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Miguel del Pino

Tras la invalidez energética, ahora llegará el "estraperlo"

Los más pudientes no van a tener problema en encontrar productos de calidad extra no incluidos en la cesta oficial del directorio "Yolanda-Garzón".

Los más pudientes no van a tener problema en encontrar productos de calidad extra no incluidos en la cesta oficial del directorio "Yolanda-Garzón".
MADRID, 08/09/2022.-La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, y el ministro de Consumo, Alberto Garzón, conversan con los medios tras la reunión celebrada con el director ejecutivo de Carrefour, Alexandre de Palmas, en la sede del Ministerio de Trabajo, este jueves. EFE/ Rodrigo Jiménez | EFE

Ya somos "inválidos energéticos" y lo hemos conseguido a pulso. Hemos escuchado los cantos de sirena catastrofistas del supuesto "cambio climático" y buena parte de Europa no ha tomado precauciones para afrontar las penurias de la falta de energía que se producirían de manera fatal al basar las previsiones de futuro en las insuficientes energías renovables con la ambiciosa e ilusoria pretensión de "salvar el planeta".

Un nuevo fantasma en estos momentos sobrevuela el panorama español: actualmente se suele denominar "mercado negro": en tiempos de posguerra, que algunos hemos vivido y recordamos —¿es esto memoria histórica?—, se llamó estraperlo.

La España actual no es comunista, al menos así parecen demostrarlo, ciclo tras ciclo, los resultados electorales, sin embargo los complejos rebotes de votos traducidos en sus homólogos de escaños, unidos a la multiplicación, ruinosa y demencial, de carteras ministeriales, nos lleva a la situación de depósito de algunas importantes funciones sociales, como la distribución de alimentos básicos y la fijación de sus precios en manos comunistas.

Ya hemos visto esta película

Recordemos un principio económico fundamental en torno a los precios: los fija el mercado, así de sencillo; cuando trata de fijarlos de manera artificial el político de turno, la hecatombe está asegurada. Desgraciadamente en España ya hemos visto esta película en los remotos años de la posguerra. Algunos no lo hemos olvidado. Los jóvenes ni siquiera sabrán de lo que hablamos.

En los duros años que siguieron al final de nuestra Guerra Civil, el racionamiento de productos básicos y la fijación de los precios se debía no ya a la escasez, sino a la carencia. Apenas teníamos los mínimos necesarios para la supervivencia de una población debilitada por las penalidades sufridas durante tres años dramáticos; fue tiempo de cartillas de racionamiento, de cupones para ir rellenando estas, y sobre todo de ese mercado negro de la picaresca que conocíamos como "estraperlo".

Solicito permiso del lector para contar uno de mis más tristes recuerdos infantiles: los paseos por la calle madrileña del Conde de Peñalver, antes Torrijos, como siempre se recordaba, en pleno Barrio de Salamanca, acompañando a mi madre en medio de una atmósfera de misterio y clandestinidad. Nuestro objetivo parecerá a los jóvenes de hoy absolutamente increíble.

Buscábamos hacernos con un objeto de lujo que no siempre conseguíamos. Cuando se daban las circunstancias adecuadas, aparecía tras la sombra de un portal la pobre Lucía, una estraperlista que ocultaba el tesoro apetecido por todos en un oscuro rincón: ¡Una barra de pan blanco!

En la "cesta de la compra oficial de aquellos tiempos" había "pan negro" que era producto del cocimiento y horneado de una extraña masa sabe de Dios de qué despojos, cerealistas en el mejor de los supuestos.

La policía perseguía levemente a los estraperlistas de productos básicos, pero desde luego su labor no estaba exenta de riesgos; eran hijos del hambre, de la miseria, de la picaresca y en definitiva producto de los desastres de la guerra.

El "pan blanco" estaba hecho con harina de trigo ¡todo un lujo! Nos lo mandaba Perón, el último de nuestros amigos de aquellos tiempos. También nos mandaba carne congelada, siniestramente tatuadas las canales con sellos bien tintados que indicaban su procedencia.

Aquellas calamidades eran consecuencia de la pobreza natural tras un desastre y sus consecuencias económicas; si volvemos a situaciones parecidas, sus causas serán ideológicas y reconocerán su sello comunista.

El problema actual de la distribución de alimentos no se debe por lo general a situaciones de penuria. El alza de los precios de la llamada "cesta de la compra" obedece más a circunstancias de política económica y de retribución a los productores e intermediarios que a los resultados agrícolas o ganaderos de las materias primas, pero insistimos, será el mercado quien marque la realidad de los precios, no el dictamen de las autoridades "de arriba abajo".

A la fijación de productos básicos de precio regulado responderán inevitablemente los implicados en la producción, el reparto y la comercialización con la correspondiente "regulación" —¿o decimos directamente disminución?— de las calidades. Como siempre, resultarán perjudicados los bolsillos más modestos, aunque su sensibilidad intente anestesiarse con el eufemismo de "ecológico". Para ecológico de verdad, el pan blanco que vendía Lucía en mi infancia.

Los más pudientes no van a tener problema en encontrar productos de calidad extra no incluidos en la cesta oficial del directorio "Yolanda-Garzón". ¿Pondrá el ministro dietista tofú, en lugar de carne, en la dichosa cesta popular? ¿Terminaremos consumiendo las hamburguesas de césped de Bill Gates?

A la fijación de precios de productos básicos siguen el mercado negro y la disminución de calidad para los más desfavorecidos. ¿Es esto política de izquierdas o despropósito? Bien se nota que los jóvenes de hoy no se pasearon de manera clandestina para encontrar, oculta en un portal, a la infeliz estraperlista del plan blanco.

¿Y si nos olvidáramos de la dichosa cesta marca "Yolanda-Garzón, ecológico sostenible" para abaratar los precios de alimentos básicos eliminando o restringiendo drásticamente su tremendo IVA? Aunque hubiera que eliminar chiringuitos y hasta ministerios. Yo no quiero tener que comprar cestas con productos escogidos por otros, por supuestamente ecológicos que me digan que son. También en esto, como en tantas otras cosas no solo reclamo, sino exijo, mi libertad, así de sencillo.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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