
La puntilla al PSOE en Andalucía se la dio Zapatero en un mitin en Málaga cuando mostró su orgullo por Chaves y Griñán, representantes máximos de la corrupción y la ineficiencia que había condenado a los andaluces a la mayor tasa de paro y las peores calificaciones en las encuestas educativas. "Son personas honestas", enfatizó Zapatero. La honestidad de los socialistas andaluces se cifra en cientos de millones de euros entre prevaricación y malversación.
El propio candidato de los socialistas, Juan Espadas, se tiraba piedras contra su tejado cuando acusó a Moreno Bonilla de usar el aparato de la Junta de Andalucía para hacerse publicidad, "como lo ha tenido el PSOE en otras ocasiones cuando se ha presentado desde el Gobierno", sintetizando lo que ha sido durante lustros el asalto socialista a las instituciones públicas, de Canal Sur a la escuela. En el caso de Espadas se cumple a la perfección el dicho de que cree el ladrón que todos son de su condición, en este caso en versión Goebbels.
Dicho aparato de propaganda, de tertulianos a profesores, había hecho creer a los andaluces consignas para analfabetos funcionales al estilo de "a más derechas, menos derechos", mientras que los periodistas progres citaban continuamente el peligro de la supuesta ultraderecha de Vox, partido al que no se le conoce una sola agresión ni un desafío a la Constitución, mientras aplaudían a la extrema izquierda aliada de terroristas y golpistas.
Moreno Bonilla lo ha tenido relativamente fácil. Licenciado en Protocolo, ha dejado que el resto de candidatos se enzarzasen en debates ridículos sobre masturbación, torrijas y empadronamientos, para aparecer ante el electorado como la única opción con un mínimo de sentido común, algo de elegancia y un máximo de sentido del ridículo.
Por otra parte, Moreno Bonilla ha sabido captar desde sus orígenes malagueños la pluralidad de Andalucía más allá de los lugares comunes del sevillanismo de los típicos políticos socialistas entre Triana y Nervión, que creen que no hay Andalucía más allá de su acento, su Cruzcampo y su Betis. Pero Andalucía es más ancha que Castilla, y de Almería a Huelva, de Córdoba a Cádiz, Moreno Bonilla, así como sus lugartenientes no sevillanos Bendodo y Bravo, han sabido interpretar que la pluralidad andaluza exige no cambiar el centralismo de Madrid por el de Sevilla, ya que sólo de este modo puede la región desarrollar todo su potencial.
Para semejante conquista del centro ideológico por parte del PP han sido fundamentales los exvotantes de Ciudadanos. La debacle del partido que se dijo liberal la representa Juan Marín, un político sin ideas ni principios, estricto producto de marketing y cuya única aportación significativa durante la campaña ha sido fotografiarse tirándose a una piscina y cocinando torrijas. Mientras, el que fue alcalde de Granada por Ciudadanos, Luis Salvador, se ha desgañitado en Twitter pidiendo el voto para los socialistas. Quedan de estos dos políticos oportunistas una lección para futuros partidos liberales: mejor pocos que cocinen un partido pequeño pero sólido en ideas e influyente en poder que un partido de masas parasitado por trepas, mercenarios y publicistas.
Andalucía ha llevado al plano colectivo el famoso dicho político "si a los 20 no eres de izquierdas es que no tienes corazón, pero si a los cuarenta no eres de derechas es que no tienes cerebro". Han pasado cuarenta y un años desde que se proclamó la Autonomía en Andalucía. Parafraseando a Alfonso Guerra, a Andalucía no la reconoce ni la madre que la parió. Menos mal.