso, al menos en el caso de las ciudades autónomas, habría que cambiarlo.

El artículo 6 del tratado de la OTAN es el que describe dónde es efectiva la defensa colectiva, el "uno para todos y todos para uno" de los aliados. Y habla de ataques "contra el territorio de cualquiera de las partes en Europa o en América del Norte, contra los departamentos franceses de Argelia (ha quedado obsoleto), contra el territorio de Turquía o contra las islas bajo jurisdicción de cualquiera de las partes en la región del Atlántico Norte al norte del Trópico de Cáncer".

El Gobierno español debe presionar para que se especifiquen también, o los territorios españoles en el continente africano o específicamente las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Pese a que a veces hay dudas sobre la protección de Canarias, éstas están incluidas dentro de las islas que hay en el Atlántico Norte por encima del Trópico de Cáncer, por lo que en caso de ataque sobre ellas sí se podrían activar el artículo 5 del tratado de la OTAN que garantiza la seguridad colectiva.

Independencia energética

La última gran lección que debe sacar España es que como país debe ser casi independiente en sus necesidades energéticas. El grueso de las necesidades presentes y futuras debería estar garantizado por sus propios medios en la mayor medida posible. Una enseñanza que ya se debió aprender cuando nuestro país fue el gran perdedor en la disputa entre Marruecos y Argelia que concluyó con uno de los dos gaseoductos que abastecían a España cerrado.

La Estrategia Nacional de 2013 elaborada por los estrategas de La Moncloa y del Ministerio de Defensa ya consideraba entre los "riesgos y amenazas para la Seguridad Nacional" la dependencia energética que España tenía, especialmente, de países poco estables que estaban en zonas de alta actividad terrorista. Cuatro años más tarde, la "vulnerabilidad energética" de nuestro país tuvo ya su propio apartado dentro de la Estrategia de Seguridad Nacional 2017.

El problema es que los políticos no han querido hacer caso a estas advertencias. Tal vez la actual crisis provocado por Rusia –el gran proveedor de gas de Europa central y del Este– debe hacer recordar a los políticos españoles que España tiene un riesgo permanente al no poder proveerse de su propia energía. No sólo estás a expensas de la estabilidad de países "complicados" sino también de los posibles vaivenes del mercado.

En los últimos años España ha renunciado a la búsqueda de posibles bolsas de petróleo en aguas de las Islas Canarias, a la extracción de gas a través del fracking –había proyectos en diferentes puntos de España– y a la energía nuclear –cierre de centrales en funcionamiento y negativa a abrir nuevas instalaciones–. Es hora de repensar la situación –la energías renovables no son estables– y tomarse en serio el futuro energético de nuestro país.

Otros países sí lo han visto claro. Francia ha anunciado hace unos días un nuevo plan energético que combinará sus centrales nucleares actuales con la construcción de 14 nuevos reactores, que serán apoyados por energías renovables. Alemania, que decidió hace años abandonar el uso de la energía nuclear y que tiene una gran dependencia energética de Rusia se está repensando la decisión de abandonar las nucleares. Es hora de que España aprenda la lección de una vez y empiece a pensar cómo alcanzar la independencia energética.

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