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Federico Jiménez Losantos

El "Hombre Nuevo Verde" o por qué los comunistas se han hecho ecologistas

Los comunistas han encontrado en el alarmismo climático las herramientas que legitiman un control absoluto de la vida cotidiana.

Los comunistas han encontrado en el alarmismo climático las herramientas que legitiman un control absoluto de la vida cotidiana.
Yolanda Díaz y Alberto Garzón | EFE

Ursula Von der Layen, democristiana, millonaria con siete hijos y un avión, ha proclamado la Agenda 2030 como nueva Constitución Europea. Que la derecha alemana, ese Sigfrido Schmitz que leía la Biblia pero solía volver al culto pagano a los bosques y los ríos y a la lectura de las estrellas, decida hundir a impuestos a 300 millones de ciudadanos encareciendo aún más la energía con sus impuestazos a las eléctricas, la gasolina y el gas, es bastante normal. Periódicamente, al Este del Rin, se producen ráfagas de locura destructiva, enajenaciones colectivas que acaban fatal.

Pero que los liberales, supuestamente defensores del libre mercado, acepten que Ursula, devota de Greta Thumberg y fan de Pedro Sánchez, se cargue la prosperidad de 24 países encareciendo la energía, base de toda economía, en vez de bajar los impuestos escondidos en la factura de la luz, demuestra el enorme poder de corrupción de la ideología climática. Y que la Izquierda, dizque defensora de los menos favorecidos, que son los más perjudicados por esta crisis económica, hija del sobrecoste energético, no brame contra la derecha verde, muestra que el socialismo "científico", tan científico como el "cambio climático", vuelve a sus orígenes, a condenar el capitalismo y a endiosar a la Naturaleza como hábitat del Hombre Nuevo.

La "religión positiva" del ecologismo

Cuando conoció a Lenin, Bertrand Russell escribió que ese comunismo que estaba implantando en Rusia era una "religión positiva", al modo del islamismo, que, sobre proclamar una fe, regía todos los actos de la vida cotidiana. Es decir: una teología que se apodera del poder político y toma el control absoluto de una sociedad.

Ese es el islamismo moderno, de los "Hermanos Islamistas" egipcios a Jomeini y Afganistán; o el comunismo neto de Stalin y Mao a Pol Pot, los Kim, los Castro, Maduro, Ortega y Abimael Guzmán. Y, sobre todos, Xi Jinping, que ha restaurado el culto a Lenin como faro del socialismo chino y que acaba de proclamar con Putin que deben "liderar juntos un mundo cambiante". Él fue, como comenté otro domingo, la gran figura de Davos y la Agenda 2030, y defiende para Occidente la ideología verde que, gracias a los ursulos, lo arruinará, mientras China hace exactamente lo contrario. Casi el 90% de su energía proviene del carbón, y su desarrollismo legitima el control social absoluto que mantiene el corrupto y genocida Partido Comunista, incluido Internet.

Los comunistas que no pudieron tomar violentamente el Poder en las democracias occidentales, han encontrado en el alarmismo climático y el ecologismo las herramientas que legitiman un control absoluto de la vida cotidiana de la gente y una economía ferozmente anticapitalista. Naturalmente, con la ayuda tradicional de los medios de comunicación y de la Derecha idiota. La religión positiva del ecologismo es una forma del islamismo o comunismo que identificó Bertrand Russell. Una ideología presentada como "ciencia del clima", como la Ciencia de la Historia descubierta por Marx o la verdad de Alá revelada a Mahoma, igualmente indiscutibles y sagradas, para salvar el Planeta o las almas. Y desde esa ideología, sus minaretes políticos y púlpitos mediáticos, se intenta, y de está consiguiendo, controlar toda la actividad económica y social, desde las fuentes permitidas o prohibidas de energía, al menú de las guarderías que acaba de promulgar en España Garzón, ese vegetariano del solomillo al foie.

