Muchos ucranianos y simpatizantes de la causa ucraniana se llevan las manos a la cabeza estos días ante la hipocresía de muchas figuras públicas de izquierda. Mientras denuncian la opresión y el imperialismo, y reivindican valores como el humanismo y la justicia, estas voces supuestamente progresistas evitan solidarizarse con la Ucrania agredida por Putin, al que disculpan con rocambolescos argumentos que le dan la culpa de la guerra a los ucranianos y a USA.
Quienes ahora se sorprenden por la escandalosa doble vara de medir de esta izquierda se sitúan, casi siempre, en el centro del espectro político y consumen prensa mainstream. Como consecuencia del tratamiento asimétrico que otorgan estos medios a los extremistas de derecha y de izquierda, sus lectores se esperan de unos sus posicionamientos inmorales, al tiempo que les chocan los de otros.
Está claro también que los que hoy se escandalizan por lo que dice cierta izquierda sobre Ucrania apenas habían prestado atención a las luchas por la libertad de los cubanos, los venezolanos o los iraníes. De haberlo hecho no les pillaría por sorpresa lo que ven ahora. Porque quienes desde el progresismo reparten la culpa de la invasión criminal rusa llevan décadas defendiendo dictaduras antioccidentales y calumniando a sus víctimas.
Muchos en la derecha ven con desconfianza la popularidad entre el establishment de la causa de Ucrania. Yo lo considero una buena noticia. Lo malo no es que la UE, Estados Unidos y los medios de comunicación del mundo libre que tantas veces han despreciado otras causas justas se vuelquen con quien tiene toda la razón en la guerra de Ucrania.
El problema es que no muestren la misma sensibilidad con las víctimas y los héroes que luchan por la dignidad en Cuba, Venezuela o las comunidades cristianas de China, Oriente Medio o Nigeria. En otras palabras, a las instituciones y a los medios hay que criticarlas por no hacer lo correcto en estos casos. No por comportarse como deben en el de Ucrania.
La resistencia ucraniana al invasor ruso ha obligado a Putin a buscar apoyo armamentístico en Irán. Metiéndose en una guerra impopular que está ahora bajo todos los focos, Irán ha demostrado ser un verdadero peligro público para la comunidad internacional. La implicación de Teherán en la invasión de Ucrania hace ver a cada vez más gente que el empeño occidental de reavivar el pacto nuclear con Irán era un colosal error.
A cambio de compromisos menores que además podría no cumplir, Irán volvería a tener acceso a los muchos miles de millones de dólares que tiene congelados en el extranjero. El levantamiento de las sanciones que conllevaría el regreso de Washington al pacto supondría, además, la reanudación del comercio internacional de Irán.
Esto revertiría en una inyección de dinero masiva para los mulás que quienes hoy reprimen a fuego las protestas de su pueblo utilizarían, sin duda, para expandir aún más su industria armamentística. (Como han escrito Michael Doran y Can Kasapoglu en Tablet, la cada vez más pujante industria armamentística iraní obtendría también acceso legal a tecnología militar occidental, lo que la haría aún más peligrosa y temible.)
Los drones y misiles iraníes que hoy dejan sin luz y calefacción a millones de ucranianos llevan muchos meses siendo utilizados contra las bases militares de Estados Unidos y los territorios de sus cada vez más descreídos aliados en Oriente Medio. Como la mayoría de sus líderes políticos y de opinión, la opinión pública occidental veía la amenaza iraní como algo remoto que, en el peor de los casos, podía tener consecuencias para Israel.
La admirable resistencia de Ucrania nos hace abrir los ojos también ante este error.