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Federico Jiménez Losantos

Patricia Bullrich, la esperanza presidencial de una Argentina en las últimas

Bullrich establece una distinción ética o de régimen: restaurar la república como ámbito de ciudadanía frente al salami "progre" de clase o género.

Bullrich establece una distinción ética o de régimen: restaurar la república como ámbito de ciudadanía frente al salami "progre" de clase o género.
Patricia Bullrich, política argentina de la coalición opositora Juntos por el Cambio | @PatoBullrich23

Hace unas semanas, el equipo de comunicación de Patricia Bullrich se puso en contacto conmigo a través de Cayetana Álvarez de Toledo. Nos ofrecían su primera entrevista en Europa como candidata ‘in pectore’ para las presidenciales de 2023. Me encantó. Pocas cosas más interesantes en Iberoamérica, en términos intelectuales, que la política argentina. Y su gran dilema es el mismo que en España y toda la región: el populismo comunista a la venezolana que triunfa en Perú y Chile o la vigorosa recuperación de la democracia liberal, la división de poderes, en especial la independencia judicial, y una defensa neta de la propiedad y de la economía de mercado.

En esa situación de quiebra económica y ruina institucional, con siete de cada diez jóvenes que se irían del país si pudieran, la oposición aparece dramáticamente dividida. Por un lado, están los que quieren un cambio que no rompa cierta paz social basada en los consensos peronistas que llevan al país al despeñadero de la guerra civil, pero sin despeñarse nunca. Sería la postura, dentro de Juntos por el Cambio, vencedora en las elecciones PASO de mitad de legislatura, de los "palomas" Larreta o María Eugenia Vidal.

La dividida alternativa al kirchnerismo

Por otro, hay dos sectores, el de los escarmentados o "halcones" de Juntos por el Cambio, como Patricia Bullrich, que vienen de plataformas de oposición al peronismo, la última la que llevó a la presidencia a Mauricio Macri, y que creen que no hay reforma posible sin acabar con una clase política mafiosa y una clientela electoral subsidiada y corrompida por ella. A la misma conclusión, no por el fracaso gradualista de la política clásica sino por pura deducción intelectual, han llegado desde fuera del sistema dos personajes interesantísimos: uno, Javier Milei, economista libertario, roquero electrizante y fenómeno interclasista, cuya segunda es Victoria Villarruel, referente ético contra la manipulación de la memoria histórica, bien conocida en LD; y José Luis Espert, un economista liberal clásico, con un desgarro expresivo nada convencional. Ambos quieren un ruptura moral e intelectual con los consensos políticos que desde hace décadas condenan a la Argentina a la mendicidad internacional y la autodestrucción nacional. Hablamos de un país con déficit crónico, deuda legendaria, 20 millones de pobres, y de ellos 5 indigentes. Dos tercios de los jóvenes están mal alimentados. En los dos últimos años, el medio país peronista se quedó sin enseñanza. Más de 10.000 delincuentes salieron de la cárcel por el covid19. El resultado es una inseguridad pavorosa. Matan por un móvil o unas zapatillas. Violan en manada y la ministra de Género defiende a los violadores.

La línea roja del cambio

Patricia Bullrich viene, por biografía, de la política clásica. Pero cuando se la ve en los debates televisados de La Nación+, está claramente más cerca de Javier Milei o José Luis Espert que de María Eugenia Vidal, su némesis y antítesis, otra presidenciable a la que quizás se le haya escapado el tren.

En la entrevista, al preguntarle por la política de alianzas para llegar a esa mayoría capaz de acometer ese cambio radical que precisa Argentina, Bullrich establece una distinción ética o de régimen: restaurar la república como ámbito de ciudadanía frente al salami "progre" de clase o género del kirchnerismo, no combatido por la socialdemocracia del Partido Radical. Y su convicción de que Milei estará siempre de su lado recuerda la posición de Díaz Ayuso frente a la oficial del PP en su alianza con Vox o el PSOE.

Especialmente interesantes son sus reflexiones desde la experiencia del ministerio del Interior en la lucha contra el narcotráfico y la corrupción policial. Para Bullrich no hay atajos fáciles contra el delito, sino la lenta e implacable imposición de la Ley hasta el último rincón social, sin admitir que haya barrios donde no entra la policía. Pero una policía respaldada por el Gobierno y por unas leyes en favor de las víctimas, no de los victimarios.

Las llamadas "políticas de género" en Argentina son idénticas a las implantadas en España por el Gobierno social-comunista. Idénticamente absurdas y todavía más hirientes, como cuando a seis violadores de una muchacha -dos de ellos "feministas no binarios" y de La Cámpora, añeja mafia juvenil peronista de Máximo Kirchner- los justifica la ministra como víctimas de una socialización que los lleva a agredir siempre a las mujeres. No hay responsabilidad nunca. La sociedad es culpable siempre. Hacen falta pastores para tanto borrego.

La favorita en las encuestas

En la última encuesta sobre presidenciables, Bullrich es la primera, con una aceptación del 44%. Es pues, la candidata a batir, o, al menos, a seguir. Pero al grabar esta entrevista, surgió un imprevisto: Patricia había ido a llevar a un familiar al hospital, y todo se retrasaba, una y otra vez. Nos sugirieron dejarla para otro día, pero vive de viaje por la República, no esperamos. Ella misma la grabó con su móvil, de vuelta a casa, con la imagen saltando en cada semáforo y en cada bache. Íbamos hablando de Zelensky, de cómo ella quiso ir con mil políticos y personajes de todo el mundo a Ucrania, para apoyarle. Prohibido quejarse. Al final, deja una sonrisa de muchacha sin edad, como una Argentina que tuviera solución.

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