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Javier Arias Borque

El veto de Israel a la ayuda militar a Ucrania, ¿sigue siendo un país fiable para Occidente?

Si Europa compra armamento israelí, pero no va a poder utilizarlo frente a Rusia, ¿tiene sentido seguir comprando armamento fabricado en Israel?

Si Europa compra armamento israelí, pero no va a poder utilizarlo frente a Rusia, ¿tiene sentido seguir comprando armamento fabricado en Israel?
Lanzamiento de un misil anticarro Spike, uno de los sistemas israelí más extendido en Europa. | Flickr Ejército de Tierra

El Ejército ruso violó el perímetro fronterizo de Ucrania el pasado 24 de febrero. Casi nueve meses después, los efectivos militares del Kremlin continúan ocupando prácticamente el 15 por ciento de su país vecino. Una ocupación a sangre y fuego salpicada con lo que ya empieza a ser una oscura tradición para Rusia, la comisión de numerosos crímenes de guerra y un sistema organizado de robo y saqueo a la población local.

Ucrania hace meses que es un enfermo enchufado a una máquina de respiración asistida. El oxígeno que le permite vivir es el dinero, el material militar y el armamento que le están proporcionando una cuarentena de países occidentales y de la región Asia-Pacífico. Gracias al mismo, y a una dosis importante de heroísmo, ha conseguido no sólo resistir, sino cambiar en el último mes y medio el rumbo de la guerra. Ha robado la iniciativa a los rusos.

Para el Gobierno de Kiev es una cuestión de pura supervivencia seguir recibiendo esa ayuda desde el exterior. Es por ello que tiene una completísima agenda diplomática con conversaciones casi diarias tanto que con los países y organizaciones supranacionales (OTAN, UE…) que le ayudan como con aquellos países que podrían ser un aliado importante pero que de momento han decidido ponerse de perfil y no implicarse con ninguno de los dos bandos.

Uno de esos países que casi nueve meses después se ha mantenido en la equidistancia absoluta entre agresores y agredidos ha sido Israel, pese a los continuos intentos de Ucrania de sumarlo a su lista de países aliados. Pese a las constantes peticiones ucranianas no ha facilitado ningún tipo de ayuda militar a Kiev. Su último movimiento, producido esta misma semana, es negarse a levantar el teléfono a los ucranianos.

Según publicó este martes el diario israelí Hareetz, Israel rechazó el lunes una petición de Ucrania para mantener una conversación telefónica entre su ministro de Defensa, Benny Gantz, y su homólogo ucraniano, Oleksii Reznikov. Una llamada que se habría retrasado ya cinco veces desde la fecha inicial para la que estaba prevista: mediados de agosto. Una decisión que el Gobierno israelí habría tomado por las previsiones de Moscú.

Las relaciones Israel-Rusia

De hecho, horas antes de que se tomase esa decisión, Dmitri Medvédev, quien fuera expresidente ruso durante cuatro años y que sigue siendo uno de los hombres más cercanos a Vladimir Putin, advirtió a Israel de que si suministraba armas al Gobierno de Kiev "destruiría las relaciones políticas entre los dos países". Un mensaje a la línea de flotación israelí que parece que en el Gobierno de Jerusalén han seguido a pies juntillas.

No es algo nuevo. Israel no sólo se ha negado hasta el momento a suministrar armamento a Ucrania, sino que también ha vetado la transferencia de material militar fabricado y vendido por su país a otros países europeos. Así lo denunció en febrero el portal estadounidense Breaking Defence, uno de los periódicos sobre noticias militares más prestigiosos de Estados Unidos. Jerusalén se apresuró a negarlo, pero las coincidencias son inquietantes.

Las tres repúblicas bálticas (Lituania, Estonia y Letonia) empezaron a enviar armas a Ucrania un mes antes de la invasión. Entre el listado de material que anunciaron que enviarían se encontraban misiles contracarro Spike, comprados a la empresa israelí Rafael, pero este armamento nunca llegó a ser entregado. En su lugar, enviaron -y han seguido enviando- sistemas contracarro Javelin (fabricados en EEUU) e Instalaza C90 (fabricados en Zaragoza).

El veto no habría llegado solo a los gobiernos bálticos, sino a otros como Alemania o Finlandia, que también estaban dispuestos a ceder armamento ligero de fabricación israelí a Ucrania, pero que finalmente también han optado por mandar otro material equivalente de fabricación estadounidense o europea. Una situación que no parece cambiar ni ante el hecho de que Irán haya entrada de lleno en la guerra de Ucrania hace más de un mes suministrando drones suicidas a Rusia.

El veto de armamento y sus implicaciones

Para Israel sigue siendo, de momento, mucho más importante mantener sus buenas relaciones con Rusia que alinearse de forma definitiva con los países occidentales en su ayuda a Ucrania. Una de la razones de ello, es justo decirlo, es que los rusos controlan buena parte del espacio aéreo sirio, donde los cazas israelíes hacen y deshacen su antojo, con el beneplácito de Moscú, para atacar posiciones de Hezbolá o de la Guardia Revolucionaria iraní.

También es cierto que en el seno de la sociedad israelí empieza a haber un debate sobre si deben cambiar su postura y ayudar de un forma más intensa a Ucrania. El ministro para la Diáspora, Nachman Shai, dijo a través de Twitter esta semana que, después de que se conociera que Irán va a entregar misiles balísticos a Rusia, "ya no hay ninguna duda de dónde debería estar Israel en este sangriento conflicto. Ha llegado el momento de que Ucrania también reciba ayuda militar, tal como la brindan los Estados Unidos y los países de la OTAN". Pero su opinión no parece ser mayoritaria dentro del Gobierno.

La realidad es que Europa, más allá del debate interno israelí, debe hacer su propia reflexión sobre este asunto, algo que ya han pedido esta semana algunos políticos bálticos. Si los países occidentales compran armamento israelí, pero a la hora de la verdad no van a poder utilizarlo para defender la democracia y la libertad frente a Rusia por el veto de Jerusalén, ¿tiene sentido que Europa siga comprando armamento que se fabrica en Israel?

Si Israel ha decidido dejar de lado a sus viejos aliados occidentales para no herir la sensibilidad rusa, colgando incluso los teléfonos a los ucranianos, ¿sigue siendo Israel un socio fiable para la comunidad internacional occidental? ¿Tiene sentido la continua transferencia tecnológica militar de Estados Unidos a Israel si ahora en Jerusalén lo que van a primar son las relaciones políticas con Moscú?

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