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Javier Arias Borque

La operación especial, el eufemismo de Putin para invadir Ucrania que se ha vuelto contra él

Miles de militares rusos han desertado. Al no declararse el estado de guerra la única consecuencia punible posible es el despido del Ejército.

Miles de militares rusos han desertado. Al no declararse el estado de guerra la única consecuencia punible posible es el despido del Ejército.
Cartel reclutando voluntarios para combatir en Ucrania en la región de Perm (Rusia). | Min. Defensa de Rusia

Rusia inició su invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Al mismo tiempo que sus militares iniciaban las incursiones en el país vecino, los mandamases del Kremlin levantaron un muro de censura mediática en los medios de comunicación rusos. La expresión 'guerra' entró en la lista de términos proscritos y se obligó a los medios de comunicación a hablar únicamente de 'operación especial' u 'operación militar especial'.

Bajo amenaza de cierre, Vladimir Putin y su camarilla también han prohibido que los medios den información que no salga directamente de los cauces oficiales del Gobierno ruso o que se haga alusión alguna al fallecimiento de civiles ucranianos por culpa de los ataques de su ejército. El mensaje debe ser único: Rusia se ha visto obligado a realizar un misión especial para desnazificar Ucrania; y nadie debe salirse del guion y la narrativa diseñada por el Kremlin.

Lo que parecía ser una operación quirúrgica que iba a concluir en cuestión de días se ha convertido en un escenario bélico de alto desgaste que lleva ya seis meses a sus espaldas y que no parece tener un final a la vista. Y esto ha provocado que el eufemismo diseñado por Putin y sus asesores se esté volviendo contra ellos, porque está mermando de forma importante las capacidades de su propio ejército en el campo de batalla.

Como Moscú no quería bajo ningún concepto que se hablase de guerra, la Duma o Parlamento ruso aprobó la invasión de Ucrania utilizando resquicios legislativos, sin los trámites habituales previstos para aprobar misiones bélicas, con las diferencias legales que ello conlleva. Rusia se encuentra de este modo en estado de paz y huir del frente no está penalizado de la misma forma que si se hiciera en un estado de guerra.

Los militares que abandonan los combates en Ucrania y se vuelven a Rusia no se enfrentan a un consejo de guerra o a un juicio sumario, sino que su único castigo posible es ser despedidos del Ejército ruso en el caso de ser militares profesionales. Ya ha habido, que haya trascendido, una primera sentencia, relativa a 115 militares de una unidad de la Guardia Nacional (Rosgvardia) de Kabardia-Balkaria, que se negaron directamente a desplegarse en Ucrania.

En el caso de aquellos que están vinculados por un contrato temporal al Ejército ruso, como los voluntarios que se están alistando para ir a Ucrania, con una duración de un año, tan solo se enfrentan a la rescisión automática de su contrato, algo que obviamente no supone ninguna penalización real porque si están abandonando el frente y regresando a casa es porque ya no quieren continuar vinculados al Ejército ni continuar en la guerra.

El Gobierno ruso no ha facilitado ningún tipo de datos sobre el número de militares rusos que han desertado desde el inicio de la invasión el pasado 24 de febrero, ni del número de efectivos profesionales que se han negado a ser desplegados en Ucrania, algo dentro de la normalidad, porque mantiene una opacidad casi absoluta sobre la invasión de su país vecino, pero algunos centros de análisis internacionales hablan de miles de "desertores".

Los carteles de reclutamiento que se han distribuido por todo el país prometen salarios de 300.000 rublos para quienes se unan a la causa rusa en Ucrania, un salario aproximado de unos 5.000 euros al mes, cinco veces y media el salario medio ruso, un salario muy poco atractiva para los jóvenes urbanitas de Moscú o San Petersburgo, pero un auténtico dineral para los jóvenes y adultos que provienen de las repúblicas más pobres de Rusia, ubicadas mayoritariamente en Asia Central.

Entre los beneficios por alistarse también se incluye un seguro médico completo, alimentación, vestuario, acceso a viviendas de protección oficial, ayudas para la compra de vivienda libre, derecho preferencial a recibir educación superior por parte de los hijos, así como un viaje de vacaciones tanto para el voluntario como para su familia a un listado de destino ofertados por el Ministerio de Defensa ruso.

Toda una golosina que se derrumba cuando se pasan unas horas en el frente de batalla en Ucrania. Allí la moral de combate es baja porque los ucranianos están resistiendo con heroicidad, muchos han visto como sus compañeros de batallón han sido masacrados y, por su fuera poco, la ruinosa logística rusa hace que en muchas unidades carezcan del material necesario: armamento en buen estado, munición abundante, uniformes y casos modernos, comida, material sanitarios…

Las llamadas telefónicas interceptadas por Ucrania, que han ido haciendo públicas desde cuentas oficiales en redes sociales, muestran cómo algunos militares han tenido que comprarse material militar a través de Avito, una especie de ebay o wallapop ruso, donde es probable que el vendedor fuese un militar corrupto que lo había robado de los depósitos de material militar desde los que le debía haber llegado al militar de forma totalmente gratuita.

La falta grave de material y comida fue la causa, por ejemplo, de que cerca de 300 de los 1.200 voluntarios de Osetia del Sur -una de las repúblicas fantasma que Rusia mantiene en Georgia- se volvieran a sus casas a finales del pasado mes de marzo porque consideraban que las condiciones que les daban desde Moscú para combatir en los frentes ucranianos eran intolerables. Por eso Moscú centra la búsqueda de voluntarios en las regiones más pobres de Rusia.

La contraofensiva ucraniana en Jarkov, que ha generado una auténtica huida en desbandada de las tropas rusas que estaban en la zona, han vuelto a poner de manifiesto los problemas rusos en el país vecino, entre otras cosas, porque ha venida acompañada de un importante número de nuevas deserciones. También ha provocado que se escuchen las primeras voces en Rusia criticando la intervención en Ucrania y pidiendo que se declare oficialmente la guerra.

El hecho de declarar oficialmente el estado de guerra permitiría a Rusia organizar levas, es decir, reclutar obligatoriamente a jóvenes de todo el país, lo que permitiría liberar a un número equivalente de militares profesionales para enviarlos a Ucrania. Incluso algunos de esos nuevos reclutas podrían ser destinados también al frente -la ley rusa no lo permite, pero Putin ya lo hizo el pasado mes de febrero-. Un movimiento que, tal vez, podría cambiar el rumbo de la guerra.

El problema de esto es que, por un lado, dejaría en evidencia que la guerra en Ucrania no va como se había planificado desde un primer momento, algo que todavía mantienen desde el Kremlin y el Ministerio de Defensa ruso. Por el otro, supondría que los hijos de las clases altas de Moscú y San Petersburgo, el gran sustento de Putin, podrían poner sus vidas en juego. Y una cosa es perder dinero y otra muy diferente perder un hijo, por lo que el presidente ruso debe medir muy mucho las consecuencias de sus decisiones.

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