Al fondo del reseteamiento de Bill Gates está el "hombre nuevo" que los comunistas tomaron del Evangelio, más verde que rojo, renacido o woke, pero igualmente contrario a la propiedad, la libertad individual y el libre comercio. Trotski fue el que más lejos llevó sus fantasías eugenésicas del hombre nuevo, pero ya Marx entrevió ese futuro bucólico que buscan imponer los ecologistas. Y lo hizo de un modo tan nítido como ridículo.

La siesta ecologista de Marx

En Memoria del comunismo dedico bastantes páginas al origen marxista del leninismo, y a cómo Marx, tan alemán, resolvió el problema de la naturaleza del ser humano y su fatal conversión en revolucionario. Empezó por lo más abstruso y hegeliano, en los "Manuscritos" de 1848:

"Este comunismo como completo naturalismo=humanismo, como completo humanismo=naturalismo, es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resulto de la Historia y sabe que es la solución".

A esto llamó Marx "poner a Hegel boca abajo". Su dialéctica para explicarlo casi todo (tesis-antítesis-síntesis) quedaba cortocircuitada por la solución ideológica del comunismo, que lo arreglaba todo para siempre:

"La supresión de la propiedad privada es la emancipación plena de todos los sentidos y cualidades humanas. El ojo se ha hecho un ojo humano. Su objeto se ha hecho social, humano. Necesidad y goce han perdido así su naturaleza egoísta al convertirse la utilidad en utilidad humana (…) El traficante de minerales sólo ve su valor comercial, no su naturaleza peculiar de mineral, no tiene sentido mineralógico".

El auténtico "sentido mineralógico" era el de Marx al empeñar las joyas de su esposa, la condesa Jenny Von Westphalen, para vivir de gorra. Su condena del ahorro (v. pag 202 de Memoria) es una forma de excusarse:

"Cuanto más ahorras, tanto mayor se hace tu tesoro, al que ni polilla ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más almacenas de tu conciencia extrañada".

Cualquier coaching, si lo entendiera, lo suscribiría. Como esto:

"Y no sólo debes privarte de tus sentidos inmediatos, como comer, etcétera; también la participación en intereses generales (compasión, confianza, etcétera), todo esto debes ahorrártelo si quieres ser económico y no quieres morir de ilusiones".

Aquí llegaba el ritual sablazo al rico Engels. Lo merecía por aceptar:

"Cuanto más produce el trabajador, tanto menos debe consumir, cuantos más valores crea, tanto más indigno es él, cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme, cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro será él".

Es asombroso el prestigio de Marx tras escribir semejante idiotez. Pero esa abstrusa forma de disimular su incompetencia y su vagancia son, por así decirlo, aristocráticas. Pero en una carta a Engels de 1844 pinta la acuarela de un comunismo dominguero, eterna barbacoa de cantamañanas:

"En la sociedad comunista podré dedicarme hoy a esto y mañana a aquello; cazar por la mañana, pescar después de comer, criar ganado al atardecer y hacer crítica literaria a la hora de la cena, sin necesidad de convertirme en cazador, pescador, pastor o crítico".

En rigor, esta es la fantasía del comunista en el Poder: alguien guarda su escopeta y su caña, alguien cuida sus ganados, que son del Pueblo, pero los cuida él, algún camarada le cocina, otro le sirve la cena y otro publica la certera crítica del libro que otro imprimirá. Y todo gratis total, por la gracia del Dios Rojo.
Por supuesto, si alguien ataca la Idea Liberadora, busca cazar en el mismo bosque o pescar en el mismo río que el Líder, estorbando su meditación, o hacerse con una oveja, con el turbio propósito de juntar un rebaño, hay que ser implacables: a la cárcel o, mejor, al paredón. ¡Volver a enajenarse, a la esclavitud de la propiedad! En realidad, al fusilarlo, se le hace el último favor.

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