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José García Domínguez

La demostración del racismo catalán

Mariña Fernández Reino es autora de un análisis empírico que determina la eventual presencia contrastable de comportamientos racistas y xenófobos.

Mariña Fernández Reino es autora de un análisis empírico que determina la eventual presencia contrastable de comportamientos racistas y xenófobos.
Manifestación de la Diada en Cataluña | EFE

Cataluña es un lugar cuya población autóctona se caracteriza por compartir colectivamente actitudes racistas y hondos sentimientos xenófobos. Una tara, el desprecio por los foráneos tan presente entre los individuos oriundos de esa comunidad cultural, casi ausente, sin embargo, entre el resto de los ciudadanos españoles que habitan en otros territorios. No se trata de una opinión personal mía, de un mero juicio subjetivo condicionado por sesgos ideológicos, sino de una constatación científica derivada del empleo de técnicas estadísticas avaladas por el uso académico, métodos numéricos ajenos a cualquier carga valorativa que pudiera viciar las conclusiones a las que ha llegado la investigadora de la Universidad de Oxford que ha acometido un riguroso estudio de campo sobre la cuestión.

Hablamos de la doctora en Sociología Mariña Fernández Reino, autora de un análisis empírico cuyo objetivo era tratar determinar la eventual presencia contrastable de esos comportamientos racistas y xenófobos, tanto en el ámbito específicamente catalán como en el conjunto español. El recurso al método experimental, algo imprescindible a fin de validar científicamente las conclusiones, consistió en el envío de currículos profesionales fake a varios miles de ofertas de trabajo reales, currículos ficticios en los que se usaban nombres inventados que sugerían de modo muy claro el origen étnico y territorial de los candidatos a los distintos puestos de trabajo. Además, se acompañaban con fotos de los candidatos para añadir mayor información al respecto.

Esa fue la vía que llevó a que la doctora Fernández Reino pudiera concluir que todos los aspirantes a un empleo en Cataluña que carecían de apellidos autóctonos catalanes, ya fuesen españoles o de otros países, disponían de entre un 20 y un 30% menos de probabilidades de que sus ofertas fueran ni tan siquiera abiertas y leídas por los evaluados de las empresas. En concreto, los apellidos que sonasen más "castellanos", los del tipo García o Jiménez, disponían de un 25% menos de probabilidades de simplemente ser tomados en consideración que los de muy evidente genealogía catalana. A la vez, se constató de modo incuestionable que las empresas catalanas discriminaban a los no blancos, no europeos o no autóctonos mucho más que las del resto de España. Pero mucho más. Heribert Barrera vive.

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