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Miguel del Pino

Volcán Hunga Tonga: ¿calefacción global planetaria?

¿Podría este acontecimiento volcánico ser la causa del tórrido verano que estamos padeciendo en Europa?

¿Podría este acontecimiento volcánico ser la causa del tórrido verano que estamos padeciendo en Europa?
Vista aérea de la isla de Tonga (Nueva Zelanda), tras la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha'apai. | EFE/EPA/NZDF

La humanidad no había asistido nunca a una explosión volcánica de las dimensiones que alcanzó la del volcán submarino Hunga Tonga Hunga-Ha’apai, en el Pacífico Sur, el 15 de enero de este año.

Cuando la Ciencia todavía permanece absorta ante las cifras que arrojan las investigaciones sobre la explosión volcánica submarina que estamos comentando, surge la pregunta inevitable: ¿podría este acontecimiento volcánico ser la causa del tórrido verano que estamos padeciendo en Europa?

Las afirmaciones sin el suficiente peso científico que llevamos años soportando en relación con el famoso "cambio climático" invitan en este caso a ser extraordinariamente prudentes, pero se trata de algo nunca visto y es el propio Laboratorio de Propulsión de la NASA quien se atreve a advertir de que la enorme cantidad de vapor de agua lanzada a la estratosfera por la explosión submarina podría calentar la atmósfera y elevar la temperatura al menos durante los próximos cinco años.

La mayor parte de las erupciones volcánicas paroxísticas que ha registrado nuestra especie a lo largo de su historia, cuando se producen de forma explosiva emiten principalmente cenizas que forman nubes altas capaces de ocultar parcialmente la luz solar, por lo que no solo no calientan sino que enfrían durante un tiempo la atmósfera.

Por el contrario, algunos volcanes submarinos como el Hunga Tonga no han emitido apenas cenizas sino vapor de agua, y este sí es un gas de efecto invernadero capaz de calentar la atmósfera, en este caso, dadas las dimensiones de la evaporación, durante varios años.

Hablemos de cifras: la cantidad de vapor de agua lanzada a la estratosfera por el volcán del Pacífico Sur puede haber alcanzado la cifra equivalente al diez por ciento del que contenía la atmósfera antes del nuevo y repentino aporte; semejante incremento hace admisible pensar en cambios climáticos al menos durante unos años.

Es bueno tener alguna referencia fácil de imaginar para calibrar mejor lo que suponen estas cifras, la NASA pone como ejemplo de volumen vaporizado el de 85.000 piscinas olímpicas.

Para que las mediciones hayan podido ser suficientemente fiables, digamos que la mayoría de los datos han sido recogidos por un satélite de vigilancia el M.L.S. que se encontraba en posición espacial idónea cuando se produjo la gran explosión. Al llegar los primeros resultados, los observadores pensaron lo mismo que cualquiera de nosotros cuando recibimos los primeros recibos de gas después de la gran subida: que los aparatos estaban estropeados, pero no era así y hubo que admitir la evidencia.

La explosión de la caldera submarina del Hunga Tonga era la más grande que la humanidad había podido registrar. Aunque los sunamis no fueron catastróficos, sí fueron globales, así como la estampida sónica que llegó a dar dos vueltas a la Tierra.

Para que se originara una vaporización tan ciclópea tuvieron que darse dos circunstancias complementarias: la profundidad de la caldera volcánica y la masa de agua distante entre esta y la superficie: la profundidad es de 140 kilómetros; de haber sido menor no habría habido tanta agua para vaporizar, y de ser más profunda buena parte de la energía habría sido absorbida por la masa oceánica sin convertirse en vapor.

Una columna triple

Las actividades magmáticas en el manto de la Tierra llegan a transmitirse hasta los fondos oceánicos a través de plumas fundidas que conectan con bolsas magmáticas llamadas puntos calientes que se encuentran a gran profundidad, a veces hasta 3.000 kilómetros: los puntos calientes y sus efusiones en pluma producen los volcanes submarinos del tipo llamado Hawaiano, alguno de los cuales como el Mauna Loa se alzan desde el fondo del mar alcanzando las mayores alturas del planeta, hasta los 10.000 metros, más que las más altas montañas terrestres.

También la actividad magmática que circula en forma de circuitos bajo los fondos oceánicos, puede calentarlos sin que llegue a haber actividad volcánica. Los aportes de temperatura a dichos fondos originan corrientes oceánicas, como la llamada del "Niño", que presentan importancia como reguladoras del clima.

Debemos considerar una columna triple a la hora de tratar de explicarnos las bases de la actividad climática: la atmósfera recibe influencias térmicas y aportes de emisiones sólidas y gaseosas procedentes del sol, de las temperaturas oceánicas reguladas por las corrientes marinas, de las emisiones volcánicas, sólidas y gaseosas y, no lo neguemos, también de la actividad humana, aunque muchos pensemos que este último factor se sobredimensiona de manera interesada por los catastrofistas del "cambio climático antropogénico".

La explosión submarina del Hunga Tonga viene a suponer una cura de humildad contra el fanatismo. ¿De verdad puede admitirse como válida la simplificación por modelos de ordenador de algo tan complejo como el clima?

Bueno será aplicar el principio de precaución al gestionar los usos energéticos, evitando el despilfarro y buscando nuevas fuentes de energía o la mejora de las existentes, por supuesto; pero aprendamos de las lecciones que nos da, a veces de manera paroxística, la actividad de nuestro planeta.

La climatología (esta vez empleando el término de manera correcta para referirse a la Ciencia que estudia el clima, no confundiéndolo con "tiempo" como es habitual), nos advierte de posibles veranos tórridos por el Hunga Tonga. ¿Habrá también inviernos menos crudos? Seamos prudentes ante un tema tan complejo.

MIGUEL DEL PINO.

Catedrático de Ciencias Naturales

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