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Miguel del Pino

Ideología animalista, ¡fuera del campo!

Este domingo, en Madrid, los diferentes colectivos que pretenden vivir del campo levantan indignados su voz. Es la ira de los justos.

Este domingo, en Madrid, los diferentes colectivos que pretenden vivir del campo levantan indignados su voz. Es la ira de los justos.
EFE

La defensa y la gestión del campo son asignaturas pendientes en España cuyo abandono se remonta varios siglos atrás. Esta situación no puede prolongarse más y así lo revela la masiva participación en la manifestación de este domingo en Madrid.

Los costes inasumibles de los productos agrícolas y ganaderos se encuentran en la base del problema, pero no es solo eso: una nueva contaminación, hasta ahora desconocida, viene a sumarse a los problemas que amenazan al campo, la contaminación por la ideología animalista.

Ante la desesperación de los agricultores y ganaderos a los que no les salen las cuentas, la gran ciudad no reacciona con la solidaridad sino con la incomprensión de los "ecologistas del asfalto", de aquellos que no conocen nada real del mundo rural y de los problemas derivados de la correcta gestión de la naturaleza. Una cosa es la leche y otra las horchatas y, por supuesto, los gallos no violan a las gallinas.

La mezcla de colectivos implicados de la manifestación en defensa del campo que hoy unen sus fuerzas en Madrid es verdaderamente impresionante: agricultores, ganaderos, cazadores, entre ellos los silvestristas y también los incomprendidos mascoteros a quienes se pretende obligar a esterilizar a sus reproductores. El inmortal Eugenio seguro que lo habría utilizado como chiste: "¿Saben aquel que dice que va estar prohibido criar canarios y periquitos?".

Esta mañana a primera hora, cuando comenzaban a llegar a Madrid los autocares en los que venían cientos de agricultores, tan indignados como correctos en su protesta, hasta los perros del barrio, entre ellos "Rizos", un precioso caniche, parecía solidarizarse con ellos. "A mí de esterilizarme nada, que yo no me meto con nadie".

Damos por supuesto que la cuestión económica que amenaza la supervivencia de las gentes del campo es lo más importante, pero si no olvidamos hacer referencia a la tiranía ideológica que se pretende ejercer sobre los aficionados a los animales de compañía y a los cazadores, no es solo cuestión práctica; también lo es ideológica, ya que deriva de mentes liberticidas.

El campo español, y también todas las cuestiones derivadas de la tenencia de animales, sean de consumo o de recreo, no admite gestión ideológica, sino ecológica, económica y sociológica. Pongamos estas tres cuestiones en el orden que queramos, pero sin prescindir de ninguna, ya que las tres son complementarias e inseparables.

La agricultura y la ganadería se encuentran en la base de la pirámide ecológica de la sociedad civilizada. Vamos a decirlo todavía con más claridad: sin campo correctamente gestionado no puede existir la ciudad. El campo es la base de las cadenas alimentarias aunque algunos crean que los alimentos proceden por vía directa de los almacenes del supermercado.

Pero no dejemos que esta cuestión esencial oculte otras preocupaciones como la gestión de la caza o la ley de supuesta protección animal: su ordenación desde los diferentes ministerios implicados en estas actividades está fuertemente contaminada por ideología animalista y esta no tiene nada de científica, sino de sentimental y antropocéntrica. Los primeros perjudicados son los animales a los que se pretende proteger, que a veces terminan "protegidos" con su extinción: el toro bravo o los animales domésticos son buenos ejemplos de ello.

Los principales olvidados

La magnitud de la manifestación de Madrid hará imposible que pase desapercibida, pero si se me permite recordar un componente "romántico" del tema, no quisiera que se olvidara la causa de los ciudadanos que quieren trasladar a sus residencias urbanas un toque de naturaleza en forma de animales de compañía.

La legislación prevista por la llamada "Ley de protección animal" en relación con los animales de compañía es verdaderamente demencial; de hecho supone el final de la crianza aficionada de mascotas, salvo de peces, y esos también con múltiples prohibiciones.

Supuestos "asesores" tratan de sustituir a los veterinarios en las labores de asesoramiento y apoyo de los propietarios de animales; insaciables recaudadores afilan sus bolígrafos inventando conceptos como "núcleo zoológico" o "colección particular" para espiar y fiscalizar a quienes tengan unos cuantos animalitos de compañía. Verdaderamente los liberticidas aman, por no decir "adoran", los dineros de los aficionados.

Ruego que no se me censure por mirar tan detenidamente a unos cuantos infelices incrustados en una manifestación tan importante como la de hoy en defensa del campo; pero seguramente el aspecto, para muchos secundario, de la indignación de los amantes de las mascotas, funciona como un termómetro que indica la fiebre ideológica que sufre nuestra naturaleza.

De la caza y de los toros de lidia parece necesario hablar más detenidamente, y así lo haremos, recordemos por el momento que son cuestiones que necesitan una regulación eficiente, profesional y sociológica imprescindible, es decir, todo lo contrario de lo que actualmente les viene afectando hasta el hartazgo.

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